FAVOR DE ALIMENTAR A HOLMES Y A HELSING, GRACIAS.



lunes, 28 de marzo de 2011

CUENTO DE TERROOOOOOOOOOOOR...

... Y fíjense ustedes que Mr. Hyde me dio una buena idea: a la primera persona que nombre correctamente los cuentos que están entremezclados en esta historia, se ganará... un premio sorpresa ^^ ahí les va!! EL ESPEJO DE AMELIA Nunca existieron los días en que hubieras podido amarme; pero aquella a quien en vida aborreciste, será adorada por ti en la muerte. MORELLA, Edgar Allan Poe Haber tenido que heredar la casa de su bisabuela resultó en uno de los menos memorables de sus recuerdos, pues la última vez que había estado ahí, cuando su abuela aún vivía, el edificio de aspecto adinerado y soberbio, pero siniestro, presentaba una fachada verdaderamente macabra que le ponía los pelos de punta. Lo peor era haber tenido que pasar la noche ahí, atormentada por los gemidos y sollozos provenientes del piso de abajo, el día que su abuela se murió. Pasó toda la noche encerrada en una de las amplias habitaciones, ricamente amueblada como se acostumbraba hacerlo dos siglos atrás en las casas de los ricos, de los nobles; acompañada solamente por el susurro del viento en el exterior que arrastraba las hojas que cruelmente le arrancaba a los jóvenes castaños, a los vigorosos robles, a las inocentes jacarandas, y el mirar helado de los daguerrotipos que aún colgaban, inmóviles, en las paredes tapizadas. Uno nunca juraría que la casa hubiera sentido el paso del tiempo, pues sus tapices, sus suelos, sus alfombras y sus numerosos adornos provenientes de quién sabe cuántas culturas y mundos resplandecían con la sutileza femenina, por decirlo de cierto modo, tan imponentes como el primer día que fueron colocados, allá por el año de 1848. Ese año fue de gran devastación para la patria. Los americanos acababan de quebrar la parte norte del país, llevándose consigo todo lo que se extendía hasta el río Bravo y pagando por ello una miseria que al menos aseguraba al territorio superviviente la posibilidad de seguir existiendo de manera independiente; lo peor estaba, naturalmente, por venir, con la intervención francesa y las guerras internas, pero por el momento, lo que más le angustiaba a los mexicanos era la violenta pérdida de sus tropas, su territorio y hasta sus vidas propias. Fue por eso que era imposible creer, entre tanto cogollo de gente indignada y atemorizada por la siempre latente amenaza de una segunda entrada del ejército estadounidense, que alguien se atreviera tan tranquilamente a cruzar de un terreno enemigo al otro sin darle importancia a lo perdido ni a lo sufrido. Esta personalidad era nada menos que Amelia Quevedo, una mujer de riquezas que habíase casado con un pobre diablo colmado de dinero en los Estados Unidos; había vuelto viuda, sin hijo alguno y con un verdadero tesoro de joyas y oro, a establecerse en su vieja ciudad por la nostalgia que sentía por su patria, o quizá, porque allá en territorio de habla inglesa no le quedaba nada más. Decían las malas lenguas que ella sola habría acabado con las arcas de cierta ciudad muy al norte, llamada Baltimore, en la cual había vivido los últimos dos años en completa viudez y deleitándose con cosas bastantes peculiares. Doña Amelia regresó a México con una nostalgia firmemente hundida en el corazón, que nunca comunicó a nadie ni dejó exteriorizarse, pero quienes verdaderamente la conocían, descubrieron antes de su partida que la verdadera razón por la cual no quería seguir viviendo en Norteamérica era porque estaba herida en lo más hondo. Doña Amelia, desde niña, había demostrado una verdadera frialdad de espíritu, y esa misma frialdad iba acompañada de un encanto misterioso, fascinante, aterrador, que despertaba el interés de los hombres y doblegaba hasta a las mujeres más altaneras. Ya en Baltimore, se reconocía entre la multitud con su vestido de luto, acompañado por una mantilla española de rico tejido, bajo la cual se echaba de notar un broche que tenía la forma de una magnífica rosa; todos se impresionaban con aquélla visión espectral, y también se sentían fascinados por la enormemente magnífica presencia de la joven viuda, que tendría unos veintiocho años para aquél entonces. Aquélla hermosa y misteriosa dama vivió en total beatitud en Baltimore, sin que nadie entendiera el porqué aquél cambio en su actitud; sus amistades (o lo que pudiera considerarse como amigo) se dieron cuenta de que, día con día, la viuda se hundía en una melancolía extraña, anormal, pero aquélla extraña tristeza parecía haberla vuelto aún más hermosa, más radiante para todos, excepto para ella misma, que un día concluyó que no soportaba seguir viviendo lejos de su país natal y, acabada la guerra, volvió a México, sin despedirse correctamente de nadie y dejando tras de sí, en su lujoso hogar, un guardapelo que fue imposible abrir. El guardapelo, hecho de plata pura, pendía sin vida de un clavo al lado de la enorme ventana frente a la cual doña Amelia se sentaba a mirar el infinito y a leer, porque en sus últimos tiempos en Estados Unidos leía bastante, aunque nadie sabía qué leía. Su llegada no mejoró visiblemente su actitud. Durante algún tiempo, sus criados se sorprendían al escucharla suspirar, ya muy entrada la noche y aferrada a sus libros, musitando de cuando en cuando una palabra, “Raven” (Cuervo), en cierta ocasión la servidumbre notó cómo, mientras leía, se tocaba inconscientemente el pecho y dando un gran salto, gritó con gran pavor: -¡Raven! ¡Raven! ¡Oh, mi pobre Raven! Nadie ahí sabía qué diablos era ese tal “Raven”, aunque sospecharon que debía ser algún hombre que se le había quedado en Estados Unidos, aunque nada que sucediera antes ni ahora podían comprobar dicha teoría, pues se supo bien que Amelia nunca se acercó con intenciones amorosas a nadie más luego de la muerte de su esposo. Luego de aquél ataque respecto al misterioso “Raven”, Amelia se calmó y volvió a sus viejas actitudes. Se casó con un hombre de buena posición y vivió tranquila unos años más, hasta el día aquél en que murió. Nadie supo exactamente cómo fue que el tiempo y la casualidad conspiraron para que cosas imposibles y aterradoras se dieran cita al mismo tiempo. Doña Amelia, que cayó enferma de algo