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sábado, 9 de julio de 2011

LA FALSA CENICIENTA Y LA CASA QUE NO ESTÁ

Nótese el sentido poético de la entrada, porque esto verdaderamente está de fábula: la historia de la criada que se convierte en princesa hasta a medianoche y un momento de melancolía, de esos que me dan cuando ando muy sensible.
Pasaré eternamente por alto el hecho de que por fin he terminado el bachiller, e ignoraré lo mal que la pasé sentada en un camión qu parecía auto-sardina (dos veces) usando unos ridículos zapatos negros que combinaban fatal con una toga roja de la cual ya les hablé, y claro, el hecho de que hayamos durado más de cinco horas en el dichoso evento y de que la Señorita Sacatripas haya (literalmente) echado a correr apenas ver a Mamá Loba sentada en primera fila. Lo que ocurrió al día siguiente fue aún más perturbador.
Verán: mi abuelita santa tiene por profesión ser docente en materia de la industria de la moda (o sea que enseña alta costura, pues) y para finalizar el curso había que hacer una exposición de los vestidos. Desafortunadamente la exposición incluía una pasarela obligatoria, y a falta de modelos decentemente preparadas, mi abuela no tuvo reparos en... ajá, ponerme a mí a modelar un diseño de uno de sus alumnos.
NUNCAMÁS: (escupiendo la rata que acababa de cazar) ¿TÚ? ¿MODELANDO? Dios... de verdad se acabará el mundo en el 2012...
Ay, no exageres, no me fue tan mal ¬¬
Primero fue necesario cambiarme un poco la cara, y como no se venden caras de supermodelos en las tiendas pues la maquillista tardó casi una hora en darme un aspecto humano a mi cara, alegando que mis ojos eran demasiado grandes y redondos, que mi nariz estaba rara, que mi boca tenía un color rojizo natural que no ayudaba en nada -____- y un eterno blah blah blah que creí que terminaría.. hasta que se puso a alaciarme el pelo y protestó porque era demasiado corto.
Y luego de eso... ¡a encasquetarme el vestido! estaba lindo, lo acepto, era de un color verde con adornos plateados (que afortunadamente no resaltaban) y mi patética vanidad se vio volando cuando el dichoso diseñador comentó en tono dizque confidencial a mi abuela que, de las cinco o seis "modelos" que éramos, a mí se me veía mejor el vestido. Claro, con lo ridículamente flaca que estoy... ¬¬  pero también mencionó que es muy difícil que aquél tonito de verde quedara bien con la piel de alguna persona (insinuando que mi piel sirve para colores muy raros, o como él dijo, colores "exclusivos"... ajá, como no, tan exclusivos como las fotos de las Malvadas Susanas de aquélla página de fans).
Total que la Lobita pasó de ser Lobita a Lobicienta en menos de lo que les cuento, aunque el príncipe (a.ka el diseñador) era lamentable y la calabaza (o sea el camión) se había tardado mucho en pasar, pero la tortura fue aun peor: fue casi una hora de estar parada sobre unos tacones que me estaban lastimando hasta que nos permitieran salir, todas comodamente acomodadas en un pasillo donde medio mundo cruzó y me pisaron como ocho veces y, finalmente, salimos.
¿Quieren saber qué tal me fue? Es algo ambivalente: por un lado hice el ridículo porque mientras las demás modelos daban lentas vueltas sobre la plataforma yo tuve el descaro de actuar cual actriz-cantante de ópera y lucir como cisne verde frente al jurado, y por otro me fue bien porque me aclamaron. Pero hay que añadir el hambre que me hizo comerme lo primero que me hallé (un sandwich que no sé muy bien de quién era) junto con una coca-cola (oooh, pepsi, perdóname!!!), y los kilos de fotografías que los jurados, el colegio y los espectadores en general gastaron en mí. Como dije, totalmente ambiguo.
Pero pasemos a otros temas más nostálgicos. Hoy, en nuestro "rincón de la poesía urbana", les hablaré de la casa que ya no está.
Cuando me subía al 7A para irme hasta el centro escolar, el camión daba vuelta por una zona que parecía una barranca en miniatura, era un terreno cubierto con follaje, algunos árboles y que decrecía, como un cañón, hasta el fondo cubierto de viejos troncos y el cadáver de un riachuelo que alguna vez cruzara por ahí. Sobre aquél cañón minúsculo, había una casa hecha totalmente de desperdicios, pedazos de madera, de cartón, algunos ladrillos... afuera, había un ridículo tendedero donde colgaban, como pieles agonizantes, las ropas de los que vivían ahí. Reía para mis adentros, al mirar sobre mi hombro izquierdo y ver los condominios gigantescos que le hacían frente a esa casita humilde y miserable que, no sé porqué razón, me alegraba el paseo y me llenaba la cabeza de ensoñaciones, de dudas, de futuros y de patrias perdidas.
Pero sucedió que un buen día, volví a la ruta 7A, me senté en el mismo lado, cruzamos junto al terreno y... la casa ya no estaba. Se esfumó como en un sueño silencioso, como una fantasía rota, como un canto interrumpido. En el sitio donde estuviera aquélla casa, ahora solo era visible un círculo de cenizas negras, y retazos de tela que me hicieron estremecerme. ¿Qué había sido de ese, mi castillo imaginativo, que un día estuviera ahí llevándome a soñar con letras que la ovacionarían y la engrandecerían, y que al otro se había esfumado en un montón de negrura y luto?
La casa que ya no está.. ¿dónde estará ahora?


P.D Acuérdense de seguir votando, un post más y se acabó.

2 comentarios:

Michell Cerón dijo...

Y la gran pregunta es: ¿Donde estan las fotos de Lobita en vestido de noche y tacones?

Guerrero dijo...

Deberçian vender caras en las tiendas, creo que sería un negocio para muchos.
Pero lo bueno de la magia es que ocurre en todos lados menos en los grandes condominios.

saludos