11
Cuando las Pesadillas se vuelven Realidad
Lentamente, salí de debajo del colchón y me quedé pegada a la puerta, escuchando con sumo cuidado. Oí los pasos de Vivian alejarse rápidamente, y supuse que había bajado las escaleras; no se escuchaba nada más que un débil murmullo, y decidí salir. De cualquier manera, no podía existir ahí nada más peligroso que Vivian… Al menos, eso es lo que yo pensé al momento de empujar lentamente la puerta y deslizarme con los codos sobre el suelo hasta llegar a las escaleras.
Me oculté tras la pared, y escuché, por fin, a Vivian.
-Es… muy tarde para haber venido, ¿no lo crees?
Me quedé helada al escuchar una voz responderle. Una voz grave, fría, desprovista de cualquier emoción, una voz que hasta al mismo Vivian parecía horrorizarle.
-Nunca es tarde para venir a verte. –replicó la voz. –Sabes bien que tú eres lo que más me importa en el mundo, Vivian.
-Lo sé. Lo sé.
Hubo un instante de tenso silencio. Recordaba ése silencio, porque era similar a la mudez previa a los violentos gritos en la casa. ¿Ocurriría lo mismo? Llena de miedo, me quedé con la espalda apoyada contra la pared, escuchando.
-Entonces… ¿Ya lo has superado?
-Sí. –musitó Vivian.
-¡Felicidades! Eres muy fuerte, Vivian. Pero creo que… sí, que llegó el momento de conseguir una más…
-¿Una más? –balbuceó Vivian. –Pero todas se… se van… ¿no?
-Así es, querido. –replicó el otro. –Pero te prometo que ésta se quedará. ¿Sabes porqué, Vivian? Su padre casi nunca está con ella, y la pobrecita necesita de un amigo verdadero. Y tú puedes ser su amigo, Vivian. Ella te lo agradecerá para siempre.
-¿Se quedará conmigo esta vez? –preguntó Vivian con inocencia.
-Yo estoy muy seguro que sí. –oí como si alguien jugara con papel o con una bolsa de plástico. –Ésta es Catherine. ¿Qué te parece?
-¡Vaya! –exclamó Vivian. –Es muy bonita, y sonríe muy alegremente. ¿Crees que quiera jugar conmigo?
-Ya lo creo que sí. Llámala, Vivian, llámala como con las otras niñas, y después te daré la muñeca, ¿quieres?
Hubo un pequeño silencio, y luego Vivian musitó con cierto tono de amargura:
-Pero las otras no se quedaron. Tú me dijiste que volverían, y no volvieron… ¿porqué?
-Porque… Mira, ellas fueron muy groseras contigo, Vivian. De repente recordaron a sus padres y decidieron volver con ellos, así como así. Traté de detenerlas, te lo juro, pero no fue así.
-Pero… Margot… Ella me dijo que se quedaría conmigo.
-Margot fue una niña tonta y mala, Vivian, olvídala. Catherine es mucho más amistosa y buena que ella. ¿O qué, prefieres quedarte solo aquí para siempre?
Me mordí un labio. Si Vivian le contaba a ése desconocido que yo estaba ahí…
-No, Peter. No quiero.
-¡Excelente, Vivian, excelente! Aprendes rápido, ¿no? Así que… Busca a Catherine, ¿sí? Y cuando llegue contigo vendré, ¿de acuerdo?
Unos pasos firmes, totalmente distintos a los andares de gato de Vivian, resonaron por toda la planta baja.
-¿Qué les pasó a las otras niñas, Peter? –preguntó Vivian.
Los pasos se silenciaron. El tal Peter contestó:
-Se marcharon, Vivian.
-¿Ellas… murieron?
Me quedé de una pieza. La voz volvió a hablar, esta vez bruscamente, con crueldad.
-¿Quién te dijo eso, Vivian? ¡Respóndeme!
-¿Entonces es cierto? –preguntó nuevamente Vivian.
-Es mentira… es mentira. –dijo la voz apresuradamente. -¿Quién te lo dijo? ¿Quién? –como no hubo respuesta, la voz bramó: -¡Dime quién te lo dijo, Vivian!
-¡No!
Hubo un golpe y algo cayó al piso. Oí gemir a Vivian, seguramente porque el desconocido personaje lo había golpeado. Hubo más gritos de su parte a la vez que la voz gritaba:
-¿Quién te lo dijo? ¿Quién? ¡Dímelo! ¡Dímelo!
