FAVOR DE ALIMENTAR A HOLMES Y A HELSING, GRACIAS.



jueves, 14 de junio de 2012

LAS RELIQUIAS DE LOS DIOSES (Cap. 3)

3


LAS RELIQUIAS DE ASES Y VANES



El susurro del viento en los árboles acompañaba a los cantos de algunas aves misteriosas que se ocultaban en lo más espeso de las hojas, y ése era todo el ruido que se podía escuchar en el bosque; Nina caminaba con la vista clavada al suelo y las manos aferrándose al suéter, que aún llevaba atado a la cintura. Aún se sentía nerviosa al tener que pasar por ésas sendas, recordando al trol y el peligro en que estuvo por su causa.

-Esto es un sueño. –siguió repitiéndose mientras pasaba por el claro. –Un sueño trastornado. En cualquier momento despertaré, yo lo sé.

Siguió su camino y avistó de lejos el acantilado donde estaba el arco de piedra, pero más allá, caminando por la orilla misma del bosque, estaba un peñasco aún más alto, que dominaba por entero la vista del océano; era tan alto que de sólo verlo Nina se sintió mareada, pero siguió por su camino, escuchando el rumor de las olas grises y de los cantos de las aves. A cada metro, el camino se volvía más angosto y alto, el suave pasto que cubría el suelo iba disipándose hasta que la joven se encontró pisando sólo sobre un montón de piedrecillas; debajo, el mar se revolvía con más violencia que en el acantilado, y la muchacha tuvo que cerrar los ojos para continuar su camino, sólo pensando que al final del peñasco le esperaba el dulce despertar que le devolvería la cordura.

Cuando encontró la punta del peñasco, que ascendía como una diagonal cubierta de rocas afiladas, Nina dio un hondo suspiro.

-No puede pasarme nada peor ahora… -se sujetó fuerte de las primeras rocas y escaló, intentando hacer caso omiso de las olas que azotaban el peñasco a varios metros de distancia; las piernas se le entumecían por el miedo, los dedos le dolían, pero no iba a detenerse en absoluto. Siguió escalando, repitiéndose varias veces que no tenía miedo, que iba a estar bien, y cuando finalmente alcanzó el tramo final, temblando, se puso completamente de pie, mirando el horizonte oceánico y la luz que se perfilaba entre las nubes de lluvia.

-Esto es… hermoso. –parpadeó, fascinada, y luego miró hacia el cielo, vacío a excepción de las nubes que se acumulaban en él como un montón de borregos grises. Nina se cruzó de brazos, entornando los ojos en búsqueda de algo que pareciera remotamente un puente o un arco iris. Pasaron los minutos y ella seguía ahí, aburrida y con miedo de sufrir vértigo, porque el aire se alzaba con mucha más fuerza a ésa altura.

-No sé porqué tengo la sensación de que esto es una bendita pérdida de tiempo. –se lamentó, preparándose para realizar el descenso, dispuesta a tratar de volver por el arco si es que acaso aquello no era un sueño. Se inclinó y puso sus manos sobre la piedra lisa.

Y entonces un relámpago cruzó el cielo, atrayendo su atención. Nina levantó la vista y contempló, sorprendida, cómo algunas nubes se arremolinaban poco a poco, abriendo una brecha en el cielo; la brecha brilló, primero, tímidamente con una luz amarilla, y luego, la luz aumentó de grosor, hasta que tuvo el ancho suficiente para que un grupo de personas pasaran a través de él. La luz cegó por un instante a Nina, que se llevó una mano a la frente; entonces vio cómo de aquélla luminosa brecha descendía suavemente hasta posarse frente a ella un gigantesco arco iris, más colorido y magnífico de lo que hubiera imaginado. Aquél no era un arco iris como los que veía los días de lluvia, éste tenía todo el aspecto de estar hecho de algún cristal transparente y delgado; Nina extendió una mano para tocarlo, y sintió su calor abrasador, como si fuera un pedazo de hierro dejado al sol.

-Increíble. –se dijo y, como atraída por la bella luz que irradiaba el arco iris, se puso de pie una vez más y comenzó a ascender por él.

