FAVOR DE ALIMENTAR A HOLMES Y A HELSING, GRACIAS.



lunes, 31 de enero de 2011

COSAS DE LO GROTESCO Y ARABESCO

Por fin!! El primer misceláneo de la temporada :) no son ustedes felices??

Nuncamás: Tengo mis dudas...

¬¬ desafortunadamente, a Nuncamás no lo puedo matar, en primera porque agarrar un mugroso pájaro tamaño pollito Kentucky cuesta más trabajo del que creen, y en segunda porque una cosa es matar a las voces de fondo y otra a un animalito. Ni modo.
Pues mis grotescos arabescos de hoy emípiezan con... mi gatita.
Ya les había contado una vez que ella tenía un comportamiento casi humano, ¿no? Pues fíjense que el otro día me dispuse a seguirla para ver (como dicen en mi rancho) qué pitos tocaba; pues quien sabe si sepa hacer sonar un silbato, pero de que hace cosas raras, las hace. Por ejemplo, sé que es normal que un gato ande por los tejados, pero, ¿bajarse por el tubo del tinaco así tipo bombero o teibolero o combinación de ambos? eso sí que nunca lo había visto. Otra cosa: ¿alguna vez han visto a un gato levantarse entre las ocho y las nueve de la mañana para acicalarse largo rato y luego, sólo después de haber terminado su minucioso aseo, disponerse a despertar a su amo a zarpazo limpio? una vez me quedé dormida hasta las diez y media y mi gata, harta de esperarme, alargó una pata y me metió un guamazo en el ojo.
Sé que es normal un gato que persigue cosas que se mueven, pero ¿cuando lo que se está moviendo es tu propia mano? Quizá se deba a que tiene un ojo enfermo, pero aún así... Y en vez de cazar ratones, los tom entre sus patas y les da un largo baño antes de dejarlos ir, para gran desesperación del gato de Mamá Loba, con el cual por cierto mantiene peleas que parecen salidas de alguna película de Jackie Chan o Bruce Lee. En fin, que yo sigo sin comprender, lo único que sé es que le encanta que le rasque el pecho y odia que la bese en la nariz.
El otro día, hablando de más cosas (por algo esto es un misceláneo) hicimos pizza casera. Nos sentamos a comer y mi tía hizo tour en la tele, para deternerse en un canal que no recuerdo muy bien, y gracias a su eterno placer por estar viendo cosas que A NADIE MÁS le gustan, me hizo revivir la noche aquélla en que ví ese maldito documental de Juanito Sacatripas con un programa que... bueno... no quiero ni acordarme de él. Aunque mi teratofobia tiene sus límites, dicho límite es traspasado muchas veces gracias a mi tía, y total que atendió a los lloriqueos de "cámbiale por amor de Dios" míos y sorpresivamente de mi madre (que, a pesar de haber visto mil horrores en Medicina, no pudo soportar lo que estábamos viendo) como diez minutos más tarde. Uuuuy.
Entonces seguimos nosotros haciendo tour (gracias al cielo) y dimos con la película de La Niebla. Oh, qué bien, más muertos, pensé, y tomé mi librito de Poe para seguirle. Mi madre, por razones que no comprendo, le tiene aversión a Poe, y como la portada de mi libro tiene una foto suya estuvo haciéndole caras durante cinco minutos de tranquilidad, hasta que...
Lobita: ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA!
Mamá Loba: Ay mocosa, cállate.
(Perdonen, es que estaba leyendo el cuento de Bon-Bon y hubo un pasaje cómico; sí, Poe puede ser muy gracioso a veces, como en ese cuentito de El Ángel de los Singular donde se me saltaban las lágrimas de risa). Otro ratito de silencio y de nuevo...
Lobita: No, no preguntes, no preguntes... ¡por favor cállate!
Mamá Loba: O.o
Lobita: ¡Noooo, cállate, noooooooooooooooooooooooooooooooooo!
Un momento de paz, lo peor había pasado. Y...
Lobita: ¡NOOOOOOOOOOOOO! P*** ma*** ya te habías salvado pe****!!!
Mamá Loba: ¡Hazme el favor de callarte y dejarme ver la tele!
Cerré el libro, decidida a hacer dos cosas: la primera, no volver a leer el cuentito de El Rey Peste porque me había dejado levemente traumatizada, y segunda, no volver a leer nada cuando Mamá Loba estuviera viendo la tele.
Ya pronto volveré a mi campo de concentración por última vez. Uuuuy ustedes no saben... no saben lo que voy a hacer cuando me gradúe... porque... ni yo lo sé.
Nuncamás: JAJAJAJAJAJAJAJAJA!! Mensa.
Como sea... Tengo varias opciones, claro, por ejemplo:
1.- Cantar una canción de Molotov fingiendo que entonaré el Himno Nacional, especialmente dedicada a los infelices que trabajan ahí.
2.- Hacer lo que cierta persona (a la que aquí llamaremos Eddie) hizo en West Point: aparecer vestida solamente con unos guantes de algodón blanco, un sable de cadete y unas botas de montar.
3.- Meterles una patada a todos los que me caen mal de los profes.
4.- Hacer lo que en Carrie: esperar a que mi querida enemiga mortal pase a decirnos unas palabras y tirarle encima un bote con pintura roja. Dulce, dulce venganza.
Por cierto, ¿ustedes sabían que de cada seis escuelas que hay en México, hay una sola chica conocida mayormente como La Inalcanzable? Por supuesto, había una en la mía ¬¬ No nos agradábamos mucho por ser justo lo contrario (de hecho ella era rubia tirando a francesita y yo soy morena tirando a azteca), y traía a todos mis amigos babeando.
¿Alguien puede explicarme porqué los hombres se fijan más en las muchachas que son coquetas, fiesteras, crónicamente incultas y sin futuro alguno aunque estén más feas que Jojojorge Falcón? Digo, porque he visto a algunas muchachas que sinceramente no les hallo lo bonitas (por aquello de que el maquillaje hace milagros) y tienen hasta a diez tontos atrás suyo. No me salgan que con lo del deseo de conquista, esto ya traspasa los límites biológicos y evolutivos. No digo yo que sea la hija de Afrodita, pero no me considero físicamente mala, así que no logro comprenderlo. Mis amigos, los sonsos particulares, me dejan participar en sus "juegos de brutos" y al mismo tiempo me miman como a cualquier muchacha, y aún así... En fin, debe ser algún defecto cerebral, porque normalmente le gusto a los que no solo piensan y actúan como cavernícolas, sino que además, lucen como tales.
Y para acabar mi larguísimo misceláneo, chéquense lo que me hallé en una página de ensayos, léanlo a conciencia y respondan mi pregunta:

Los gatos se inventaron en el Jardín del Edén. De acuerdo con los rabinos, Eva tenía como mascota una gata llamada Pusey, circunstancia que entre las naciones orientales dio origen al nacimiento de una secta de adoradores de gatas denominados "puseítas", secta que, según se dice, aún existe en alguna parte. Cuando las ratas comenzaron a tornarse problemáticas, Adán le dio a la primera pareja de gatas seis lecciones sobre el arte de cazarlas, y desde entonces, ese conocimiento viene conservándose. Los griegos escribían "gata" con "k", y los franceses ponen una "h" en la palabra; el verdadero erudito inglés no atiende a semejante muestra de ignorancia y utiliza la ortografía correcta. En la época de Chaucer la palabra "cataract" (catarata) se escribía "caterect" (literalmente, "gato erguido"), pero es difícil determinar cuál es la analogía entre una catarata y una gata erguida. La introducción de la palabra cat en cat-aplasm (cataplasma), cat-egory (categoría), etc. no fue autorizada; se produjo sin el conocimiento ni el consentimiento de las partes, y no tiene sentido. La palabra catnip (hierba gatera), sin embargo, sí tiene sentido: guarda la misma relación con la constitución física de la gata que la que guarda el dulce de marrubio de Pease con la constitución física del hombre. Se dice que un caballero que busque respuesta a cuestiones difíciles querrá saber por qué las gatas, que llevan dentro de sí aquello que contiene tan divina melodía, producen una música tan execrable. Tal vez la respuesta sea simple: las gatas son humildes; no gustan de jactarse de sus logros. Jamás oirá usted hablar de una gata educada. Son comunes los cerdos, los osos y los perros educados, que pueden decir qué hora es y cuántos espectadores hay presentes (esto último es fácil, para desgracia del hombre que conduce el espectáculo). Pero ¿quién oyó hablar alguna vez de una gata educada? Una gata no aspira a ningún conocimiento, ni siquiera a tocar el piano ni a cantar. Si se la mata, se puede preparar con ella una especie de ente físico, por llamarlo de algún modo, el que, una vez estirado y vuelto a llenar, puede producir un efecto divino. Probablemente es el espíritu de la difunta gata, que fue depurado hasta no quedar de él más que una sola cuerda y que ahora emite una melodía sencilla, mientras que, en la gata original, toda las cuerdas estaban enredadas y confundidas, por lo que forzosamente producían sonidos discordantes, por no decir que estaban vulgarmente vivas y en estado salvaje.
Esa explicación parece clara. Una gata joven o una gatita son graciosas: su principal ocupación es perseguirse la cola, pero su cola no se deja atrapar. Los niños muy pequeños adoran a las gatas muy pequeñas, pero, si son varones; cuando crecen y aprenden humanidades en la escuela, y todo lo referente a Dracón, Alejandro y César, cambian de actitud hacia las gatas y las matan cada vez que su afán de divertirse los impulsa a hacerlo. Un dicho asegura que la persecución hace florecer aquello que desea avasallar. Hay allí un pequeño error: en el caso de las ratas, que las gatas persiguen, la persecución invariablemente hace disminuir su número. Es sólo cuando la persecución queda a medio camino o se lleva a cabo con una pizca de caridad, que logra el efecto mencionado en el dicho, el que demuestra su falsedad no sólo en el caso de las ratas sino también en el de los indios. A los indios se los persiguió con el fuego, el whisky y la espada, y ya fueron casi exterminados. Una gata sólo hace el ridículo cuando está enamorada. Entonces, olvidando cualquier otra consideración por estar su corazón tan feliz, la gata, inconscientemente, juega al trovador. (Designamos a los gatos con el género y el pronombre femenino porque en inglés para todo gato se emplea el pronombre "ella", así como a todas las perras y yeguas se aplica el pronombre "él", un rasgo particularmente bello del inglés). La felina que canta su serenata hace un ruido semejante al de un bebé que tiene un cólico, con quien suele confundírsela. Ambos sexos tienen bigotes, más finos o más gruesos; es dudoso que los gatos que son gatas alguna vez dejen de usarlo, puesto de que esa moda ha prevalecido durante tanto tiempo. Una de las mejores páginas de los anales ingleses es la historia de Whittington y su gata. Conocemos a un niño que tiene una gata y dice que, en el futuro, se propone llegar a alcalde de Filadelfia. No tenemos la menor objeción.