Me tapé los oídos y cerré los ojos, pero los gritos de Vivian resonaban por todas partes. Era como volver a revivir aquéllos antiguos horrores… Los gritos de mis padres… Mi madre llorando aquélla última noche…
-¡John! –gritaba ella. -¡Deja eso ya, estúpido!
-¡Cállate, maldita…!
-¡AAAAAAAAAH!
Abrí los ojos. No estaba en mi casa de Unknow Hill, ni Margot estaba en mis brazos, ni mis padres seguían vivos. Estaba en medio del bosque, oyendo a Vivian soportar los golpes para protegerme. Fue más de lo que toleré. Por una vez en mi vida decidí parar los gritos, detener la violencia, y no volver a escuchar más aquéllos horribles insultos.
Alargué mi mano y tomé un pedazo de escombro. Rápidamente me asomé a las escaleras y vi un bulto alto y vestido de colores oscuros golpear a un bulto más pequeño y de cabello rojizo. Arrojé con todas mis fuerzas el escombro y vi estrellarse de lleno en la cabeza del desconocido. Éste soltó un grito de dolor y se incorporó.
-¿Quién anda ahí? –preguntó. Vivian seguía hecho un ovillo en el suelo, gimiendo, y yo desaparecí velozmente de la escena, corriendo hasta la habitación. Cerré bruscamente la puerta y me oculté debajo de la cama, respirando lentamente.
-¿QUIÉN ES? –gritaba la voz, y oí sus rítmicos y bruscos pasos andar por el pasillo. Temblaba debajo de la cama, sin saber qué podría hacer o cómo podía defenderme. Lo peor que podía pasarme ocurriría ahora…
La puerta se abrió. Me quedé quieta y silenciosa, deseando verdaderamente desaparecer. Los zapatos (unos elegantes y pulcros zapatos negros) iban de un lado a otro, y yo los observaba de reojo. Hubo un silencio repentino, y luego un chirrido. Sentí un peso sobre mí y supuse que se había subido a la cama. Esperé, callada, a que pasara algo.
Di un respingo al ver, justo sobre mi cabeza, la punta de un largo cuchillo. El cuchillo desapareció y volvió a caer con fuerza sobre la cama, ésta vez, rozando mi cuello por poco. Me deslicé lo más lejos que pude del cuchillo, sin escapatoria alguna, deseando gritar y correr, pero de hacerlo seguramente moriría.
-Margot, Margot. –pensé desesperadamente. –Ayúdame, por favor…
-¡AAAH! –grité al sentir una mano aferrarme de un tobillo y sacarme por la fuerza de debajo de la cama. Y ahí lo vi: era un hombre alto, fuerte, bien vestido, con el cabello negro ribeteado de canas grises, y los ojos azules pero no tan redondos e infantiles como los de Vivian. Había visto ése rostro antes, lo sabía, pero no lograba recordar dónde…
Hasta que recordé la fotografía familiar de Vivian y noté el vivo parecido entre ése hombre y el padre…
-Usted… usted… es el hermano de Vivian. –musité.
-¡Pero vaya! –gritó el hombre, al que Vivian llamaba Peter. -¡Has estado escondiéndote aquí con él! Lástima que ya seas algo mayor, pero… Aún eres muy bonita.
-¡Entonces fue usted! –grité. -¡Usted mató a ésas niñas! ¡Mató a mi hermana!
-¿Tu hermana? ¡Entonces…! –alzó el cuchillo. -¡Será un placer enviarte con ella ahora mismo!
Miré fijamente la punta del cuchillo elevarse justo sobre mi pecho. Intenté cerrar los ojos, pero me fue imposible.
-¡No, no! –supliqué justo antes de que el arma cayera.
-¡Ay! –Peter me soltó y cayó a un lado, con el cuchillo aún en la mano. Miré entonces, sorprendida, a Vivian, encaramado sobre su hermano y golpeándolo con todas sus fuerzas.
-¡Vivian! –lo llamé, horrorizada. Él no me prestaba atención, estaba golpeando a puño limpio a su contrincante mientras chillaba:
-¡No! ¡No le harás daño a Alessa! ¡No la lastimarás!
-Vivian… -lo observé sin parpadear. Jamás lo había visto furioso, y era increíble cómo, siendo tan pequeño y delgado, tuviera tanta fuerza.