Nunca había conocido una sensación igual a aquélla. El puente era tan firme que podía sostenerla, pero podían cruzar a través de el, como si fuera sólo un espejismo de luz y de color, las aves que pasaban veloces por el cielo; Nina miró hacia sus pies, y pudo ver el tempestuoso mar varios metros bajo ella. Una sonrisa inocente le llegó a los labios, y recordó como en un suspiro las historias de su infancia y lo mucho que había soñado, alguna vez, con hacer algo como aquello.

Entre más subía, más densas se volvían las nubes, y el sol parecía apenas un lejano destello entre ellas. Un momento después, Nina se encontró atrapada por un muro aparentemente impenetrable de nubes grises que oscurecían todo y dificultaban su visión; sintió temor de que al puente terminara de pronto y se cayera al abismo, pero haciendo de tripas corazón avanzó aún más, hasta que repentinamente, la misma deliciosa luz que diera paso al arco iris apareció ante sus ojos y, con ella, la visión más maravillosa que jamás hubiera soñado.

Un alarido de sorpresa fue seguido por un suspiro de anhelo al ver una magnífica y pequeña ciudad que se alzaba, majestuosa, frente a ella. Las mansiones no solo tenían diversos tipos de colores y adornos, sino que también parecían tener piezas de oro auténtico en las ventanas y los balcones. Y más allá (Nina por poco cae de espaldas al verlo) se levantaba, majestuoso, el palacio más fantástico de cualquiera que hubiera visto. Tenía la forma de una tiara, y por su color y textura parecía estar hecho de oro puro.

Nina caminó un poco más, hasta encontrarse con el final del arco iris. Ahí, sentado y algo cabizbajo, se encontraba un hombre de larga barba castaña, que miraba aburridamente a la nada, sentado sobre un tronco viejo rodeado de pequeñas flores de colores. Al notar su presencia, Nina se detuvo en seco, preguntándose qué hacer ahora; sabía mucho de cuentos de hadas, porque había leído cientos de ellos en su infancia, pero no recordaba ninguno que mencionara un puente de arco iris con un hombre sentado en él. Tal vez había uno sobre un arco iris, pero en ese cuento había un duende y un caldero con oro.

-Disculpe… -susurró, extendiendo su mano. El hombre salió de su letargo y le dirigió una mirada sorprendida; repentinamente se puso de pie y, tomando su espada, exclamó:

-¿Quién se atreve a intentar cruzar el Bifrost?

-¡Ay! –Nina dio unos pasos atrás, abrazándose toda. El hombre seguía blandiendo la espada en forma amenazadora.

-¡Contesta ahora, criatura del Recinto Central!

-¿Y qué quiere que le diga? –repuso ella.

-Tu nombre, para empezar.

-Soy Nina. Vengo de… cómo dijeron que se llamaba… ah si, de Nidavelir.

-¿Nidavelir? –el hombre parpadeó sorprendido. –Pues… eres muy alta para ser una enana.

-No soy una enana, soy… -Nina bufó. –Ya no sé ni qué soy, la verdad. Seguramente esto es un sueño, aunque hasta el momento todo me ha parecido demasiado real.

-¿Y qué es exactamente lo que te trae a Asgard, extraña habitante de Nidavelir?

-Los enanos me dijeron que tenía que entregarle esto… -Nina sacó de sus ropas el brazalete y se lo mostró al hombre. –a su dueño. Creo que lo llamaron O… O algo.

-¡Pero qué cosa! –bramó el hombre. -¡Es nada menos que el brazalete de Odín! ¿Cómo es que tú lo tienes?

-Lo encontré. –Nina guardó el brazalete, echándole una mirada de duda. –Estaba en una roca cerca del acantilado que está allá abajo. –señaló el arco iris. –Los enanos me dijeron que tenía que traérselo a él para poder pedirle que me regresara a…

-¡Espléndido! ¡Espléndido! Pasa entonces sin temor, criatura, entra al palacio de Asgard y ahí podrás entregárselo a su legítimo dueño. Y ten por seguro que yo, Heimdall, guardián del puente Bifrost, estaré por siempre a tu servicio.