Ok, entiendo bien el punto, pero... SI NO LA CONTROLAN NO LA FUMEN!!! ¿Desde cuándo los gatos son criaturas dulces y humildes? ¡Por favoooooooor! ¿De cuál tomó este tipo? (porque si le sobró, yo quiero... ah no, perdonen).
Adiosito!! Y denle la bienvenida a la primavera que ya casi llega.

jueves, 27 de enero de 2011

HOY LES VOY A CONTAR UN CUENTO

Como no me ha pasado nada emocionante durante estos días, y además falta muy poco para entrar a clases, aquí les dejo un cuento que escribí inspirado en dos historias: Ligeia y Leonora.
P.D El de Morella no, está muy macabro.

CHRISTINA
En mi juventud tuve ciertas inclinaciones por las delicadas artes de la poesía. Era mi placer caminar por el campo lóbrego de mi natal Inglaterra y ocultarme entre los árboles robustos y jóvenes de los primeros días de primavera, tomar un libro de versos y recitarlos calmadamente, protegido así con el verdor lozano y alegre del campo y escuchado únicamente por los pájaros que sobre las ramas se posaban. De tarde en tarde, mi melancolía era tal que subían a mis labios los versos entristecidos de Quevedo, y musitaba al viento, con aires de gran declamador y con el corazón oprimido:
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
venas, que humor a tanto fuego han dado,
medulas, que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejaran, no su cuidado;
serán cenizas mas tendrán sentido:
polvo serán, mas polvo enamorado.
Era entonces que mi alma se nublaba de dudas, de ideas, de añoranzas. Mi padre me crió solo, porque siendo yo un niño mi madre fue entregada a la muerte luego de una agonía trágica, de la cual, por suerte, me preservaron ambos lejos de conocerla o presentirla siquiera, y aquélla hermosa mujer de cabellos rizados y castaños, de ojos dorados y sonrisa franca que tanto alegrara los días de mi padre, expiró en la más alta quietud de una noche invernal. Su repentino deceso despertó en mi progenitor una gran angustia que no logró acallar ni con todo el vino ni con todas las fiestas del mundo, y al final, él también fue arrastrado por la siniestra Parca para que compartiera la hipotética eternidad con mi amada madre. Quizá fue durante ésa época de juventud que me atrajo intensamente el deseo curioso de saber si el amor, el tipo de amor más puro y sublime que pudiese llegar a sentir un hombre, podría sobrevivir como el alma a la tumba, o si acaso, hasta las llamas más poderosas de éste amor se apagaban junto con la vida.
Dejé de pensar en eso algún tiempo más tarde, cuando ya estaba yo sobre mi quinto lustro de existencia, decidido a nunca experimentar mayor pasión que aquélla que se representara en los libros de poemas, en parte por miedo a experimentar o provocar un dolor por la pérdida del ser querido, y en parte por mi propio egoísmo, que si bien nunca llegó a traslucirse en mí, sí actuaba ante los otros como un negro velo que me cubría y me alejaba.
Precisamente, algunos años después de haber tomado esta dura decisión, salí del campo de mis nostalgias, dejé las tumbas matrimoniales de mis padres y marché a un sitio no tan alejado donde me esperaba una labor física lo suficientemente fuerte como para mantener mi alma (melancólica por naturaleza) lejos de cualquier cavilación que pudiera perturbar aunque fuese por poco las memorias que había enterrado en mi corazón.
El lugar al que llegué era una villa preciosa, y mi nuevo empleo se ubicaba en una mansión al pie de una pequeña colina alejada del pueblo, toda ella cubierta de suave y brillante pasto. Cualquier buen observador se hubiera fascinado con aquélla visión de paraíso, con sus árboles frondosos rodeando la colina y sus flores de varios colores por entre el esmeralda eterno de la naturaleza, como una precioso pintura clásica donde solo faltarían las diosas más hermosas del Olimpo para hacerlo idílico y celestial.
Al contrario que el campo que la rodeaba, la mansión tenía desde afuera un aspecto lúgubre. Era un edificio rectangular, más ancho que alto, y con unas almenas demasiado pequeñas para ser tomadas como tales. Los grandes ventanales estaban siempre abiertos, pero medio cubiertos por gruesas cortinas de colores oscuros; a primera vista, hubiera yo jurado que a familia estaba de luto, pero los amables personajes que vivían en aquélla atmósfera tan deprimente y a la vez sublime eran personas de carácter afable y sin pizca de tristeza, aunque de vez en cuando, la señora de la casa se mostraba un poco abatida; era entonces que su esposo, un hombre alto, apuesto y cabal, le apretaba brevemente la mano, le musitaba palabras de aliento que yo no lograba comprender, y entonces aquélla encantadora y triste mujer suspiraba y asentía con resignación, antes de cambiar su faz con una sonrisa que a veces me parecía ensoñadora, anhelante.
Mi trabajo en aquélla mansión consistía únicamente en labores domésticas y en ayudar al dueño con sus papeles, como si fuera un criado secretario. El resto de la servidumbre tenía labores mucho más pesadas que las mías, y la gran mayoría de ellos, necesario es decirlo, pasaron largos días mirándome con feroz desconfianza. Los señores, por el contrario, fueron desde el principio muy amables y directos, explicándome todo aquello que necesitara saber, desde horarios para cada actividad hasta algunas recomendaciones de carácter más bien personal. Ellos fueron quienes me dijeron que el pasillo del este llevaba largo tiempo deshabitado, y que sus habitaciones, aunque más amplias que las del lado oeste, estaban todas tan arruinadas que era imposible guardar algo o habitar en ellas, y me convinieron a no acercarme a ella, por mi propia seguridad. Al parecer, todos los sirvientes conocían esta premisa, porque absolutamente nadie cruzaba a aquel fantasmagórico pasillo, iluminado únicamente por la luz de las ventanas que se encontraban en el muro exterior de la casa.