misterioso, comenzó a convertirse en una sombra auténtica, y como sucedió durante su etapa de melancolía, se volvió aún más hermosa que nunca; su marido la miraba, primero con pena, luego con preocupación al notar que, cuando los médicos le confirmaban que su mal era desconocido y por tanto no tenía cura, ella sonreía con un alivio indescriptible, y después, sólo después, el marido comenzó a ponerse verdaderamente molesto con la silenciosa presencia de Amelia, quien a la par que él se enfurecía por lo tardado de su partida, sonreía y se ponía más feliz que nunca. Fue sólo entonces que Amelia pidió tinta, pluma y papel para redactar personalmente su testamento, y luego de eso, llamó a su esposo. -Ten. –le dijo suavemente con dulzura, tendiéndole un sobre sellado. –Aquí dentro está mi testamento, firmado y declarado. Léelo cuando mi hora llegue y ten siempre en mente que todo lo que he sentido por ti, hasta lo más mínimo, ha sido siempre sincero y sin ambigüedad. Esto último sonó casi como un reproche, y el esposo tomó el sobre con cuidado y temblando. Amelia sonrió una vez más, y un gesto de triunfo cruzó su faz. Al momento en que ella exhalaba su último suspiro, en su vieja casa de Estados Unidos, un criado logró abrir, para deleite del nuevo amo de dicho lugar, el grueso guardapelo de plata. Al ver lo que contenía en su interior, ambos hombres palidecieron, y sin querer saber nada más, arrojaron a las ardientes llamas el precioso objeto y jamás revelaron lo que vieron en su interior. Y, al mismo tiempo, el edificio del cual el segundo marido de Amelia era jefe, colapsó sin motivo alguno, destruyendo todo el trabajo de cientos de personas. Los entierros se llevaron a cabo puntualmente, y sólo entonces el marido asistió con un notario para que le leyera el testamento. Su horror no conoció límites al escuchar que de la inmensa fortuna poseída por Amelia no heredaba ni un solo centavo; sintió un doloroso nudo en el estómago, y exigió al empleado una explicación. Por toda respuesta, el hombre le mostró unas copias firmadas de varias transacciones hechas por Amelia antes de morir que eran perfectamente legales y que explicaban con puntos y comas que la casa permanecería tal y como estaba; no podía venderse ni rentarse, y el viudo no merecía ni el dos por ciento de lo que ahí se encontraba. Pero las cosas no se detuvieron ahí, se puso peor. El hombre encontró que, dentro del sobre, venía también una carta del tipo personal escrita por Amelia; la leyó, más por convicción que por deseo de saber algo, y por entender porqué ésa maldita lo había dejado en la calle. Lo que leyó lo estremeció hasta lo hondo de su alma: Sé que nunca me amaste de la manera en que yo pude haberte amado, ni con la misma intensidad con la cual te toleré y te tomé cariño ya estando casados. Es por eso que hoy, Gustavo mío, te confirmo tu lugar en este y en cualquier otro mundo como un simple vehículo, como un lacayo o un sirviente que solamente me sirvió para llevar a cabo mi feliz propósito de tener algo de vida normal. Mi partida no te provocará ninguna tristeza, al menos ninguna que vaya más allá del dolor natural que siente un ser humano ante la desgracia de un desconocido, y por tanto te anuncio que de mis arcas, que codiciaste desde el día que nos conocimos, no verás ni un centavo. Quienes sí verdaderamente gozarán de esta fortuna serán mis descendientes, hijas de el único amor auténtico que pude sentir en vida, y que terminó orillándome a convertirme en lo que soy y seré a partir de ahora. Olvídame, pues, y maldíceme en tu memoria, pero de tu estirpe y de tu legado no quedará nada que no venga de mi decepción y desprecio. El viudo se quedó horrorizado. Leyó varias veces la carta sin comprender del todo su significado, sobre todo la parte final en que Amelia hablaba de su “descendencia”. ¿Cuál, si nunca tuvo hijos ni en ese matrimonio ni en el anterior? La respuesta tenía un tinte que sólo podía existir en la imaginación de un loco: la descendencia sí existía, y de hecho, había existido sólo cuando Amelia murió. Los médicos no quisieron decirle nada al hombre porque ni ellos explicaban cómo fue que, de un cuerpo muerto y sin señales algunas de un embarazo había tenido una hija en plena morgue. La niña estaba muy fuerte y sana, y siendo reconocida como la hija de Amelia, adoptó el apellido de soltera de su madre y fue protegida por una familia hasta que pudiese heredar libremente los bienes de su progenitora. Eso fue el colmo para el viudo, quien simplemente no podía entender; no le importaba el misterio del nacimiento de aquélla criatura, que por encargo escrito de Amelia en su testamento fue llamada Ligeia (nombre raro y nada conocido en aquéllas latitudes), sino que le enfurecía la evidente infidelidad de su esposa. Además de pobre era cornudo, y una bastarda extraña sería la heredera universal de tantas joyas, oro, plata y hermosos objetos que valían más que el dinero pagado por los americanos a Santa Anna para “comprar” el norte de México. Para concluir el misterioso capítulo de la vida y muerte de Amelia, el viudo Gustavo murió en la mayor de las pobrezas sólo unos meses más tarde, llevado por la peor de las locuras y con señales inequívocas de haber sido víctima de un violento ataque. Ligeia, la pequeña tataranieta de doña Amelia, llamada así en honor a su bisabuela, era lo que se dice un verdadero retrato de aquélla mujer tan magnífica. Era el mismo color de ojos, de cabello, la misma complexión y hasta la misma sonrisa torcida, aunque Ligeia no tenía el humor para ser tan despiadada como doña Amelia. Ya tenía sus doce años cuando su madre se vio obligada a volver a aquélla casa que no visitara desde que tenía nueve años, atormentada por los ruidos misteriosos y las sombras. Ligeia, por su parte, encontraba a la casa como un patio de juegos cerrados, y recién llegada corrió por los pasillos y llenó el lugar con sus risas y su felicidad. Los daguerrotipos y los cuadros colgados por todas las paredes no parecían incomodarla, y tampoco la oscuridad existente en algunas habitaciones. Era imposible creer que nada hubiera cambiado en tantos y tantos años, ya no digamos décadas, pero así era. la madre de Ligeia, Rosa, no veía con buenos ojos ese mutismo