-Ah… Gracias. –Nina no supo qué contestar y pasó por el lado de Heimdall.

Pasó por entre las casas, sorprendida por el alegre bullicio que había en las altas y escasas mansiones; por las ventanas se asomaban mujeres y niños ricamente vestidos que parecían sorprenderse al verla. También pasaban por las calles caballos, jabalíes, cabras, carneros, perros y lobos con solemne calma al lado de sus dueños. El lugar estaba también rodeado, por fuera, de un bosque de fresnos y abetos; en el cielo se miraban volar varias clases de aves que Nina no podía reconocer, hasta que una de las aves cruzó el cielo como una flecha y fue a parar justamente a su cara.

-¡Hey! –el animal se recuperó pronto del golpe y se quedó aleteando frente a ella. Nina se quedó algo sobrecogida al ver que era un cuervo, un cuervo demasiado grande a su entender, que no parecía inmutarse por su presencia. –Tú, shu. –le dio un manotazo, pero el cuervo seguía revoloteando a su lado. –Vamos, vete, no estoy de humor.

El animal graznó y se puso a aletear por encima de su cabeza, señalando con su afilado pico el horizonte, justo donde se elevaba el palacio.

-Ah, quieres llevarme allá. –Nina se sorprendió mucho al ver al cuervo asentir secamente con su cabeza, y entonces éste emprendió el vuelo apenas unos metros por delante de ella, que lo siguió presurosa y haciendo caso omiso de los que la miraban todavía con desconcierto.

Justo donde terminaban las mansiones, se elevaban unos robles magníficos, uno a cada lado como dos columnas vivientes, y al cruzarlos, Nina encontró el lustroso camino que llevaba al enorme patio central del palacio. Éste, como ya se dijo, tenía la forma de una tiara, formando con sus columnas una medialuna que dejaba al aire libre un patio central, rodeado por antorchas recién apagadas y con algunos bancos de madera blanca situados al lado de mesitas redondas de patas largas donde había cestos con frutas. Al término de aquél patio circular, había unas escaleras de marfil que descendían hasta los dos robles que Nina acababa de pasar.

El solitario cuervo graznó al ver acercarse a otro cuervo, de idéntico tamaño, y estuvieron charlando animadamente (o al menos eso le pareció a la desconcertada muchacha) mientras ella ascendía por las escaleras. Por todas partes veía aparecer a personajes con ropas que parecía haber visto sólo en grabados medievales, y sospechó que debían ser los sirvientes del palacio; éstos también le dirigieron miradas extrañadas, pero Nina, mordiéndose los labios, fingió no verlos, y llegó hasta el patio. Caminó a través de las magníficas decoraciones y, por fin, llegó ante unas puertas altas hechas de hierro barnizado, con aldabas de cabezas de lobo magníficamente talladas.

Nina se retorció las manos antes de atreverse a tomar una aldaba y llamar; sintió que le temblaban los dedos al acercar su mano y temió que éstos le fallaran y no se cerraran, pero por fin, con un súbito esfuerzo, llamó tres veces y luego se retrajo, temblando de nervios, esperando.

Las puertas se abrieron, y una luz preciosa, blanquecina, la envolvió y encegueció por un instante. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luminosidad, se vio en el interior de un salón, aún más grande que el patio a sus espaldas. Las columnas a sus costados eran su único sostén, pues así entraba la luz a raudales en el salón, también dorado. Dos guardias custodiaban la puerta de hierro, y Nina, fascinada por la belleza del salón, dio un par de pasos antes de que los mismos guardias le negaran el paso, cruzando frente a ella sus lanzas.

-¡Ay!

-¿Quién eres? –preguntó uno de los guardias.

-Soy Nina. Vengo a ver a Odín.

-¿Y con qué intenciones?

-Quiero entregarle su… brazalete.

Los guardias prorrumpieron en carcajadas. Nina los miró con zozobra.

-¡El brazalete! ¡Mira qué buena broma!

-Es verdad. –y Nina les mostró el magnífico objeto. Las risas se volvieron un grito de sorpresa, y luego, los dos guardias le miraron con desconfianza.