Los señores no tenían hijos, excepto uno, según me explicó el caballero, que estaba estudiando en Londres y al que hacía tiempo no veían. En cierta plática que tuvimos en una tranquila ocasión, cierta tarde de verano cuando un cielo gris coronado por algunos rayos de sol cubría toda la colina, me contó que su hijo había nacido con un carácter muy peculiar, siendo desde niño muy sensible a la belleza en cualquiera de sus presentaciones y siendo, por lo tanto, un poco melancólico. Imaginé que los suspiros ahogados de la señora provenían de su deseo maternal de volver a estar junto a su retoño, pues es bien sabido el gran amor que sienten las madres por sus hijos, en especial si estos son de espíritu sensible y, en cierto modo, románticos.
Por largo tiempo me contenté con lo dicho y hecho por los señores de la mansión y por la servidumbre, que poco a poco comenzó a dejar de mirarme airadamente y a tratarme con más familiaridad, encontrando especial amistad en el viejo portero y en la amable cocinera. Pasó algún tiempo de intensa dicha, pero también de una clara monotonía que estaba a punto de hacerme pasar por uno de mis ataques de depresión tan comunes en mí desde que falleció mi madre. Sólo el arduo trabajo que desempeñaba ahí me mantenía en mis casillas y me evitaba entrar en dichas crisis, aunque de vez en cuando, estando la hora más oscura de las noches, lloraba ocultando mi rostro y mis gemidos bajo las sábanas, deseando con ansias infantiles que regresara el sol y apartara de mí aquéllos agonizantes sentimientos de soledad.
Una mañana, salí temprano de mi habitación, dispuesto a dar un pequeño paseo por los alrededores de la mansión y así disipar las sombras de la angustia, todo esto sin intención de molestar a nadie con mi partida. Salí sigilosamente de mi habitación, bien seguro de que todos dormían, pues apenas unos tímidos rayos de sol penetraban lastimeramente por las ventanas; al doblar el pasillo con dirección a las escaleras, me sorprendió mucho ver dos siluetas femeninas que caminaban hacia el pasillo este. Intrigado, me agazapé como un gato entre la hierba para examinar con ojo clínico a las dos mujeres; una resultaba ser una de las criadas, y la otra, era nada menos que la dueña de la mansión. Ambas mujeres hablaban en voz baja, y casi noté un tono de voz casi trágico en ambas, cosa que me turbó bastante, pues, ¿qué empujaba a esas dos mujeres a aventurarse al solitario y fantasmagórico pasillo lleno de habitaciones derrumbadas? Con mucha cautela, seguí a ambas mujeres a prudente distancia, protegido por las sombras de aquél pasillo siniestro, y me detuve a tiempo para ver cómo las dos mujeres llegaban frente a una puerta que estaba al fondo de aquél largo tramo; la señora tomó una llave y abrió la puerta, y sin que yo pudiera ver nada, las dos desaparecieron en su interior.
No soporté estar por más tiempo ahí escondido, en primera porque me parecía un insulto perseguir y fisgonear de ésa manera a una dama, y en segunda porque sabía bien que de nada me servía seguir agazapado entre las sombras. Me alejé del pasillo y bajé las escaleras, dispuesto aún a tomar mi paseo, aunque mi alma seguía demasiado excitada por aquélla repentina y misteriosa aventura.
Pasé la tarde cavilando, casi sin prestar atención en las charlas del señor y en los percanes que el gato de la familia estaba provocando en el salón al perseguir al esquelético papagayo que la señora tenía por mascota, toda mi alma y mi mente se encontraban flotando en el misterioso pasillo este, preguntándome en voz baja qué estaba oculto tras esa puerta, qué podía haber ahí que empujara a la señora a levantarse tan temprano y a la criada a romper sus órdenes. Me conformé con suponer que todo había sido producto de mi imaginación, exaltada durante la noche por mi avanzado estado de melancolía.
Sin embargo, en cierto momento tuve que subir para llegar a mi habitación y tomar algunos papeles, y en el proceso, me topé con la misma criada que viera en la mañana, saliendo justamente del pasillo este. Al cruzarse nuestras miradas, la mujer me observó agresivamente, como si me echara una silenciosa y siniestra advertencia. Luego de aquél breve y perturbador episodio, volví a mis asuntos y resolví aquélla misma noche visitar el silencioso pasillo y descubrir por mí mismo qué era lo que escondían en su interior. Mi cabeza, por cierto, echó a volar más allá de lo humanamente natural, alimentados mis temores por ciertas historias que leyera en mi juventud, y traté de imaginar qué quimera o secreto era demasiado precioso o demasiado peligroso para hacer que solo dos personas pudieran penetrar en dicho pasillo, donde aquélla cosa desconocida vivía oculta del resto del mundo.
Cayó la noche, y todos se fueron a dormir. Yo me quedé vestido, calzándome las zapatillas para no hacer ruido, y me quedé materialmente arrodillado frente a la puerta de mi habitación, listo para salir en cuanto todo hubiera quedado oscuro y en silencio en la mansión. Sujetaba una vela apagada en mi mano, totalmente rígido al lado de la puerta, atisbando por una minúscula rendija, apenas perceptible de cerca, para ver los pasos de los últimos criados que iban a sus propias piezas a dormir, y cuando la última vela de la mansión se apagó, yo encendí mi vela y, abriendo con cientos de precauciones la puerta, salí.
Reinaba una quietud sobrecogedora en toda la mansión. Afuera, no se oía ni el viento, ni el eco lejano del pueblo, ni un miserable suspiro extraviado; sólo era capaz de percibir el latido angustiado de mi corazón que me ordenaba concienzudamente a volver a mi recámara y dejar aquél misterio por la paz, pero yo seguí tercamente caminando despacio, con todos mis sentidos a flor de piel, listo para, ante la menor muestra de movimiento, apagar la vela de un solo soplido y refugiarme tras las cortinas hasta que el peligro hubiera pasado. Nada me detuvo en mi largo viaje, pues aunque el pasillo oeste no era muy largo, yo caminaba con mucha lentitud, tratando de imitar los callados pasos del gato para alcanzar mi destino.