tan antinatural en la casa, y tampoco entendía porqué demonios a nadie se le ocurrió venderla en tantos y tantos años. Su abuela, Ligeia, hija directa de Amelia, no vendió la casa y vivió hasta la avanzada edad de 99 años; su hija, Carolina, acababa de morir, luego de heredar también la casa, contando ya con 70 años. Rosa tenía en aquél entonces 37 años, y aún recordaba la manera en que la casa había pasado de mano en mano, todas descendientes por línea directa de la dueña original. Era verdaderamente curioso que en todos los matrimonios, sólo hubieran tenido hijas, y más específicamente, una hija, todas de la misma clase y aspecto que la anterior, pero en todo caso, ninguna se parecía tanto a Amelia como ella, su pequeña Ligeia; le puso aquél nombre en honor a su querida abuela, que solía entretenerla durante sus visitas contándole cuentos de terror muy peculiares. Además de ello, en la casa rondaban siempre varios gatos de distinto pelaje, aunque el favorito de su abuela siempre fue un peludo y vanidoso gato negro, el único que gozaba de un nombre real, pues mientras sus compañeros se llamaban Misifús o Lirón o Peluche, él era cariñosamente llamado bajo el nombre de Edgar. Edgar se paseaba frente a Rosa con ademanes de rey, mirándola sobre el hombro hasta el triste día en que falleció. Para sorpresa de todos, el mimado gato vivió a una edad terriblemente avanzada, es decir, hasta los 19 años. Rosa sabía que su abuela había tenido al gato desde recién nacido, pero aún así el animal vivió largo y tendido, como ningún otro animal que la anciana tuviera; Rosa recordó el último día que vio con vida a Edgar: fue cuando llevó a su hija recién nacida con su madre, que había decidido pasar algún tiempo en la casa materna. El gato, que se la pasó sus días arrinconado a un lado de la vieja chimenea, se acercó ronroneando vivamente, mirando con sus ojos brillantes al minúsculo bulto que era Ligeia. Con ademanes casi humanos, Edgar se acercó a la pequeña, olfateándola con sumo interés y ronroneando mientras Ligeia reía a carcajadas al sentir los pelos del gato en su cara. Rosa apartó al animal con un débil empujón, y para su sorpresa la fiera se puso furiosa y le largó un zarpazo. Con la niña en brazos, Rosa le dio tremenda patada a Edgar, que salió bufando del salón. Al día siguiente se dieron cuenta, con gran horror, que el gato amaneció colgado de un árbol afuera de la propiedad. -Los malandrines de ahora. –suspiró su madre con gran pesar, y enterraron al gato en el jardín al lado de un bello adorno de piedra sobre el cual habían tallado la imagen de un palacio junto al mar. Esos fueron los últimos hechos trascendentales vividos en ésa casa, sin contar los vividos anteriormente, como el día que la abuela de Rosa murió y por varios días, juró escuchar, en el interior del cuarto de la anciana, un violento y penetrante latido de corazón. Buscaron por todos lados de dónde podía provenir ése latido, pero no encontraron nada, hasta que dieron con la habitación circular. Aquélla habitación estaba escondida convenientemente tras un tapiz que representaba una escena cómica, de una mascarada en algún palacio y, al centro, se veía un bufón atando a un grupo de horrorosos orangutanes. La habitación circular estaba dividida por siete colores: azul, púrpura, verde, amarillo, blanco, violeta y negro. En éste último fragmento de la habitación había un reloj de ébano ricamente tallado, que sus míseros tic tac producían el falso efecto de un corazón latiendo que tanto había angustiado a Rosa; el porqué había un cuarto ahí y porqué estaba decorado de ése manera, nadie lo supo jamás, pero la niña, con sólo echarle un vistazo, no quiso volver a entrar ahí. Cerraron dicha habitación con llave y Rosa le prohibió a Ligeia acercarse a la recámara de su tatarabuela. La niña se decidió a obedecer al pie de la letra las instrucciones, y durante la tarde, estuvo jugando muy animada en la sala, acompañada de su madre. En uno de sus juegos, se escondió debajo de un sofá, y salió gritando llena de emoción llevando algo entre las manos. -¡Mira, mamá! –gritó, agitando las manos abiertas frente a los ojos de su madre. La mujer se quedó perpleja al ver que aquello no era más que un bicho, un escarabajo, pero no un escarabajo real; se trataba de un objeto de oro con forma de escarabajo rinoceronte que había yacido sin importarle a nadie por largos años y estaba ligeramente cubierto de polvo. -Ten cuidado con los que agarras, Ligeia. –le advirtió Rosa, tomando el insecto y dejándolo en la repisa. Ver ésa figura de oro la había hecho sentir un pavor que no recordaba sentir desde hacía muchos pero muchos años. El resto de la tarde transcurrió en total calma, y por fin, Rosa mandó a dormir a Ligeia. La colocó en una habitación al lado de la suya, a la cual primero le descolgó los retratos y los guardó con llave en el ropero. Luego de eso, caminó hasta la habitación de su hija, y la encontró sentada en el alféizar de la ventana riendo suavemente. -¿Qué haces, hija? –le preguntó Rosa. La niña sonrió, dándose la vuelta, y dijo: -Mamá, he visto a un cuervo. Estaba posado aquí, en mi ventana, y ¡mira! –le mostró nada menos que un par de plumas, negras como la noche, atrapadas entre sus dedos. -¡Le he arrancado al pobrecito unas plumas mientras lo acariciaba! -¿Un cuervo? –preguntó Rosa, confundida. Se asomó por la ventana y no vio nada en el cielo. Jamás había escuchado nada respecto a cuervos en ésa región del país, y supuso con cierto alivio que Ligeia debió confundir a un pobre zanate con un cuervo. La llevó a la cama y le dio un beso de las buenas noches. Rosa no pudo dormir bien, su sueño era demasiado inquieto; en cambio, Ligeia dormía plácidamente, hasta que al darse la vuelta oyó un graznido en su ventana. Se despertó, y se sorprendió al ver de nuevo al hermoso cuervo al que le arrancara las plumas tan sólo un par de horas antes. Se puso de pie, incitada por la curiosidad infantil, y abrió la ventana; el ave no se inmutó. -¡Hola! –saludó ella en voz baja. -¿Qué te trae por aquí? Por toda respuesta, el animal soltó con un golpe un objeto metálico a los pies de Ligeia. Dando un agudo graznido salió volando hacia la noche perdiéndose en la distancia; confundida, Ligeia