-Bueno, ¿cuál es el truco?

-¿Truco? –musitó Nina. –Ninguno.

-Es el verdadero brazalete. –murmuró el otro guardia. -¿Cómo es posible…?

Y para gran horror de Nina, el primer guardia la apuntó directamente con su lanza.

-¿Pero qué…?

-Déjate ya de juegos. –le contestó. –El único que podría haber traído de vuelta el brazalete no es otro sino el mismo que lo robó.

-¡Pero yo no lo robé!

-Déjate de juegos, Loki, y ahora di dónde escondiste los otros.

-¿Los otros qué?

-Hazlo o te juro…

-¡Basta ya!

Una voz más grave e imponente detuvo aquélla aterradora escena. Nina miró por encima de los hombros de los guardias a un hombre de barba y cabello blanco, vestido con la armadura de un guerrero y una larga capa del color de la sangre ribeteada de piel blanca; a su alrededor volaban los dos mismos cuervos que la joven había visto afuera del palacio, y en uno de sus ojos llevaba un parche.

Los guardias se inclinaron respetuosamente ante el personaje, y uno de ellos dijo:

-Ésta muchacha dice haber encontrado su brazalete, mi rey.

Nina extendió la mano, mostrándole el dorado brazalete al hombre, temblando visiblemente.

-Yo… encontré esto en una roca, en un bosque de Midgard. Y… aquí está.

El hombre tuerto alargó una mano, tomando con suma delicadeza el brazalete y revisándolo por todos lados. Nina lo observaba, y miraba de reojo a los guardias, que parecían aún algo molestos con ella.

-Mi rey –dijo uno de ellos. –nadie podría haberlo hallado con tanta facilidad a menos que ése alguien fuera…

-Silencio, ambos. –ordenó el rey. –Déjenme hablar a solas con ésta jovencita.

Los guardias volvieron a inclinarse y se apostaron al lado de la puerta nuevamente. Nina tragó saliva, mirando con cierto temor al rey.

-Lo siento, señor, pero yo quisiera pedirle algo…

-Eso será después. Ven conmigo. Tenemos mucho de que hablar.

-Pero… -la mirada de acero del hombre bastó para hacer enmudecer a Nina, que lo siguió obedientemente. Pasaron al lado del trono que se elevaba frente a ellos, franqueado por dos lobos que dormitaban tranquilamente, y llegaron hasta una segunda puerta que llevaba a un salón más pequeño, en cuyo centro estaba una larga mesa de banquetes.

Nina y el rey anduvieron hasta el magnífico balcón que estaba a un lado de la mesa, y la joven dio un suspiro al ver desde ahí el enorme bosque que apenas había vislumbrado al final del arco iris.

-Esto es tan hermoso. –musitó.

-Bueno, hija del Recinto Central, ¿cuál es tu nombre? –le preguntó el rey.

-Nina. Disculpe, ¿es usted el dueño del brazalete? ¿Usted es Odín? –el rey asintió. –Bueno, sólo quería comprobarlo, he visto ya tantas cosas…

-No las suficientes, según parece. –replicó Odín, que miró su brazalete a contraluz. -¿Sabes qué es esto, Nina?

-Un brazalete de oro.

-Es más que eso. Se trata de un objeto perteneciente a una colección exclusiva de bienes cuyos dones mágicos han sido la causa de tantos revuelos. Éste es sólo una de las reliquias de los Ases y los Vanes.

Nina parpadeó sin comprender.

-Perdone, dijo las reliquias…

-Las Reliquias de Ases y Vanes, Nina. Nuestras reliquias dotadas de un poder místico al que nosotros solos no podríamos acceder jamás. No sabes al gusto que me da haber podido recuperar este, y haber logrado salvar del brutal saqueo mi lanza. Éste brazalete –dijo. –puede convertirse en ocho réplicas idénticas cada nueve días. En ellos reside su poder.

-La verdad no suena muy útil. –dijo Nina. –Sin ofender.

-No me ofende. Eso significa que la codicia no hace gran cosa en ti, Nina, y es justamente por eso que necesito hablarte tan seriamente. No sé en qué circunstancias hayas encontrado el brazalete y deseo saberlo.

