Como hoy es viernes Santo, voy a escribir un post un poquito más serio de lo habitual, ¿ok? P.D No se me depriman, la nostalgia no es tan mala.
Hoy me dí un paseo larguísimo y acabé muerta. Fui a un parque de diversiones y, entre una cosa y otra, terminé en un parquesito común y corriente. Colgada de un columpio, me agarró una melancolía fatal, y comencé a pensar en cosas que a mí me hacían feliz, que me habían hecho feliz alguna vez, y que quería recatar del estambre empuercado de mi cabeza olmeca para que no se extraviaran para siempre.
Extraño muchas cosas. La noche, no la noche cualquiera, que puedo ver desde mi ventana y meditar mientras tanto, me refiero a la noche auténtica, la que yo recuerdo de mi amado verano. Una noche llena de ruidos en la ciudad, de luces que parpadean, como solecitos extraviados, y con el viento rugiendo ferozmente y colándose por las ventanas del micro o del taxi, como si me dijeran algo que no entiendo, alentándome a dejar atrás cualquier desdicha o pesar, y siguiera adelante y volviera a reir, reir en ese momento, con la luna encima mío y el murmullo ya no de una urbe agitada que no duerme, sino de las fachadas viejas, mexicanas en toda su estampa, de familias, de canciones perdidas, de estrellas que ya no cuento porque no soy ninguna bebita. Y cuando toco tierra otra vez y me escondo en las sábanas para dormir, comienzo a extrañarla, con todo y que está, obviamente, ahí conmigo.
También extraño, y con más fuerza todavía, el mar. He ido como... dos veces nada más, y de una no me acuerdo porque era mini (1 añito apenas... ¡qué sadismo de meterme a las olas!). Pero haber estado de pie, desclanza, sintiendo la arena que, a ésas horas ya está fresca, mirando el sol que se extravía en el mar, y las últimas olas acariciando la playa abandonada... El lamento continuo de las gaviotas, y también, con suerte, algún llamado lejano de un delfín, es como una canción de cuna para mí. O algo más hermoso aún: una memoria intacta, libre de tristeza y desesperación. El eco del mar es como la nostalgia misma, potente y constante, que cada vez que viene, viene cargada de historias, y a veces lastima, sí, ¡pero es tan bella!
Extraño mis ocasos en el mar. Extraño mis noches siendo libre. No extraño, sin embargo, la libertad, porque la poseo y la gozo muchas veces. Pero el murmullo del viento entre los árboles no es más que una parodia armoniosa y amable del agua y del viento nocturno mismo.
¿Será que, algún día, pueda ser capaz de caminar bajo la lluvia y llegar hasta ésa playa tan querida y, así, volver a disfrutar del anochecer? ¿Podré volver a llorar sobre la playa y contarle mis secretos? Que se vayan esos secretos con las olas, y oír al mar cantarlos sin que nadie los oiga jamás, mientras el día va muriendo... y yo con él.
3 comentarios:
DigiL:buaaaaaaaa*snif, snif* que triste
Matt:porque lloras?
DigiL:buaaaaaaaa, tonto no estoy llorando *snif,snif*
Que bonito... Yo no sé lo que es añorar el mar porque vivo muy cerca de él. Espero que pronto puedas pasear por la orilla.
Besos
Que buena entrada, me hic iste recordar muchas cosas, me gustó realmente =(
saludos
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