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miércoles, 19 de octubre de 2011

PEQUEÑAS REFLEXIONES NOCTURNAS

El hecho de estar en la escuela de leyes (mejor conocida como Universidad de Lobolandia para Estudios Humanos) me ha robado mucho tiempo y hasta imaginación, básicamente porque tengo que lidiar con 46 almas más en mi salón (entre las cuales ya destacan mis tres mosqueteros y mis dos más asiduas detractoras) y cuatro licenciados de los cuales solo uno da una clase perfectamente civilizada y otro tiene batalla campal conmigo (claramente... ¬¬).
Fuera de estos detalles, la escuela es un mundo más grande de lo imaginable. Para aquell@s hartit@s que ya estén estudiando la uni, ya sabrán a qué me refiero, pero a los que no, les diré que es un universo de clases, convenciones, congresos, diplomados, trabajos extracurriculares, intercambio extranjero, materias con las que sólo soñamos y convencionalismos politico-sociales muy cercanos a la realidad del mundo adulto. En dos meses y medio ya llevo un magno congreso, dos  citaciones, un club de oratoria jurídica, dos covenciones extranjeras (en noviembre viene la tercera) y un futuro paseo a los lugares más hermosos y felices del mundo (nótese el mega sarcasmoooooo): el Centro Penal Norte, del que mi tío contrabandista me ha platicado historias que hacen que Chucky y Freddy Krueger parezcan gatitos almidonados, y el Centro de Medicina Forense, mejor conocido como... LA MORGUE...(se oyen arrastrar de cadenas, ululatos y voces que susurran "la morgue.. la morgue..."), el cual es bien conocido por Mamá Loba que en sus años mozos estudiara Medicina.
Hablando de la universidad y su mundo medio adulto...
Quizá sea por la presión de la escuela y la carga de responsabilidades que conlleva, desde administrar un dinero que parece acabarse más aprisa de lo que desearías, hasta atender trabajos escolares más pesados, el tener contacto con gente más grande y darte cuenta de que en menos de lo que imaginas tendrás que vivir tu vida en una oficina, o un hospital, o una industria, pero a veces siento que ese mundo de adultos está intentando por todos los medios arrastrarme a su foso de estrés y desilución con todas sus fuerzas; hablo de ese mundo horroroso de trabajo eterno, de impuestos, de pleitos silenciosos y no tan silenciosos, de estrés matutino, de enfermedades, de depresión, de falta de tiempo, de aire... de libertas... Jamás podría yo sacrificar mi libertad, porque años de soledad y de vivir como paria entre las personas de mi misma edad me enseñaron que la fe y la libertad son lo único que le queda a la gente cuando todo lo demás ha fallado, y sacrificar ambas cosas porque el mundo frío que hay allá a fuera me lo exige sin darme a cambio más que un vacío existencial y un yugo que me destroza la espina dorsal y mata mis sueños y mis anhelos es una de esas cosas que no puedo tolerar.
Es como el otoño. Ya se siente el otoño, todo frío y con ventisca, a la espera del momento que, a mi parecer, es uno de los más lamentables: el invierno y con él, la Navidad. No es que sea yo un remedo de Grinch o de Scrooge, pero como para mí el significado mundano y hasta moralista de la celebración murió hace como cinco años, ya no la espero mas que con los ojos cerrados y los puños apretados ante la inminente desgracia que se viene con ella. Pero mientras tanto me quedo mirando el cielo de otoño y pienso en otra cosa que ocurre en estas fechas: el Día de Muertos.
Acaso los muertos son más felices que los vivos, porque no saben de soledad ni de preocupaciones, a menos claro que estén en alguno de los círculos del infierno de Dante. Pienso en los muertos y en los cementerios y se me antoja que ahí tampoco hay paz, o quizá sí; pienso en los fantasma que seguro rondan las tumbas y quisiera poder hablar con ellos, tocarlos, decirles mis penas, porque al fin y al cabo sus cuerpos se extinguieron ya, y el alma desnuda sabe del mundo tanto como el anciano de 100 años y lo explica todo con la inocencia del nacido ayer. Quizá por eso los muertos hacen contacto con los vivos, porque uno carece de lo que el otro posee y se complementan, aunque al final la única diferencia entre ellos es lo que ven y lo que hacen, porque unos tienen un cuerpo ligado a la tierra y los otros tienen una esencia que pertenece al Más Allá. Pienso en los muertos y de pronto me acuerdo de Maya, mi adorada gatita, que conoció la paz luego de dos semanas de sufrimiento, o quizá más. Pienso en ella y en todos los que conocí y que ya murieron, sin importar su condición biológica de humano o animal, y trato de rescatarlos de la muerte pensando en todo lo que en vida hicieron.
Y la vida sigue allá afuera, deforme, callada, avanzando descalza y desnuda en el limbo entre el paraíso y la condena, donde según quien la encuentre ya arderá en las llamas del sufrimiento o ya volará entre los serafines. Y ya sea que crean o no en Dios, aceptarán conmigo que la vida, como todo aquello que parece horrible, como crecer y morir, tiene un propósito mucho más elevado, un propósito que, ya sea como llegue o cuando llegue, nos hará entender que ningún esfuerzo fue en vano.

5 comentarios:

Reinhardt Langerhans dijo...

"Aún bajo la tormenta, pueden nacer bellas flores. Cultiva, sega y disfruta el sublime aroma"

Paz, hermana bloggera :)
No todo es gris en esta vida y sé que tampoco es todo rosa.
Ergo, no todo está tan jodido como parece ;)

Carpe Vitam, Lobita

El Ser Supremo dijo...

Animo aun te quedan 3 o 4 años antes de vivir como adulta y aun asi no tiene por que ser aburrido y opino lo mismo que tu... DESNUDEMONOS EN EL LIMBO!!, no era ese tu mensaje verdad?

Mar dijo...

Hablando con la voz de una jovenzuela que en su tiempo pensó y temió lo mismo, a través de alguien que ya camina y respira en ese mundo de "adultos" te digo que es un tanto difícil mantener ese equilibrio entre el mundo real y el mundo personal.

Mis temores no han cambiado, odiaría verme perdida en el mundo real preocupándome solo por trabajar y sobrevivir en vez de vivir y lamento decir que en algunas ocasiones la realidad me gana, pero tengo la firme convicción de que uno es el que tiene el control y la capacidad de no terminar como una persona más.

Creo que sí se puede, aún viviendo en el mundo de los adultos, seguir siendo libre, solo se tiene que hallar la forma.

Saludos, Lobita

Guerrero dijo...

EL problema no es llegar al mundo adulto, sino perder en el camino.

Saludos!!

Makelelillo dijo...

Buena reflexion nocturna, pero pequeña... pero pequeña no; y no por la extension, sino por lso temas que abarca.

Ademas, comaprto contigo ese desdén adquirido hacia la universidad y que ella día a día, se empeña en retroalimentar. Tambien, ese "miedo" al frio invierno y las festividades que acarrea. De los muertos... de los meurtos hablaremos otro dia vale?

Espero que sigas reflexionado así, apsionadamente.

Un saludo