FAVOR DE ALIMENTAR A HOLMES Y A HELSING, GRACIAS.



jueves, 8 de noviembre de 2012

ANIVEESARIO VAMPÍRICO: ¡¡FELIZ CUMPLE BRAM STOKER!!

Pues sí, damas y caballeros, el día de hoy Google nos recordó que hace 165 años en una ciudadcita cerca de Dublín, Irlanda, nació el escritor Abraham (Bram, para los amigos) Stoker. Su obra maestra y la más querida por lectores y cineastas y público en general ha sido obviamente "Drácula", de la que podríamos sacar mucha tela para recortar, pero el día de hoy nos dedicaremos a la esencia del personaje vampiresco que tanto nos ha deleitado...hasta que llegó 2008 y...bueno, ustedes saben.
Si bien se ha sospechado que el personaje lo basaron en el exageradamente chiflado Vlad Tepes, príncipe de Valaquia allá por el 1448 según recuerdo, en realidad Stoker no tenía idea de la existencia del Empalador (nombre por cierto muy discriminador...digo, él no solo empalaba a sus víctimas, también las degollaba, golpeaba, colgaba, desollaba...) y mucho menos sabía que su apodo era justamente Drácula (traducido: "Hijo del Dragón", dato que curiosamente respetan en la película de 1992 "Drácula de Bram Stoker" hecha por Francis Ford Coppola). Pero bueno que ese no es el tema, el caso fue que cuando la novelita salió fue un furor de miedo (¿entienden el doble chiste?) y se quedó en el imaginativo colectivo.
Añitos más tarde, cuando Stoker estiró la pata y ya no pudo gozar de las mieles de su victoria porque sus urracas...perdón, su familia se hicieron con los derechos de autor, se ideó la primerísima película muda que estaba relacionada con la novela, pero fue titulada "Nosferatu" y el nombre de los personajes tuvo que ser cambiado precisamente por el problema legal, aunque para un lector cualificado no cuesta trabajo reconocer a los personajes aunque tengan nombre más bien meridionales (digamos...de Hungría y lugarcitos en Europa del Este olvidados por Dios).
Después, vino la ola de libros vampirescos, películas más sofisticadas donde gozamos con la participación de Bela Lugosi (arquetipo de vampiro elegante por muchísimas décadas) y otros no tan familiares pero igualmente queridos como Christopher Lee, aunque claro, sólo el personaje conservaba el nombre, ya que las situaciones diferenciabanse unas de otras, desde el plano del cine noir tan común de la época hasta lo que en Estados Unidos conocen como serie B (y en México conocemos como "jodida película de porquería...pero al menos estuvo graciosa") hasta que en 1992 Ford Coppola logró hacer su película bien basada en la novela original, y ¿porqué no? en el mito de Vlad.
Así todos nos acordamos de los personajes con cariño (ya sea que hayamos leído la novela o hayamos visto la adaptación cinematográfica). Desde el inocente Jonathan Harker, pasando por la pobre mimada Lucy Westenra, la astuta Mina Harker, el trío de novios conocidos como Quincy Morris, Jack Seward y Arthur Helmwood, pasando por el lunático (o quizá no tanto) Rendfield y por supuesto, el profesor Abraham Van Helsing, que a pesar de su aspecto de viejito maestro de escuela, los asesinos de Assasin's Creed le podrían aprender uno o dos trucos. Bueno, hasta el conde mismo llega a parecerte agradable a pesar de ser un ser descarado, frío y cruel, que le importa un sorbete desayunarse al equipo de béisbol femenino si con eso logra mantener su posición de megapoderoso enfrente de los mortales que intentan desesperadamente de ponerle fin.
Todo en el universo de los vampiros era feliz y hermoso...hasta que un día...una tipa llamada Stephenie Meyer escribió una tarugada titulada "Crepúsculo" y nos arruinó la historia para siempre. Desde vampiros que brillan cual bola disco hasta hombres lobo que no necesitan luna llena para transformarse en chuchos de dos metros de altura y ¿cómo olvidarla? la portaginista descerebrada, torpe y mustia que tiene que decidirse entre el chupasangre ricachón o el musculoso pobretón (UPS!!! No lo habían notado??) y cuya máxima aspiración en la vida es ser una vampira y vivir felizmente por siempre al lado de su querido y adorado Edward Cullen al que, seamos sinceros, cualquier día el conde Drácula se lo puede sonar y mandarlo directito a...Estambul de un solo guamazo.
Pero bueno, ¿qué podemos hacerle? el género de romance sobrenatural está tan explotado actualmente que llegará un punto en que todos se cansen y vuelvan a la vieja escuela. Eso sí, a veces hay que ver las opciones "modernas" que pueden darle un aire novedoso a las historias. Haciendo caso omiso de tarugadas como "Vampire Diaries" y "True Blood", "Inframundo" al menos te divierte con su adrenalina y su trama centrada en la lucha eterna de las dos bestias nocturnas favoritas de la Europa Medieval, y por otro lado, "Entrevista con el Vampiro", basado curiosamente en otra novela más modernita, no desfigura al vampiro, simplemente le da el aire de un ser que sobrevive al paso de los siglos y debe adaptarse, le parezca o no, si quiere sobrevivir.