se inclinó y vio que el pájaro acababa de arrojarle una llave de aspecto antiguo. Fascinada por el descubrimiento, Ligeia decidió ir a despertar a su madre, para mostrarle la preciosa llave; pero cuando salió, no dirigió sus pasos a la recámara de al lado, sino que se siguió de largo todo el pasillo hasta llegar nada menos que al cuarto de doña Amelia. La niña llamó con los nudillos varias veces sin obtener respuesta, y frustrada, hundió la llave de manera inconsciente en la cerradura. Cuál no fue su sorpresa al ver que la puerta se abría. Sin detenerse a pensar en nada más, abstraída como estaba por aquélla aventura, Ligeia entró a la habitación sin cuidar de cerrar la puerta, y exploró largo rato el lugar. Le gustaba su aspecto principesco, y quiso echarse a dormir en la cómoda cama con hermoso dosel y cabecera magnífica, cuando oyó un gemido extraño proveniente de quién sabía dónde. Intrigada, Ligeia husmeó debajo de los muebles y a través de la ventana, hasta que dio con el sorprendente tapiz de la mascarada. Los gemidos venían de su interior, y la niña empujó el tapiz, que se abrió sin producir ningún sonido, y entró a la habitación circular. -¡Oh! –exclamó maravillada. Recorrió el lugar color por color, hasta llegar al lado de color negro. Miró el enorme reloj de ébano, escuchando su suave tic tac que jamás se había detenido, y entonces, de lo alto del reloj, saltó un fardo negro que, llegando a sus pies, maulló con dulzura. -¡Un gato! –musitó la niña, tomando al animal en brazos. El gato ronroneó, como si reconociera a una vieja ama amorosa, y Ligeia se encariñó muy pronto con él; entonces, el gato la miró con sus grandes ojos amarillos y saltó fuera de sus brazos, caminando con la cola muy erguida en dirección a la puerta. Ligeia, como hipnotizada, lo siguió. El gato negro guió a Ligeia por los pasillos oscuros de la casa, la hizo bajar los escalones y caminar hasta una pequeña sala de estar apartada del resto de la casa, un sitio que no había llamado la atención de la niña antes; era este un sitio peculiar, con una amplia alfombra en colores pálidos, muebles ricos de madera oscura pulida, una ventana amplia por la cual entraba a raudales la luz de la luna, y un espejo, grande, ovalado, solitario en ésas paredes desnudas de retratos. Aquél espejo tenía una historia muy curiosa. En vida, Amelia le había rogado a su segundo marido que le comprara dicho espejo, como un simple capricho, pero después de un tiempo, lo mandó colocar en su salón privado, y se le iban las horas sentada frente a él leyendo, aunque ya no suspiraba como antes. Ése espejo resplandecía con la luz lunar, y Ligeia se acercó a él, como hipnotizada por un sutil encanto que la llamaba y le colmaba el alma y el corazón de emociones vagas, misteriosas, nuevas y más profundas que ninguna otra cosa en el mundo. Fue en ése instante que Rosa despertó, dando un gemido. Acababa de tener una vívida pesadilla y, en medio de sus nervios, decidió saltar fuera de la cama y ver a Ligeia, porque su corazón le advertía de un desconocido e inminente peligro revoloteando sobre la cabeza de su amada hija. Se atemorizó al ver que Ligeia no estaba en su recámara, pero al oír el estertor del falso latido, un miedo de muerte se apoderó de ella y descubrió, con horror, que la vieja recámara de doña Amelia estaba abierta de par en par, así como su curioso tapiz. -¡Ligeia! –bramó Rosa, bajando precipitadamente las escaleras. -¡Ligeia! En una vuelta por un pasillo, encontró un hacha que debía ser usada si había una emergencia; la tomó sin saber muy bien el porqué y caminó hasta el oscuro pasillo que daba con el salón. Ahí encontró a Ligeia, parada frente al espejo. Rosa dio un suspiro de alivio y se acercó para abrazar a su hija. -Ligeia, mi hermosa… -susurró la mujer; pero sólo un segundo después palideció. Lo que abrazaba era, sin duda alguna, su hija; el reflejo en el espejo, sin embargo, no pertenecía a ella. Era la imagen viva y brutal de una mujer que llevaba más de ciento cuarenta años muerta, llevando un riguroso vestido de luto, y con una rosa magnífica entre los negros cabellos; la mujer en el espejo sonrió, dando la bienvenida a sus dos herederas: era Amelia. -¡Ligeia! –gimió la mujer, sacudiéndola por los hombros. -¡Ligeia! –le dio la vuelta, y la niña la miró totalmente confundida, como si no supiera muy bien en dónde estaba. Pero la presión sufrida ya había sido demasiada, y Rosa le dio una bofetada a su hija. -¿Porqué lo hiciste, Ligeia, porqué? La niña comenzó a llorar mientras una segunda bofetada caía en su rostro. El gato, que todo el tiempo había estado quieto, bufó lleno de rabia y se lanzó contra Rosa. Ésta se lo quitó de un tirón y, al verlo en el suelo, reconoció al gato de su abuela. -¡Tú! –saltó, mirando al gato con ira. Sin más, levantó el hacha y la dejó caer sobre el animal, quien se salvó de milagro gracias a su agilidad. Sólo así, Ligeia se recuperó, y se adelantó gritando: -¡No, mamá! –se inclinó para tratar de proteger al gato en el preciso instante en que Rosa descargaba un segundo golpe con el hacha. Éste dio de lleno en la frente de su hija. -¡NOOOOOOOOOOO! –bramó Rosa, llena de pavor al ver cómo el hecha caía al suelo mientras la sangre empapaba la frente de Ligeia. La niña la miró profundamente, asustada, sin pronunciar una sola palabra. Lentamente, miró sobre su hombro en dirección a la pared, Rosa hizo lo mismo, y ambas vieron cómo, en el espejo, se reflejaba nada menos que Amelia, mirando con indulgencia la terrible escena. Lo que sucedió después fue algo verdaderamente extraño, sólo comprensible bajo la teoría de que, en este mundo, cualquier cosa puede pasar. Luego de mirar el espejo por última vez, Ligeia se desplomó sin vida en el suelo, el gato, a su lado, se retorció con espasmos de un dolor misterioso, y luego de unos segundos pereció. Y justo un segundo después, lentamente pero sin detenerse, la casa se vino abajo, dejando tras de sí un montón de ruinas viejas, sin asomos de la grandeza que tuvo estando de pie, y lo último que se escuchó al terminar de caerse, fue el largo y claro lamento de una mujer, que se apagó suavemente cuando el viejo reloj de ébano dio su último y lastimero tic tac. FIN Así que... ya saben ;) chao!!!