-Pues fue una situación extraña. –Nina se quedó mirando el bosque, con los codos apoyados en el balcón. –Yo estaba en un lugar muy diferente, un lugar que yo conocía bien. Entonces había un arco, un arco de piedra lleno de runas, y lo crucé…

-¿Cruzaste un arco con runas antiguas sin pensar en sus posibles consecuencias?

-Eh… sí. –Odín le echó una mirada indulgente, y Nina se sintió cohibida. –En fin, cuando lo crucé estaba en un acantilado en medio del mar, y había también un bosque. Caminé por el bosque y me acosté sobre una enorme roca, y debajo de ella, como si se le hubiera caído a alguien, estaba este brazalete. Y entonces salió éste monstruo horroroso que apestaba y traía una porra…

-¿Un ogro? ¿Lograste salvar la vida del ataque de un ogro sin usar ningún arma?

-Fue pura suerte. Me tropecé y caí en la entrada de la casa de unos enanos. Ellos me llevaron adentro y así fue como supe… del brazalete.

-Claro. Ahora entiendo. –Odín asintió. –Quiero contarte algo, Nina. Algo muy importante, y algo muy terrible. –la muchacha dio un respingo, mirando al rey con sumo interés. –Hace algún tiempo, hubo una asamblea en la que los Ases y los Vanes se reunieron con la intención de formar una alianza definitiva que mantuviera la paz en los Nueve Reinos. Entre algunas de las cosas que se decidieron ahí, fue la de poner a resguardo nuestras reliquias, objetos mágicos de gran importancia; me resistí a entregar mi lanza, aunque Thor insistió en que era lo justo, y preferí dar mi brazalete. Todos pusieron algo suyo ahí. Frigga dejó guardadas sus madejas con las que teje las nubes, Freya dejó su collar, su hermano Frey dejó a su jabalí de oro, Thor dejó su martillo, Idunn entregó una manzana dorada, Heimdall su cuerno, y Loki su anillo de fuego.

Nina apenas respiraba, atenta a aquélla historia.

-Todos guardamos las reliquias en un lugar seguro, en el corazón del Recinto Central. Pero no contamos con que entre nosotros había un ladrón, que no tardó en violar el sitio y llevarse todas las reliquias y luego entregárselas a sus peligrosos aliados por todos los nueve reinos. Existen, pues, perdidas aún siete reliquias, y hasta ahora nadie había tenido la suerte de encontrar una de ellas, y mucho menos de devolverla a su dueño.

-Suena espantoso. –dijo Nina. -¿Pero qué sentido tiene, robarlas y no utilizarlas?

-Al entregarlas a nuestros enemigos, nuestras fuerzas se han mermado. Aunque no nos guste admitirlo, Asgard está al borde de la decadencia. Sobrevivimos aún, porque existe un poder mágico lo suficientemente fuerte y protegido como para ser apagado, aún por el experto ladrón que nos despojó de las reliquias, pero no soportará por mucho tiempo al Iggdrasil, y nosotros creemos que el árbol del universo tampoco lo hará. Y eso es lo que tememos. Con cada reliquia, nos acercamos de nuevo a nuestro poderío, pero sin ellas somos vulnerables. Pronto llegará el invierno, y con él yo debo dejar desprotegidas estas tierras, imagina el riesgo que correríamos entonces.

-Señor, ¿quién robó ésas reliquias? Los enanos no quisieron decirme.

Una risa amarga salió de boca de Odín. Luego, respondió:

-Tienen motivos para no querer ni mencionarlo siquiera. Ésas reliquias magníficas proceden todas de manos de los enanos, y curiosamente nuestro ladrón fue quien nos las obsequió en primer lugar. Es una historia fastidiosa que no viene al caso, pero te diré lo más importante de todo esto, que él no las robó por simple gusto, sino con un propósito claramente siniestro. Se trata de un pariente nuestro, no de sangre ni linaje, pero de amistad y lealtad, las cuales suele olvidar con tal de jugarnos bromas por demás pesadas y hasta peligrosas.