-¡Vete, Alessa! –gritó, dirigiéndome una mirada llena de pavor. -¡Corre, corre!
No necesité escucharlo dos veces. Salí corriendo por la puerta sin hacer caso a los golpes a mis espaldas. Bajé de dos en dos los rotos escalones y al brincar uno caí de bruces. Tras de mí, oí la voz de Peter gritar con toda su furia:
-¡Alessa!
Me incorporé y llegué hasta la puerta. Me dolía dejar a Vivian, y vacilé un momento antes de abrir; pero al oír los pasos del asesino acercarse peligrosamente a mí, olvidé todo y salí corriendo de la casa.
Recordé entonces que del lado derecho, había un paso, que Vivian no utilizaba, pero seguramente su hermano sí, así que me dirigí inmediatamente al lado derecho, corriendo sin prestar atención al frío de la noche ni a los pasos.
Hundí mi pie en un sitio cubierto de maleza y, de pronto, el suelo se venció a mis pies y caí.
-¡AAAAH! –grité, asustada, mientras me hundía en lo que parecía ser un antiguo pozo clausurado cuyas maderas se habían vencido por mi peso. El pozo era enorme, pero no muy profundo, y fue cuestión de unos segundos antes de chocar con el agua. Me hundí rápidamente, pero me di la media vuelta y ascendí, aferrándome a las piedras de las paredes.
Resoplando y temblando, miré sobre mi cabeza. Sólo se veía el cielo negro… y su luna dorada iluminándome.
-No… -musité. –Esta vez no.
Busqué alguna manera de salir del pozo, una saliente o lo que fuera, y de repente, la luz se extinguió. Dirigí mi mirada al cielo y vi un fardo gigantesco caer a tremenda velocidad y estrellarse cerca de mí.
-¿Qué…? –dije, pero no tuve tiempo de decir nada más. Algo debajo de mí me jaló de regreso al agua, hundiéndome por completo. Forcejeé para liberarme de lo que fuera que me mantenía sumergida y apenas logré sacar por un momento la cabeza para tomar aire. Nuevamente, algo (esta vez, desde arriba) volvió a sumergirme en las aguas heladas y oscuras. Por un momento fugaz vi lo que parecía ser un zapato muy elegante, y luego volví a pelear por soltarme de la garra que, aferrada a mis cabellos, me mantenía bajo el agua.
Hice un tercer intento, y sin saber porqué, apenas salir del agua bramé:
-¡VIVIAN!
Y de nuevo, la mano me hundió. Aferré la muñeca del hombre, luchando por soltarme al mismo tiempo que pataleaba. Hacía un frío atroz, y escuchaba solamente un torrente horrible, el eco de mi propio pánico. Algo palpitaba nerviosamente en mi cuello, los pies y las manos se cansaban de pelear… Me sentí débil, mareada, mis manos se aflojaron, mis piernas se entumecieron y dejaron de golpear… Cerré los ojos, tristemente convencida de que todo había finalizado…
Una mano me jaló desde el fondo de aquélla helada oscuridad y me llevó hasta donde había aire.
-¡Alessa! –dijo una voz. -¡Alessa!
Abrí los ojos y tosí, escupiendo el agua que había tragado en la tercera inmersión. Vi junto a mí a Vivian, que me sujetaba con un brazo.
-¡Vivian! –gemí apenas recuperé la voz.
-Debemos irnos, Alessa.
No me preocupé en averiguar qué le habría pasado a Peter, y con ayuda de Vivian escalé por las paredes del pozo. Con mucha dificultad comenzamos a ascender, guiados por la luz de la luna y sin atender a las aguas, repentinamente quietas, que estaban debajo de nosotros.
-¡Rápido! –le apresuré, volteando a mi lado para ver a Vivian. Quedaban ya muy pocos metros, en cuanto saliéramos correría lejos de ése bosque, buscaría a la policía y les haría saber quién era el asesino de las niñas, quién había matado a mi Margot…
Mi mano alcanzó el borde del pozo y, dando un salto, caí sobre la tierra. Tras de mí, Vivian también había salido, agotado y tiritando.
-Vivian… -jadeé. –Gracias… Muchas gracias…
-Alessa. –gimió. –Lo siento mucho, Alessa, yo no quería que eso pasara, te lo juro, yo no sabía, ¡yo no sabía!
-Tranquilo, tranquilo. –lo abracé, dejando que escondiera el rostro en mi hombro para llorar. –Ya pasó, Vivian.