Llegué, por fin, frente al pasillo este, reconocible por su atmósfera tan abatida y solitaria que la diferenciaba del resto de la mansión; ya estando ahí, sentí grandes deseos de dar la media vuelta y refugiarme en mi cómodo lecho, sin embargo, los espíritus sensibles también son muy propensos a la eterna curiosidad del explorador o del científico, y quise ver con mis propios ojos aquél singular “objeto” (usé dicha palabra para no pensar en cosas más calamitosas como “monstruo” o “fantasma”), y entré en aquéllas sombras heladas del pasillo para alcanzar la puerta. Finalmente, cuando estaba a pocos pasos de ella, recordé que la señora la había abierto con una llave, y moví la cabeza con un gesto de frustración; pero sólo por un instante, porque luego la luz de la vela me reveló que sobre la puerta y a un lado de ésta, colgaba una gran llave que debía ser muy seguramente la de ésa recámara. Tomé la llave con mano temblorosa, y mordiéndome los labios para no emitir el grito que se agolpaba contra mi pecho, abrí la puerta. Dando un par de pasos, entré.
Lo primero que hice fue cerrar los ojos, al escuchar de repente un estertor violento que parecía provenir del interior de la habitación, lo cual terminó pro exaltar aún más mis pobres nervios. Pasados algunos segundos, y viendo que no me había pasado absolutamente nada, abrí los ojos y comencé a inspeccionar la habitación.
Era una recámara amplia, con un estilo gótico francés muy marcado, pues su techo se sostenía con unas vigas que le daban el aspecto de bóveda de catedral; a lo lejos estaba una ventana, cuyas cortinas estaban abiertas y dejaban ver el cielo nocturno, adornado con miles de refulgentes estrellas, el viento rugía suavemente tras el cristal, lo que me hizo reconocer el sonido de estertor que escuché al entrar. No había mueble alguno, excepto una hermosa araña de delicados adornos de cristal que pendía de lo más alto del techo, cubierta con gruesas telarañas dando pruebas de que la habitación llevaba mucho tiempo sin ser visitada. Lancé un hondo suspiro de alivio, callados de una buena vez mis temores infantiles, y comencé a caminar hacia la ventana para disfrutar un poco del paisaje nocturno; pero a pocos pasos me di de lleno en las rodillas con un objeto duro, y la luz de la vela iluminó algo que parecía ser un enorme ataúd abierto. Retrocedí, horrorizado por la visión de una larga caja rectangular de rica madera de ébano pulido, pero sólo un instante después, tratando de apaciguar el latido aterrorizado de mi corazón, examiné cuidadosamente el supuesto ataúd y mis emociones, primero cargadas de miedo, se tornaron en un repentino ataque de verdadera melancolía, una melancolía acompañada con una sensación de infinita ternura.
Lo que había tomado por un ataúd, era en realidad una cama muy peculiar. Era nada más un enorme rectángulo de madera pulida, en cuyos costados habían tallado imágenes de hermosas flores que crecían locamente por todos lados, ascendiendo hacia la tarima, donde había un colchón de seda blanca. La cama estaba cubierta por un velo blanco transparente, y no tenía cabecera; sobre este lecho, cubierto por sábanas blancas y un hermoso edredón también blanco, bordado con pequeñas rosas rojas, reposaba una figura pequeña y pálida. Atraído por este nuevo giro en mi aventura, me acerqué para contemplar al durmiente.
Era nada menos que una jovencita, cuya belleza no era eclipsada ni aún por su sueño profundo ni por su extrema palidez. Tenía el cabello largo y negro como las plumas de un cuervo, los labios de exquisita proporción con su faz de ángel o de ninfa, teñidos por un sutil color rosa que anunciaba que aún seguía viva, mientras que sus ojos cerrados estaban rodeados por inmensas ojeras púrpuras, que contrastaban con la violenta tez blanca. Había en aquél conjunto algo de divino, algo de etéreo, como si ahí estuviera reposando no un humano, sino un hermoso ángel que espera apacible el momento de despertar y volver al paraíso. Era tal mi contemplación, que mi corazón y mi alma temblaron bruscamente, y sin poder resistir comencé a llorar amargamente, arrodillándome frente a la hermosa joven durmiente, sin prestar atención a los sonidos externos.
Fueron largos minutos de sollozos ahogados, hasta que una mano se posó en mi hombro y me sacó de mis ensimismamientos. Era nada menos que el señor de la mansión, que me observaba con gesto enfurecido, mientras a su lado su esposa no paraba de temblar. Yo también sentí un inmenso terror, y comencé a balbucear varias disculpas sin saber qué pretexto hallar para salir de aquél espantoso error cometido.
Pero el señor levantó una mano, ordenándome silencio. Luego, con una voz mucho más débil que la acostumbrada, explicó sepulcralmente:
-Así que habéis dado con la tumba en vida de nuestra hermosa hija Christina.
Christina, era ése el nombre de aquél ángel que dormitaba tiernamente en ése lecho de ensueño, y sobre la cual había derramado mi amargo llanto, llenando mi espíritu de renovadas emociones que no había creído posibles fuera de los versos de amor. Volví a balbucear una disculpa, y no tuve más remedio que explicar lo visto aquélla mañana. El caballero volvió a ordenarme silencio, y me explicó mientras su esposa se inclinaba frente a la joven, apretándole la mano que quedaba fuera de las sábanas y llorando silenciosamente.