sábado, 26 de marzo de 2011

NADA MAS POÉTICO Y ADORABLE EN EL ARTE... QUE EL ODIO MUTUO

Desde tiempos inmemoriables (que se vuelven más inmemoriables porque ya nadie tiene la cultura de leer o ver un canal artístico-cultural) el hombre sabe que el arte es la cosa más sublime jamás trabajada por sí mismo, en sus cientos de bellas expresiones soñadoras, magníficas y, en ocasiones, hasta perturbadoras. Oh sí, para la gente, el arte es bonito, tierno gentil...

¡JAJAJAJAJAJAJAJA! Sí claro, y yo soy fan del fútbol, ¿no?

Nuncamás: Solo cuando juegan los Cuervos de Baltimore.

¿Y qué? son por cuestiones semánticas ¬¬ menso.

En fin, que el día de hoy vengo a desenmascararlos, queridos Hartitos míos, porque... así es, el arte es TODO, menos tierno. ¿Un perrito es tierno? sí, hasta que le salen colmillitos y te muerde el inche dedo chiquitito del pie, ¿verdad? ¿VERDAD?
Pero bueno... la realidad es que hoy les hablaré sobre los llamados "asesinos de carácter", personas que se dedican en cuerpo y alma al noble (sarcasmoooooo) arte de darle en su 10 de mayo a la reputación de los artistas. No, no hablo de paparazzis cualquiera en la actualidad, hablo de algo más grave, son personitas que, llenas de envidia, rencor y hasta enamoramiento no correspondido (¡ah, caray...!) están dispuestas a despedazar, destripar e incinerar la memoria o la reputación viviente de algún músico/escritor/pintor, etc. Y luego creen que los paparazzis son un problema... ¬¬
Resulta que el otro día, mientras hacía la tarea de mi maestra de Arte, me puse a chismorrear en el internete y me hallé con una peculiaridad: un best -séller, La Cara del Miedo, que hablaba nada más y nada menos que de... sip, de Poe. Eran solamente 34 páginas pero con eso basta, creo yo, y me puse a leerlo a ver qué tal estaba (ya saben que ODIO los bést-séllers, pero bueno... era sobre Poe y el escritor es el mismo que escribió el libro de Insomnia, no me iba a negar...). Pues luego de 5 o 6 páginas me entró la risa loca (ésa que se me sale con el timbre de voz del Guasón) y grité:
-¡Este wey ha de haber visto la de Amadeus cuando escribió esto!
La trama hablaba de un Edgar inocente y pensativo, un asesino lector y un rival más amargado y más gay que nunca desde Batman El Caballero de la Noche. Sí, dije gay, porque luego de 20 áginas me convencí que Rufus Griswold, el enemigo mortal de Poe, lo odiaba a la vez que le gustaba. Ps bueno... en fin...
Todos los grandes artistas han tenido a sus enemigos, pero hay dos que resaltan entre todos los que aparecen en la historia: Antonio Salieri y Rufus Girswold.
Salieri, según nos cuentan, era un piadoso, bondadoso, gracioso y todo lo que termine en "oso" compositor, que tenía ganado el favor del emperador austríaco... hasta el día que Wolfgang Amadeus Mozart apareció. A partir de ese día, Salieri se tiraba los pocos cabellos que le quedaban tratando de sobresalir por encima del pequeño Mozart sin lograrlo. Al final de esta historia, aunque Salieri vivió más que el compositor de Salzburgo, murió con la única fama de ser un pobre looser envidioso.
En cuanto a Griswold, le historia se veía muy repetida: otro fanático religioso traumado y de buena posición que se la vivía criticando obras de otros escritores. Escribió una antología de poesía americana que, para desgracia suya, actualmente se le llama "cementerio de poetas" porque de todos los que aparecen ahí, solo dos o tres escritores se salvaron del eterno olvido. Y en cuanto a Poe... bueno, al principio se la llevaban bonito y todo padre, hasta que a Edgar se le ocurrió la idea de escribir una crítica en la que le dijo de cosas a algunos autores admirados por Girswold (y miren que para que ese cuate admirara a alguien estaba en chino...) y a partir de ahí ¡cuaz! se cayeron gordos. Luego aparece una muchacha que a los dos les gustaba y ps se puso peor. Total que cuando Edgar entregó los zapatos a Griswold se le ocurrió escribir una "memoria" que más bien parecía un cuento del marqués de Sade, de lo macabro que estaba, hablando de Poe como un borracho loco drogadicto mujeriego de cuarta, y tomaron años lograr salvar la reputación del pobre muertito después de esa sarta de mentiras.
Por lo tanto, tenemos una visión de lo que son estos enemigos, ¿no? personas trabajadoras pero que no entienden francamente el arte, medio traumaditos desde niños y aferrados a algo, ya sea la religión o su labor así, odiando profundamente a un igual más joven que ellos y a quienes desean darles en su mandarina. Y, ante estos pensamientos, se me ocurrió que...
Mozart y Poe apostaron contra Salieri y Griswold desde el Más Allá, y mi maestra y yo somos los objetos de la apuesta.
¿Porqué? Porque mi maestra ¡me odia! me detesta con todo su ser, cuando hay un concurso de escritura o poesía me pone más puntos bajos de los legalmente establecidos, me regaña cada dos por tres y me "corrije" mis "errores" artísticos con una sonrisita de autocomplacencia a los Gato Chesire. Por eso sospeché de esta apuesta, si no, ¿porqué changos nos caeríamos tan mal? Sip, lo admito, luego de un rato empezó a caerme gorda, pero tengo motivos, si supieran todo lo que me ha hecho...
Ansío el día que pueda meterle una cachetada. Me imagino que ese día, Poe y Mozart recibirán su pago por la apuesta y me dejarán tranquila, oh sí.
En fin, hoy no tenemos noticias ni misceláneos, porque tengo mucha tarea por hacer. Pero como soy buena (jajaja ¬¬) después, en cuanto lleguen los dos primeros comentarios, subiré una historia de terror cortita para que la gocen. ¡Chao!

miércoles, 16 de marzo de 2011

LA VENGANZA.......!!!