Ahora que, por otro lado... la Lobita Nocturna piensa estar en primera fila el día que se estrene "Only Lovers Left Alive". Hmm... hasta donde sé, la película habla acerca de un vampiro enamorado a su vez de una vampiresa, aunque al parecer la trama se vuelve complicada cuando la hermanita de la susodicha se cruza en el camino. Sí, ya sé que suena a drama casi twilightesco, por lo que espero que al menos Tom Hiddleston (el...ejem...vampiro picaflores en cuestión) se cene a dos o tres personas en el proceso y preferentemente de una manera agresiva, si no la próxima vez que lo vea me veré en la triste necesidad de aventarle una chancla a la cara.
En fin, es todo lo que les cuento en esta desapacible tarde de otoño. Espero que la pasen de lujo y recuerden abrigarse muy bien, que el invierno vienen y los mayas también. ¡Adiosito!

sábado, 3 de noviembre de 2012

ESE VIEJO VIKINGO

Uno no se da cuenta de cómo son los demás realmente hasta que siente con el mismo sentir que ellos. Aquí aplica, muy justamente, la expresión "ponerse en los zapatos del otro", aunque los resultados no son siempre iguales. En mi caso, se trata únicamente de hacer una reflexión, bastante personal, en la que no participa nada sino la sensación de que tal vez los antiguos paganos tenían algo de razón en sus mitos: quizá, el destino sí es inexorable.
Con mi experiencia aprendida de libros de Historia puedo afirmar tranquilamente que mi abuelo corresponde al arquetipo del vikingo. Tal vez no tenga barbas largas y rubias ni un casco con cuernos, pero al igual que éstos, ha zurcado (remolque mediante) lugares remotos de los que muchos de nosotros sabemos apenas por crónicas bizarras y memorias de un pasado nacional que se pierde cuando el que lo cuenta muere. Ha entrado una y otra vez a la zona 0 y salido completamente cuerdo, ha visto fuegos fatuos en el sureste, ha detenido su navío de ruedas en más pueblos olvidados y eliminados del mapa que ninguna otra persona conocida, todo esto en apenas unas cuatro décadas; entre fuegos de violencia y pasiones, no ha conocido el ocio ni la paz en toda su vida, y de hecho podría decirse que la aborrece. Su vida transcurrió como el trotador del tiempo, en un medio tan revuelto como es la extensa geografía e historia de México, viendo ir y venir regímenes, leyes, pueblos, estudiantes y mujeres. Ha visto de primera mano las catástrofes y las celebraciones de antaño y ha sobrevivido magníficamente a los cambios de modelos económicos que a muchos otros hubiera destrozado, pero jamás a él.
Su vida pasó entre el relieve salvaje y brutal que se percibe como un eco en su cabeza (¡oh, bonito espectáculo verlo cuando rememora esos viajes a toda velocidad!) y entre las ciudades magníficas a las que llegaba a desembarcar. Me ha contado la clase de febrilidad que se vive en el Norte: es como si el espacio-tiempo hubierase puesto de cabeza, y en la frontera cada fin de semana el país se inundaba de estadounidenses (o gringos, como prefiere decirles, como diría cualquier nórdico al referirse despectivo a los eslavos y musulmanes con quienes comercia) que llegaban aquí a su propio estilo de "mojados" para degustar del tequila fuerte, la cerveza barata y el jolgorio natural de la zona, ese paraíso perdido entre el desierto de Sonora y El Paso, estrecha franja ahora dividida por un alambre de púas y que él llegó a cruzar varias veces. No son sólo norteamericanos, también ha hablado con personalidades tan diversas que a mí me parece un sueño divino: un grupito de aburridos rusos que hacían competencias entre su vodka y nuestro mezcal hasta rodar