-Ella es nuestra amada hija, Christina, antaño una jovencita alegre y vivaz, cuya inteligencia podía tanto maravillar como turbar a cualquiera que la escuchara. Pero hace pocos años, nuestra flor más hermosa y nuestro bien más preciado cayó gravemente enferma, de un mal aún desconocido por la ciencia y que día con día mermaba más su salud y su vitalidad, hasta que un día cayó en éste profundo sueño. Pero aún nuestra pequeña flor vivía, y le conservamos bien protegida en este profundo pasillo, reservándola de cualquier daño humano. Sólo da señales de vida cuando siente la presencia de su querida madre, pero no hemos podido en todos estos años arrancarle un solo suspiro ni que abriera sus ojos. Lo más que hemos logrado conseguir en mantenerla con vida gracias a cierto medicamento que nos ofreció un médico amigo mío, que le administramos cuidadosamente con ayuda de un gotero.
Vi entonces cómo la madre colocaba lo que parecía ser un embudo en miniatura en la comisura de los labios de Christina, y echaba en su interior un poco de cierto líquido de color transparente. Christina se estremeció de manera casi imperceptible, y solo unos segundos más tarde volvió a quedarse tan quieta como la magnífica estatua viviente que era. La visión de ésa hermosa criatura condenada a la muerte en vida borró mis melancolías pasadas, y las sustituyó con una tristeza endulzada, un sufrimiento gozoso, imposible de describir a quien no lo haya sentido nunca.
Mis días dejaron de ser oscuros, atraído por la presencia misteriosa de Christina, oculta tras aquéllas paredes heladas del pasillo este, como la flor que se niega a morir en lo más crudo del invierno, irradiando una luz divina que llenaba de esperanzas a sus angustiados padres, y que a mí me había arrancado de un solo y fiero golpe todas aquéllas memorias dolorosas de una infancia abatida y una juventud atormentada por los fantasmas, que ahora tomaban la forma de hermosas luces más cercanas al cielo que una estrella, y como fondo de ésa nueva y repentina felicidad, estaba un sutil y secreto sentimiento de cariño hacia aquélla criatura mítica, a ésa sílfide callada que dormía en su divino lecho de luto.
Cierta noche, me aventuré nuevamente a su habitación, como había hecho en noches anteriores, después de que la señora hiciera su visita nocturna para suministrarle el brebaje que la dejaba vivir un poco más, y me quedé contemplando intensamente aquélla silueta angelical, cuyos cabellos se desparramaban formando un lamentable sol negro detrás de su cabeza, como olas de mar moribundas que quebraban en su blanca piel. Un impulso interno de gran arrebato sentimental me hizo hacer algo que jamás, en todas aquéllas visitas, me había atrevido a hacer: extendí una mano y suavemente, casi con miedo, tomé la suya.
Duré unos segundos, fascinado por la textura de mármol de aquélla mano, cuando de pronto, noté que ésta mano pálida y fría se teñía repentinamente del color de la vida; el repentino suceso continuó, y el color se extendió hasta su rostro, coloreando sus hermosas mejillas de un rubor intenso, pintando sus labios de un tono rojizo y haciendo que su negro cabello brillara como si de una noche estrellada se tratara; entonces, un calor intenso se extendió por su cuerpo, tembló su pecho y un suspiro débil salió de sus labios. Miré impresionado aquél delirio, y me sorprendió mucho cuando la joven abrió de par en par sus ojos, los ojos más hermosos que hubiese visto. Eran tan negros como su pelo, y brillaban intensamente como si en ellos se ocultara la luna, y aquéllos ojos hermosos se posaron en los míos, observándome no con miedo ni con duda, sino con una dulzura infinita. Me perdí en aquélla mirada tierna, y era tal mi emoción que sonreí, y entonces Christina sonrió, sonrió con la inocencia de una niña y con la belleza devastadora de una mujer, como si hubiera pasado toda su vida esperando aquél instante.
Pero aquello duró sólo un momento, porque oyendo un murmullo agitado en el exterior, solté la mano de Christina; los colores recién llegados a su faz se desvanecieron, sus labios volvieron a su estado agónico, su pelo se deslució y sus ojos se cerraron. Volví a temblar, angustiado por la dicha de haber visto a Christina en la más pura de su belleza y haberla perdido nuevamente. Quise volver a sujetar su mano para comprobar que no alucinaba, pero ya mi tiempo estaba contado, y permanecer un poco más ahí era ponerme en riesgo. Salí de la habitación con el alma sobresaltada y maravillada, nadie más que yo habría de contemplar ése hermoso milagro.
Pasé un par de días, soñando despierto con aquél breve instante de dicha, y resolví volver a intentarlo en cuanto se presentara mi oportunidad. Así que, una noche, volví a deslizarme por el pasillo este y entré a la habitación de Christine; tomé su mano y miré, sorprendido, cómo le curioso milagro visto un par de día atrás se repetía. Esta vez, Christina se incorporó levemente del lecho, y susurró mirándome fijamente:
-Antes de que llegue el alba, o de que algo más interrumpa este momento, quiero decirte algo que ningún otro mortal debe escuchar. He pasado estos años soñando contigo, sin saber ni cómo ni cuándo podría verte, pero el Señor ha sido justo con nosotros, y piadoso con mi pobre alma desesperada y te ha traído hasta aquí, a mi lado. Debes saber que aunque mi corazón sea aún joven y haya sufrido tales desgracias, puedo asegurarte con la mayor de las sinceridades que siempre te querré, porque gracias a ti he logrado salir de ése abismo de sueños y sombras en que he vivido largo tiempo, y a cambio te ofrezco mi más profundo cariño.
Mientras ella hablaba, yo lloraba sin consuelo alguno, sintiendo ése mismo cariño del que ella hablaba despertar y llenar mi alma entristecida y hacerme volver a la vida, tal y como Christina había vuelto de su sueño. Sin soltar su mano, acaricié su rostro y la besé en la frente, asegurándole que volvería muy pronto a verla, y ella me juró que esperaría, con tal convicción en su voz que por poco vuelvo a romper en llanto. Luego de ésta tierna despedida, solté su mano y ella volvió a su sueño profundo y enfermo.