No gente, no me he vengado por fin de mi maestra de Arte, ni de las matemáticas, ni de mis enemigos naturales... bueno, no he podido vengarme ni de esa *** pulga que se me subió el otro día y me mordió un hombro (no pregunten cómo llegó una pulga a mí, es una historia que involucra a otra señora gorda con bolsa y un perro salchicha), y tampoco del viejo ese amargado que no quiso darme mi IFE ¬¬ más bien alguien se vengó de mí... ¡y vaya que lo logró!
¿Porqué todo lo malo me pasa a mí, hmm?
Bueno, es que hoy tuve que ir a una de las universidades que ando investigando para Leyes y... pff, todo muy bonito: edificios lindos y amplios, comedor limpio, con comida de verdad (¡SÍ, COMIDA DE VERDAD, COMIDA INGERIBLE!), dagerrotipos y fotografías de estadistas, políticos y escritores famosos, mega auditorio, dos bibliotecas... y cuando entré a una de sus bibliotecas me puse a revolotear entre ellas. Nadie me prestó atención, pensando, muy seguramente, que yo era una estudiante de ahí (háganmela buena) y entre dos sátiras de Moliére y un cómico librito titulado "El Hombre que no debió ser Presidente" (adivinen de quién hablan... ¡sí, acertaron, de Fox!) me encontré con...
LOBITA: O.o ¿es... es un... libro de...?
Nuncamás: ¿Edgar Allan Poe?
¡NOOOOO! Ojalá, pero no. Era un libro del grosor de una Biblia de catedral acerca de...
JACK EL DESTRIPADOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOR!!! (alias Juanito Sacatripas).
No ajusten su PC o laptop o Blackberry o donde sea que estén leyéndome, no necesitan ir a un oculista (bueno, quizá sí...), leyeron bien, HAY UN LIBRO DE JACK EL DESTRIPADOR PRECISAMENTE EN EL RECINTO ESCOLAR DE LEYES NÚMERO UNO DE LOBOLANDIA. ¿Así o más claro el asunto?
Pero como yo estaba de buen humor, y quería leer algo pesado luego de la ligereza del libro sobre Fox (que parecía más bien el trágico diario de una madre desesperada ante su chiquillo malcriado... qué vergüenza....) pues tomé el libo y lo hojeé largo rato. Afortunadamente no venían fotos de los crímenes, porque si no... Y así me la pasé un rato sumergiéndome en las macabradas del mundo victoriano y deseando intensamente que Dupin o Holmes hubieran sido reales, además de enterarme de la lista oficial no autorizada de sospechosos, entre ellos...
LOBITA: ¿Una mujer?
Tendría lógica, pero luego de cinco páginas todo el mundo (conmigo incluída) se convenció que no podía ser.
A propósito, en esa biblioteca hay un pasillo enteramente dedicado a las mujeres ^^
Y volviendo al tema... salí de la biblioteca y del campus para volver a mi casa. (inserte aquí musiquita de suspenso) Y entonces, sin saberlo, me puse en riesgo ante las macabras y vengativas manos de... Juanito Sacatripas.... (inserte relámpagos y risa malvada).
Salí y fui a tomar el camión. Esperé 5, 10, 15 minutos... al minuto 20 me desesperé y me acerqué a una muchacha para preguntarle que si ahí pasaba el bus o qué onda. Y me dijo:
-Nooooooooo, aqui no pasaaaaaa.
L: Bueno, ¿sabes por dónde pase aquí cerca?
-Nooooooooooo, no séeeeeee....
(en serio, así hablaba).
Caminé como una cuadra panteonera y media para llegar a un puente donde, según recordaba, pasaba el camión. Y sí, ahí pasa el camión... pero no da la parada. Tuve que cruzarme a otra calle que estaba... sí... estaba cerca del parquesito ese del que les platiqué, el que parece Whitechapple versión mexicana. De hecho, a ésas horas ya hay "señoritas" trabajando, y algunas me miraron muy raro O.o
Así que, ¡finalmente! encontré la dichosa parada y esperé, esperé... 12 de la tarde... 12:10... 12:15... pasaban mil camiones, pero el mío no. Me vi tentada a subirme al 230 que me deja cerca del cine al que diario voy, pero la verdad casi no me quedaba dinero. Las botas ya me calaban mis deditos porque acostumbro andar o con tenis o con sandalias, el sol estaba dándome con todo, y no pude menos que entender que todo era un malvado plan fraguado por el Destripador para vengarse de mi, aprovechando que no estaba Holmes cerca mío (es que se me olvidó mi librito en casa y me llevé uno de Maquiavelo).
12:19 y pasa un camión. ¡ALELUYA! Me subo a él y descubro que... no es el correcto. A duras penas me alcanzo a bajar antes de que arranque, y por fortuna no pagué, si no me hubiera tenido que ir caminando. Pero como medio mundo se fue en ese bus, me quedé sola, sola y mi alma ahí. Yo nomás me cuidaba la espalda porque ya sentía una presencia misteriosa tras de mí. ¿Sería Jack, o el vagabundo ése que estaba dormido en la esquina con una botella en la mano? Quizá nunca lo averigüe...
12:30... ya veía estrellitas por todos lados y estaba a punto de echarme a llorar, cuando mi salvación llegó y el mugre camión apareció en la distancia, cual príncipe azul de cuento de hadas en su blanco corcel, y cuando le hice la parada no pude evitar gritar: "HASTA QUÉ!!!" Me subí y me recosté contra el cristal, dando un suspiro de alivio.
Así las cosas con la venganza de Juanito, pero creo que aún no termina... Mamá Loba está cocinando un pastel de carne >.<

P.D JA!!! No es cierto xD esta historia no continuará.
P.D 2: Saludos a Guerrero, Ale-Chan, Mr. Hyde que ya no está entre nosotros los bloggers, Digill-Matt, Marcia y todaslasdemás, y a la tía del Bubu.
P.D 3: ¿QUIÉN RAYOS ES KASSANDRA? (la de werevertumorro)
P.D 4: Coman frutas, pizzas y verduras.

viernes, 11 de marzo de 2011

MANICOMIO

Otro misceláneo. Últimamente escribo muchos de estos, porque cada tema para mí tiene su relevancia y su sitio. Hoy tendremos cumpleaños felices (¡milagro!), memorias cómicas, accidentes, celebridades distantes, comida y un poco de filosofía.