-¿Bromas?

-Así es. El ladrón de las reliquias no es otro que el decimotercer As, el maestro del engaño, Loki.

-¿Loki? ¡Así fue como me llamaron los guardias! Pero eso no…

-Loki es muy bueno disfrazándose y adoptando otras formas. Uno no sabe que está ahí hasta que se manifiesta, pero eso no es todo. Tiene su poder en el fuego, y como él, puede crear artefactos e ingenios que sirvan para el bien, o para el mal, o simplemente puede destruirlo todo. No dudamos que se haya apoderado de su propio anillo ígneo cuando entregó las reliquias a los monstruos de los nueve reinos, y eso es lo que más nos preocupa. No existe una magia permanente que pueda controlar a ése fuego enloquecido, nada.

Nina tragó saliva y sintió un escalofrío.

-Y es por eso –continuó Odín. –que celebro tu pronta llegada. Haz logrado encontrar una de las ocho piezas faltantes, y es ahora tu deber traer de vuelta a Asgard las reliquias faltantes.

-¿Qué? –gritó Nina, horrorizada.

-Viajarás por los nueve reinos en busca de las reliquias, y las traerás al palacio a donde pertenecen.

-¿Pero porqué yo?

-Porque es tu deber, Nina.

-No. Esto es un error. –dijo ella, retrocediendo. –Yo llegué aquí por accidente, usted mismo lo dijo, yo crucé el arco sin saber de su poder y terminé en un bosque perseguida por un asqueroso ogro y luego en una cueva llena a rebosar de enanos y ahora…

-Y ahora estás aquí. Sana y salva, por lo que veo.

-Yo me siento como si me hubiera arrollado un tren.

-Sólo lo dices porque estás asustada, y lo entiendo. No te mentiré, ése ogro fue cosa fácil en comparación con otros seres que habitan el exterior. Hay gigantes, hay fieras ígneas, hay elfos negros que no sienten compasión alguna por sus víctimas, incluso es posible que en este viaje tengas que enfrentar al peor temor de todos, a la muerte misma.

-No… -susurró Nina en voz tan baja que fue inaudible.

-Pero créeme, Nina. Tú más que nadie eres la persona indicada para una misión como esta. No creas que llegaste al azar, llegaste por un accidente, sí, pero no por el azar. Entraste a este mundo con un propósito, y ése propósito se te ha presentado a la cara con tanta claridad como la del agua cristalina.

-Señor… yo nunca he hecho algo así… ya le dije que lo del ogro fue suerte… también el brazalete, yo no sabía…

-Deja de huir de tu destino, porque al final te alcanzará de una manera o de otra. Deja de pelear contra él y acéptalo como tu amigo. Al final de tu misión encontrarás, muy seguramente, lo que venías a buscar.

-Pero… yo… -Nina clavó los ojos en el suelo, sintiéndose mareada. –No sé si pueda hacerlo, yo…

-Créeme, podrás. Ahora… vienes de muy lejos y dentro de unas horas tendremos un banquete. Debemos celebrar el regreso de la reliquia. Llamaré a unas sirvientas para que te preparen.

-¿Para que me preparen?

-¡Para el banquete! Ése vestido tan raro no quedará nada bien frente a las regias ropas de las diosas, créeme.

Nina se llevó una mano a la cabeza, temiendo sufrir un colapso.

-Éste –dijo. –es el sueño más loco que he tenido en toda mi vida.



1 comentario:

Reinhardt Langerhans dijo...

¡Heimdall! D: Yo los conocía como una banda muy padre de metal italiano XD Y de hecho, en la portada sale un tipo con armadura protegiendo la entrada a un lugar [hasta hace unos minutos] desconocido para mí :3

En fin, entrando en materia... ¡Ya se le armó para Nina! XD Parece que la mandaron de chalana a hacerle la chamba de Odín :S ¿Pero la dejarán ir así sin más? Es decir... mínimo dénle una espada y un escudo, ¿no? D:

Va buena la historia y parece que se avecina algo mucho mejor :3
Proseguídla, por favor, lo antes posible n.n

¡Saludos! :D