Así pasaron los días, y los meses. Lo que acontecía de día en la mansión era una cosa muy diferente de lo que pasaba durante la noche; de día, los suspiros tristes de la señora seguían llenando los silencios, haciéndome sentir culpable por no confesarle el milagro que ocurría con su hija amada, y de noche, conversaba largamente con Christina. Poco a poco, ese cariño que ella me profesaba creció, y yo mismo comencé a sentirlo, y por primera vez en mi vida, luego de mis repetidas acciones para alejar de mi alrededor cualquier relación que pudiera mantener, supe lo que era amar y ser amado, y fue en medio de aquéllas noches milagrosas que Christina y yo nos confesamos mutuamente el gran amor que sentíamos. Pero su situación impedía que ése amor pasara de algo idílico, intocable, tan apasionado y distante como los poemas; mas resultó que la inteligencia de Christina era verdaderamente prodigiosa, y ella encontró una solución muy práctica, aunque un poco siniestra en su momento, para que nuestro amor lograra trascender las simples palabras.
Mi vida se vio plena desde aquélla noche. Mi felicidad fue en aumento, mi vitalidad apareció, y aunque los señores seguían bajo la absurda creencia de que Christina era algo más que un cadáver y menos que un ser humano, yo conocía el tierno secreto que sólo dos personas compartían en el mundo. Jamás llegué a comprender del todo cómo fue que Christina logró despertar, al menos no lo comprendí desde el punto de vista científico, porque luego de largas discusiones que entablamos al respecto, nos conformamos con saber que el amor sigue siendo un mecanismo más cercano a lo celestial que a lo humano, y que puede hacer cosas maravillosas y misteriosas. Este amor tan peculiar, que nació en las sombras y en medio de la desesperanza, creció enormemente, aún más cuando Christina y yo nos casamos, jurando en medio de la noche al cielo que nos amaríamos por la eternidad, y de ésa manera la visité noche tras noche durante varios meses, contentos ambos por nuestra forma de vida, que alejaba cualquier inconveniente o tristeza de los matrimonios normales.
Fue entonces que una mañana, al despertar muy temprano me crucé con la servidumbre entera, toda ella apretujada en la entrada del pasillo este, dentro de cual se oían sollozos desgarradores. Me acerqué hasta ellos, sin recibir respuesta alguna, hasta que por las malas logré entrar al pasillo y de ahí, a la puerta de la habitación de Christina. La señora lloraba vivamente con un dolor indescriptible, arrodillada junto a la cama de su hija, y entonces el abatido señor me anunció que Christina acababa de morir.
No quise creerlo. No quise creerlo en ese instante. Esperé a que todos se alejaran para entrar a la recámara y comprobar por mí mismo que mi adorada Christina estaba verdaderamente muerta. Entré y tomé su mano como siempre, ignorando el frío de sus miembros y la palidez mortuoria en su faz. Tomé su mano por largos minutos, sin que la vida volviera a su rostro, ni la risa a sus labios, ni la luz a sus ojos. Comprendí, mientras llevaba su mano a mis labios, que mi amada Christina había muerto, me había abandonado cruelmente de este mundo sin darme tiempo de prepararme para su partida, y lloré amargamente la pérdida, deseando enloquecer o morir yo también.
Duré toda la tarde junto al féretro, pues el funeral no tardó tanto tiempo porque los únicos presentes éramos los que vivíamos en la mansión. Mi abatimiento era tan grande o aún más que el de los señores, que no cesaban de llorar; los sirvientes miraban con recelo el cuerpo de Christina, pero una nube de pesar nublaba sus ojos. Hice un gran esfuerzo para no llorar también, y sólo hasta que el ataúd desapareció a pocos metros a los pies de un hermoso roble en la propiedad de la familia, pude deslizarme medio débil hasta mi recámara y dar rienda suelta a mi llanto desesperado, llanto de quien pierde lo más sublime y hermoso que ha conocido en toda su vida.
Pasé la noche sin poder conciliar el sueño, turbado por yo no sé qué terribles visiones de muerte y de angustia que me asaltaron sin tregua. Quedé boca arriba sobre mi cama, tratando de relajar un poco mi turbación buscando en los recovecos de mi memoria algún recuerdo dulce que no tuviera nada que ver con Christina; entonces, Christina apareció ante mí como en un sueño, tan hermosa como la vi en vida, en la verdadera vida, sonriendo con mucha dulzura. Se acercó a mí, tomando mi rostro entre sus suaves manos, depositando un beso de despedida en mis labios y murmurándome palabras al oído que me devolvieron a la realidad con una fiebre intensa, que me hizo levantarme de golpe de la cama y echar a correr sin vestirme bien hasta el exterior de la mansión.
En medio de mi ardor, llegué hasta la tumba de Christina; junto al roble seguía apoyada la pala, y sin más comencé a quitar la tierra, haciendo caso omiso de las débiles gotas de lluvia que caían a mi alrededor. Cavé a gran velocidad, con tanta energía que en menos de quince minutos ya había quitado gran parte de la tierra que cubría la tumba de mi amada. Ya faltándome escasos centímetros, detuve mi angustioso trabajo para escuchar atentamente; palidecí al escuchar con toda claridad, aún en contra del viento y de la lluvia, un sonido largo y lastimero que era claramente el gemido de una persona. Con más fervor que nunca seguí cavando, y no tardé mucho antes de dar con el ataúd. A fuerza de tirar saqué la caja pulida y rodeada de flores, y con un sordo golpe de la pala rompí el frágil candado del ataúd, y abrí precipitadamente el féretro.
Lancé un grito de alivio. Ahí reposaba mi amada Christina, durmiendo el sueño eterno concedido por los ángeles, y junto a ella, llorando con gran angustia, una niña pequeña y hermosa. Tomé a la niña, la envolví con mi capa y la besé, bendiciendo a todos los cielos y a Christina por haberme otorgado una hija tan hermosa que apagara por la eternidad mi dolor. Tomé a la pequeña en brazos, maravillado por el delicado parecido que guardaba con su amada madre, y sin mediar palabra eché a andar colina abajo.