Ayer fue mi cumpleaños. Como siempre, TODOS se amarraron el codo, excepto mi querida Pequeña Beyoncé que me hizo compañía en mis tristes reflexiones (jajajaja ¬¬) en mi casita. Comimos comida chatarra de toda clase y vimos televisión, jugamos con mi gatita y le platiqué de la onírica existencia de cierto cuervo llamado Nuncamás. Puedo decir sin temor que mi cumpleaños ayer fue el PRIMER CUMPLEAÑOS DECENTE que tengo desde los 12 años.

Pero además de eso, hoy leí los blogs de Marcia y Cía. y de Ale-Chan (nota: maldito Michel que va y cierra su blog ¬¬), y sus posts me trajeron a la memoria algunas cosillas ocurridas.

Primero, Ale, y su Crónica de un Linchamiento Anunciado (oye, esas crónicas son mía, te voy a cobrar derechos de autor, hmmmmm???), donde... sí, como dice el título, por poco le dan matarili a unos secuestradores. Señores: el mundo es un manicomio, pero los locos puros no lo dominan, sino un nutrido grupo de psiquiatras que, al mejor estilo de La Masacre de Texas, perdieron la cordura y se volvieron sádicos con los demás.

Y en cuanto a las pobres Marcia, Ann, Karolina y su Voz, sufrieron lo indecible 2 veces y cuando comentó lo del instructivo mal leído (por no decir que ni se leyó) recordé el día aquel en que...

LOBITA: Wiiiii!!! ya tengo mi propia cámara digital!!!!

Mi tía me compró una cámara para evitarme los pormenores de depender de los brutos de mi salón y los Coralillos (los Coralillos son una pareja de novios que, juntos, su misión principal es tratar de quebrar mi débil mentecita) en los trabajos de equipo. En fin... ya con la cámara, tomé el instructivo que, obviamente, venía en inglés, y con eso hice al menos un 90% de lo neesario para preparar mi cámara. Entonces, muy orgullosa, la dejé cargando, le di la vuelta a las hojas del manual y...

Así es. Justo unas páginas adelante, el instructivo estaba escrito en correcto español.

¬¬

Momento a lo Sweeney Todd para mi.

¡Por cierto! Sweeney Todd es ahora la causa por la que le he perdido un poco el miedo a Juanito Sacatripas; bueno, Todd no acostumbra a despanzurrar a sus víctimas, pero quien sabe... en una de ésas Jack necesita una afeitada y entonces...

Volviendo a mis asuntos, hoy me sentí como dentro de la película de Todo un Parto. Hay una escena en esa película en que Peter (Robert) pierde sus tarjetas de identifiación y debe depender de su gordo acompañante, Ethan, para viajar. Cuando se quedan sin dinero, Peter le dice a Ethan que llamará a su esposa para pedirle dinero y que se los envíe por parte de Ethan. Sin embargo, por causas burocráticas, no les dan el dinero, y se arma el pandemoniúm más doloroso de la película.
Y eso fue lo que me pasó. Fui a tramitar mi credencial con los papeles de rigor, entonces llego a la ventanilla, entrego con una sonrisita de autosuficiencia mis papeles y...
SEÑOR CON CARA DE AMARGADO QUE ATIENDE A LOBITA: ¿Trae credencial con fotografía?
LOBITA: Sí. (le entrego mi credencial de estudiante. El señor la revisa y...)
S: Lo siento, no es válida.
L: o_o ¿Cómo que no es válida? Tiene mi foto...
S: Sí, pero es del 2009.
L: ¿Y eso qué? Sigo estudiando (digo esto mientras le muestro lo obvio: llevaba el uniforme de la escuela y la mochila).
S: ¿No tienes un comprobante de estudios?
(Imaginen mi cara al escuchar esto).
L: Eh... no...
S: Bueno, llama a dos personas que te conozcan, que vengan con su credencial y su comprobante de domicilio vigente.
HELLO, tardé media hora en llegar y otra media hora en que me atendieran, ¿qué creía, que mis vecinos iban a venirse en el lentobús que es el ÚNICO que pasa por ahi solo porque mi credencial NO ESTABA VIGENTE? Obvio, mi reacción fue más o menos esta:
El cuate este nomas se sonrió con tristeza y me mandó a la chifosca. No lo asesiné ahí porque, en primer lugar, había muchos testigos (aproximadamente ocho muchachos, veinte vendedores, dos recepcionistas y un vagabundo) y en segunda, porque había un vidrio bastante grueso separándonos. Por lo menos la reacción de él no fue esta:

P.D Pobre Robert Downey Jr, juro que casi lloré cuando vi esta escena. Mezcla letal de impotencia, coraje, horror... y sí, un poco de sadomasoquismo, pero esa es una historia muy diferente.
Total que me fui, sin credencial, sin comprobante, sudando peor que pollo rostizado, con hambre y en el lentobús atascado de gente con bolsas, ¡en serio, parecía el Día de las Bolsas!
No todo fue malo hoy. También hoy, acompañada de mi Pequeña Beyoncé, protagonizamos un ridiculísimo video dedicado a...
Nuncamás: ¿Su maestra?
No, sería una copia pirata del discurso del gobernador ése de Jalisco, Etilio González.
Nuncamás: ¿Su mamá?
Menos, ¡me colgarían si supieran para qué uso la cámara!
Nuncamás: AH!!!! Robert...
EXAAAAAAAACTO ^^ ya saben, cosas de adolescentes. En el video, de unos cuantos segundos, aparecemos cantando, hermosamente ataviadas con blusas blancas y frente a una bugambilia gigante. Pero de nuevo, esa es otra historia.
Aún así, luego de tantas cosas, sigo viva, y eso es lo importante. Hay razones en el mundo para creer, y creer es posible. Soñar no es un lujo, es una necesidad.
Adiosito!!!

sábado, 5 de marzo de 2011

CUMPLEAÑOS FELIZ, CUMPLEAÑOS FELIZ... ¡SI TU COMO NO!