De pronto, oímos un grito. Nos asomamos al pozo y sentí como si mi corazón hubiera dejado por un momento de latir. Subiendo con dificultad el pozo estaba Peter.
-¡Vivian! –bramó medio enloquecido. Su mano se estiró, listo para alcanzar el borde.
-¡Vámonos! –dije, poniéndome velozmente de pie y sujetando a Vivian de un brazo. –Vamos, Vivian.
-¡Sí! –se puso de pie y echamos a correr a través de los árboles, tratando de ignorar los gritos coléricos de Peter tras nosotros. Sentía que mi corazón no soportaría más tiempo aquéllos terrores sufridos, y pensé en aquéllos lejanos tiempos en que fui feliz con Margot…
Margot… por ella era por lo que hacía todo eso…
-¡No, no! –dije, sujetando a Vivian antes de que echara a correr a la nada. -¡Iremos tras los matorrales!
-¿Qué? –preguntó, visiblemente asustado.
-¡Iremos por el camino que me indicaste! –dije. -¡Saldremos de aquí!
-No, no.
-¡Vivian! –Peter estaba justo detrás de nosotros, mirándonos con una mezcla de odio y de locura. Vivian me sujetó de la muñeca y me llevó corriendo hacia el sendero oscuro por el que había llegado la primera vez.
-¡Pero…! –dije.
-¡Solo corre, Alessa! –me ordenó Vivian. -¡Corre!
-¡Los mataré! –amenazó Peter, corriendo. -¡Les juro que los mataré!
-Margot… Margot… -susurré mientras cruzábamos el siniestro sendero. –Ayúdanos, por favor… Ayúdanos…
-¡Ay! –Vivian había tropezado, y yo con él. Me incorporé y lo sujeté de los hombros.
-Vivian, levántate… Por favor… ¡Por favor!
De un tirón logré ponerlo de pie y seguimos corriendo.
-¡Vuelvan aquí, desgraciados! –gritó Peter. -¡AH!
Hubo un golpe violento, y me detuve para ver. Peter, a varios metros lejos de nosotros, luchaba contra lo que parecía ser un montón de setos que se habían enredado alrededor de su tobillo, impidiéndole continuar.
-Vamos, Alessa. –me urgió Vivian. Los dos continuamos. Yo no podía correr más, estaba agotada y dolorida, y el frío me calaba hasta los huesos.
Logramos salir del siniestro túnel de árboles y nos encontramos varados en medio de la nada. Ya ni la luna era visible.
-¿Y ahora? –pregunté. –Vivian, ¿ahora hacia dónde?
-No lo sé, Alessa. No lo sé. –Vivian tragó saliva, caminando lentamente y mirando de un lado a otro con los ojos muy abiertos. Me quedé en mi sitio, tratando de recuperar el aliento; si tan solo pudiera recordar el camino correcto, podríamos llegar a Coventry y acabar con ésa pesadilla.
-¡Te tengo! –gritó una voz en mi oreja. Peter me había dado alcance y me tenía sujeta de los brazos, mientras con la mano libre sostenía el cuchillo cerca de mi cuello. Al oír su grito, Vivian se volvió.
-¡Alessa! –gimió aterrorizado. -¡Alessa!
-¡Cállate, Vivian! –dijo Peter. –Cállate y no te muevas, porque si te mueves te juro que le abro la garganta a tu estúpida amiguita.
-Vivian. –susurré. –Quédate quieto, no tengas miedo.
-No, no, no… -susurró Vivian, dejándose caer y mirando con los ojos suplicantes a mi captor. –Peter…
-Te dije que te callaras, Vivian.
-Peter… hermano… por favor… -suplicó.
-¡Cállate! –ordenó su hermano.
-Pero…
-Tú… no eres mi hermano… Y ella…
Levantó el cuchillo y lo vi dirigirse a mi cuello.
-¡NO! –grité. Me incliné y sentí el golpe de su puño en mi cabeza, seguido de un gemido de dolor. Al inclinarme, había hecho que él mismo se hiriera. Caí al suelo en cuanto me soltó, y miré de soslayo a Peter, que se cubría la cara con ambas manos.
-¡Maldita! –me gritó, y traté de ponerme de pie. Rápidamente me sujetó de un tobillo, y Vivian se echó a correr en cuatro patas para alcanzar mis manos.
-¡No! –gritaba él. -¡Suéltala! ¡Suéltala!