felices por el suelo; un italiano de acento ruidoso y que palmoteaba como demonio, un par de ingenieros alemanes que vivían a base de cerveza y barbacoa y aprendieron los diversos usos de la "Ch" gracias a su interlocutor, es decir, mi abuelo. Todo, bien escondido en su cabeza, lo suelta de cuando en cuando, a cuentagotas, cuando estoy presente y le pregunto sobre cosas que yo, por torpeza o por debilidad, desconozco, y las responde con la seriedad del historiador y la sencillez del campesino. Al fin y al cabo, desciende de indígenas michoacanos.
Cosas raras, peligrosas, como en un viaje mitológico cualquiera, se mantienen impresas en sus palabras. El lugar donde el agua corre del revés, el recinto macabro de los lagos donde los fantasmas aúllan, e inclusive, un OVNI que asegura haber visto allá por la década de los 80; estuvo tantas veces en el Distrito Federal que conoció de primera mano las revueltas políticas de la época. Recuerda, a veces divertido, a la Policía Secreta del "Negro" Durazo, la toma de poseción de Gortari, incluso el terremoto del 85 y la explosión de Guadalajara, todo eso lo vivió de primera mano. Tantos años así explican que la violencia actual no le asuste ni un ápice. Tampoco le atemoriza la oscuridad ni la soledad, tanto tiempo viajó de noche entre las carreteras más brutales del país y con un camión de doble remolque. Jamás se le registraron accidentes, ni acontecimientos, era serio y dedicado a su labor con el corazón fuerte, y de regreso a su morada se ponía a repartir a dos manos el botín de su labor. Ropa, zapatos, dinero para paseos, para restaurantes de categoría (en aquél entonces) muy alta para el trabajador promedio. Cuando yo nací, recibí también mis dádivas: caramelos, juguetes, objetos importados, dólares olorosos aún al plástico que lo recubría. E historias. Muchas historias de diversas clases que alimentaron mi mente como si fuesen novelas costumbristas, tan bien apreciadas en toda Latinoamérica.
Pero como todo buen vikingo que no muere en batalla, éste tuvo que retirarse para pasar sus días de austeridad en el silencio de su casa. No le gusta. La oscuridad que se ha apoderado en la incertidumbre no le es sana, y se le ve taciturno y huraño; sueña mucho, yo lo sé, con sus viajes majestuosos. Ha asegurado que al morir no quiere ser enterrado, sino cremado, y que sus cenizas se repartan en la cascada de Cola de Caballo, su Valhalla personal, para recorrer en muerte el triple de camino que recorrió en vida. A veces me da por preguntarle del día que llegó a Yucatán, donde vio de frente el antiguo observatorio maya y el gran mar que lleva, irremediablemente, a la isla de Cozumel, donde descansa el templo de Ixchel. Conoce de comidas que ningún aventurerucho de televisión tocaría, desde venado hasta ranas, serpientes, insectos, todo lo ha degustado por noble obligación y férreo entusiasmo. No podemos decir, jamás, que su vida fue un desperdicio.
Así es entonces ese viejo vikingo que reposa en un sofá reclinable, ladrándole injurias a la tele cuando hay partido de fútbol. y que en sus buenos tiempos era tan temible como Leif Erikson, o como un rabioso Thor empuñando su martillo. Yo, su pequeña Loki, se conforma ahora con hacerle revivir su nostalgia para que el aburrimiento no lo mate, y sueño en secreto con poder ver yo también, quizá, esos mundos alucinantes que se esconden después de la carretera doble que separa a Lobolandia del resto de la patria, y espero así poder guardar yo también algo de su espíritu inquieto y volar aún más. Una valkiria infantil a la sombra del mejor de los vikingos.
FIN