Llevo exactamente 17 años y dentro de 5 días tendré 18 velitas apagadas (mejor dicho, 18 velitas encendidas, los optimistas procuramos ver el vaso medio lleno a verlo medio vacío). Durante esos 17 "sapos verdes" me ha pasado de todo un poco, desde cosas tiernas, hasta divertidas y hasta ésas cosas que te hacen decir: ¿PORQUÉ DEMONIOS NO ME METO UN BALAZO Y YA?
He aquí una línea de tiempo de Lobita y 17 cumpleaños:
1° año: me pusieron un vestido de muñequita de porcelana y yo sola me estampé contra el pastel. Jamás entendimos porqué hice eso.
2° y 3° año: como no hay fotos y nadie recuerda bien lo que sucedió, me los perdí (el colmo de la ironía).
4° año: Mi tío contrabandista me regaló una lonchera de Batman, importada (creo... tengo mis dudas luego de que en un periódico saliera la foto de una lonchera igual con el título de PERDIDA) y recibí un vestido un poco raro, todo tejido en pelo de ángel (oh, sí).
5° año: Fiesta en mi kinder. Me hicieron un pastel con un dibujo de una casita, y yo me comí todos los ladrillos y las rosas de azúcar. Eran los buenos tiempos en que lo único preocupante en mi casa es que yo estaba creciendo.
6° año: Otra fiesta, pastelito decorado con un dibujo medio abstracto (nunca supe si era un retrato hecho con chantilly de alguna obra de Dalí o Picasso) y usé un vestido azul.
7° año: Mi tía me llevó a la Plaza Magna de mi ciudad (la cual recuerdo más grande, pero en fin...) y de regreso, un pastel de chocolate me esperaba.
8° año: Otra vez a una plaza, esta vez, una que está ubicada a pocas cuadras de un jardín público donde hay un busto de Beethoven (sí, de Beethoven) mirando ariscamente a los transeúntes. De regreso descubro que me regalaron una computadora de juguete que se puede conectar a la T.V.
9° año: Una vez más, a una plaza más pequeña donde me gasté más o menos 200 pesos jugando a un juego electrónico de carreras con dinosaurios donde yo gritaba "¡Rápido rápido rápido rápido... saaaaaaaaaaaalto... rápido rápido rápido rápido... saaaaaaalto.... rápido rápido rápido... METAAAAAA!" (si bien que me acuerdo).
10° año: Un pastel coronado con la macabra figura de un payaso y con sabor a pastel de hace 40 años (rancioooooooooooo). Definitivamente no fue el mejor, pero tampoco el peor, ése estaba por venir...
11° año: Me regalaron mi primer celular, cuya función era única y exclusivamente hablar por teléfono. Sin juegos, sin cámara, sin... nada.
12° año: Se amarraron el codo y me regalaron un vestido O_o Hello, desde los 7 años dejé de usar vestidos, y más aún ¡si eran floreados!
13° año: El peor. Nadie recordó mi cumpleaños ni en mi casa ni en mi escuela, mucho menos en mi escuela donde yo era la loca que se vestía de negro y leía poemas en los recesos. Llegando a mi casa lo único que vi fue lo de diario: caos. ¬¬
14° año: Un poco mejor, al menos me felicitaron. Pero aún así... estuvo X.
15° año: Mamá Loba me convenció de hacer una fiesta por mis quince (lo más nefasto entre lo nefasto) y ahi voy de idiota a complacerla y estuvo casi a la par de mi cumpleaños 13. Chéquense: de las 9 amistades que invité, dos faltaron (las más importantes), y de los que sí fueron, llegaron tarde y solamente 2 se dignaron a traer regalo, las demás llegaron yo creo que por deber social (mejor ni hubieran venido >.<) y para zamparse la pizza. ¡Aaaagh, mueran!
16° año: Bizarro. Me regalaron unos bonitos calcetines de suave algodón con el dibujo de huellas de perro, maquillaje y... ¡ah sí! me preguntaron que si estaba enferma porque me veía muy delgada. ¬¬
17° año: Me regalaron, más que nada mis amigas, objetos representativos, sin gastar mucho dinero. En mi casa, un hermoso pastel de chocolate me esperaba pacientemente... y Lobeznito intentó comérselo y de paso ofrecerle de MI pastel a SUS amiguitos. Mamá Loba salió en mi defensa y por poco lo descuartizan, muajajajajajaja.
Y en otras noticias, ¿se han preguntado... cómo la han pasado en sus cumpleaños ésas celebridades que han marcado tanto a Lobita? Averiguémoslo.
Cumpleaños de Van Gogh.
Una locura; sus mejores amigos se cooperaron y le compraron un pastel por pedido, el cual pidieron específicamente que llevara el dibujo de "la noche estrellada". Cuando la party se estaba poniendo mejor y abrieron la caja del pastel, descubrieron que éste tenía forma de oreja (uuups). Van Gogh no se descorazonó y, para demostrarles lo lindo que éra comer pastel de oreja, tomó el cuchillo y la cortó... pero no el pastel con forma de oreja, sino... su oreja.
Cumpleaños de Beethoven.
Tener cambios de humor cada 20 minutos podría parecer malo, pero no para él. Se la debió pasar muy a gusto en completa soledad, acompañado de algún canario y tocando en el piano la canción de Happy Birthday para sí mismo. Luego se fue a comer pastel y se la pasó el resto del día escribiendo insultos para sus detractores. Bellísimo.
Cumpleaños de Allan Poe.
Lo peor que te puede pasar en tu cumpleaños es que estás en la fiesta y aparece tu albacea y enemigo natural (Rufus Griswoold) acompañado del trío de arpías que duraron unos tres meses haciéndote la vida imposible (Elizabeth Ellet, la facilota en turno, y sus dos amigas, Margaret Fuller y Anne Lynch Botta), junto a tu ex mejor amiga Frances Osgood, tu amor platónico Sarah Withman, y el amor de toda tu vida, Elmira Royster, TODOS en una habitación pequeña totalmente descontrolados, y lo peor: hay licor, muuuuuuuuuuucho licor. Ovbiamente al ver la "amiga fiel" dijo: "de aquí soy" y le dio duro hasta que terminó arriba de una mesa cantando y luego cayó desmayado y despertó dos días más tarde en un lugar muy extraño...
Cumpleaños de Downey Jr.
Según mis cálculos, uno de sus cumpleaños se lo pasó tras las rejas. ¿Su regalo? Una barra de jabón. Mejor no ahondemos más en eso :S
Así que... ¿qué opinan de los cumpleaños de Lobita? ¿Creen que a los 18 me pasen cosas mejores o peores? ¿Cuál cumpleaños famoso fue el mejor? ¿Me regalarían algo ustedes? ¿Creen que mi gatita deje de lamerme la cara cuando estoy dormida? Adiosito!!!