-¡Chiquilla desgraciada! –bramó Peter, tratando de acercarme a él mientras blandía el cuchillo. Le largué una patada que le dio en plena cara, y sólo así Vivian me arrastró lejos de su hermano. Peter se repuso del golpe y se abalanzó sobre mí.
-¡AAAH!
Sentí como si algo puesto al rojo vivo se hundiera en mi cadera. Aquello salió con fuera de mi carne, seguido de una sensación extraña, como si algo líquido se desliara por el mismo sitio dolorido. Peter me había acuchillado cerca de mi pierna derecha.
Eso fue más de lo que Vivian pudo soportar. De repente, ignorándome por entero, se lanzó sobre Peter, y los vi peleando furiosamente en el piso. Peter había soltado el cuchillo, y Vivian se abalanzó sobre él.
-¡Vivian! –grité al mismo tiempo que Peter también aferraba el arma ensangrentada. Los dos forcejearon por quitarle a su contrincante el cuchillo, mientras yo miraba no muy lejos de la escena a los dos hombres que peleaban.
Peter se dio la vuelta, echándose sobre Vivian, y de pronto, escuché dos gritos.
-¡VIVIAN! –grité, horrorizada, con los ojos fijos en la nada. Vi a Peter, quedarse estático mirando a Vivian, que también tenía los ojos muy abiertos. No podía ver quién había herido a quién…
Peter se incorporó por un momento, mirándome fijamente, con las cuencas de los ojos vacías, y entonces descubrí con gran alivio que él tenía el cuchillo hundido sobre el estómago.
Con un gesto violento se arrancó el arma, y como si no hubiera pasado nada, se acercó lentamente hacia mí. Yo respiraba con gran dificultad y trataba de avanzar arrastrándome por el piso, sin quitarle la vista de encima.
-¡AAAH! ¡AAAAAAAAH! –gritó de repente, el grito más horrible que hubiera escuchado. Retorcía las manos como si llevara en sus espaldas algún peso insoportable, y luego cayó de rodillas. Lo miré darse de bruces en el suelo, retorciéndose como si fuera víctima de un ataque epiléptico, gruñendo con horror y forcejeando contra algo invisible.
De pronto, vomitó un chorro de sangre repugnante, y quedó totalmente estático, con los ojos vacíos. Había dejado de moverse, totalmente quito y silencioso, mientras la sangre brotaba de su estómago y de su boca. Por fin, había muerto.
Hubo un instante de silencio, en el que mis ojos pasaron lentamente del cadáver al bosque. Tal vez era por mi cansancio, porque estaba agotada, débil y herida, pero hubiera jurado ver, desde el sendero oscurecido, lo que parecían minúsculas luces cruzar las copas de los árboles, desapareciendo en la nada.
-Margot… -susurré, y me dejé caer en las hojas secas, cerrando los ojos para dejarme morir.
-¡Alessa! ¡Alessa! –gritó una voz. Abrí los ojos al sentir los zarandeos de Vivian, que estaba totalmente fuera de sus casillas.
-Vivian…
-¡Alessa! –sollozó. Me abrazó fuertemente, temblando de pies a cabeza. -¡Alessa! ¿Qué he hecho? ¿Qué le hice a Peter?
-No llores, Vivian, por favor. –le supliqué. –Ya ha pasado.
-¡Pero Alessa, lo maté! ¡Soy un asesino, Alessa! ¡Soy un asesino!
-Vivian… Vivian… -susurré. Tomé su cara entre mis manos, mirándolo intensamente a los ojos. –No tengas miedo, Vivian. No tengas miedo. Esto sólo ha sido una pesadilla, Vivian, nada más.
-¿Sí? –lloró.
-Sí. Una pesadilla, y ha terminado. –dije. Vivian asintió dócilmente, derramando unas lágrimas más, y luego, despacio, se acostó a mi lado, haciéndose un ovillo. Lo imité, dejándome caer de espaldas. Con una mano acaricié su pelo, oyéndolo gemir hasta que se quedó dormido; yo sentía la sangre que seguía brotando de mi herida, con los ojos fijos en la luna, que parecía haberse vuelto blanca.
Margot… mi Margot… Margot estaba a salvo. Era libre ahora… Todo había acabado.
-Se acabó… -musité. Presa del agotamiento, cerré los ojos, y me hundí en una oscuridad imposible y en un sueño, el más dulce que había tenido jamás.