¿Y bien? ¿Qué tal me quedó? Adiosito!!

lunes, 24 de enero de 2011

MOMENTOS PSIQUIÁTRICOS DE LOBITA

Bueno, primero antes que nada, se distribuirán los premios a los ganadores de los dos primeros lugares del concurso "Feliz Cumpleaños Edgar Allan Poe". Y quedamos así:
4° lugar: Frank Churchill, con un voto a su favor.
3° lugar: Lobita Nocturna, con dos votos a su favor.
2° lugar: Gabriel Guerrero, con dos votos a su favor (no fue empate debido a que yo no estaba formalmente en el concurso).
1° lugar: Marcia, Ann, Karolina y La Voz, con cuatro votos!!!

Bueno, ahora sí, a lo que va el post.
Luego de una ardua investigación (que duró lo mismo que dura La Rosa de Guadalupe y Cosas de la Vida juntos), logré poner en orden esos momento en mi vida en que de verdad parecía alguien fugada del manicomio (y vieran que el manicomio de mi ciudad parece salido de película de horror). ¿Qué tipo de momentos? Pues bien, momentos de histeria, transtornos obsesivos, depresión, manía, psociopatía y otros términos aún no hallados en la Medicina moderna, aunque oí un rumor de que el psicólogo que me examinó la última vez pretende inventar algo llamado "Síndrome de Lobita", que sería algo así como una mezcla de todos los males mentales presentes en mí, pero quizá nunca lo publiquen porque en el lugar donde está ahora, no se publica nada. Un minuto de silencio por el psicólogo que se volvió loco...

Nuncamás: ¿Ya o que?
Ya hombre. Aquí van mis "dolencias", certificadas por médicos de gran "prestigio":
EZQUIZOFRENIA: Se me atribuyó dicho mal a los ocho años de edad por una trabajadora social cuyo nombre no recuerdo, que opinaba que mis adelantos en los estudios se debían a un transtorno mental agravado. El diagnóstico fue "exceso de imaginación" y "falta de infancia". En fin, resultó que yo no tenía nada.
TRANSTORNO DE PERSONALIDAD MÚLTIPLE: Me da a veces que me paro frente a un espejo a gritarme largas horas, cuando me siento muy frustrada y no tengo ganas de pelearme con alguien más. Mi otro yo no posee ni nombre ni rostro auténtico (ah no, esperen, es un espejo), y también me da por hablar conmigo misma, en tono de discusión, en la calle. Jeje.
BIPOLARIDAD: Me sucede muy seguido en época de exámenes, problemas económicos y SPM, así que no es nada nuevo en mí.
OBSESIÓN-COMPULSIÓN: Sólo se mostró presente en una ocasión (aunque en términos relativos padezco muy seguido de este mal). Tenía yo quince años y sólo un mes de haber sufrido un trauma emocional, y lo primero que sucedió fue... que me enamoré del Guasón. Y por dichas razones terminé con un psicólogo. No hubo diagnóstico, fue cuestión de retirar de mi vista cualquier objeto alusivo y en menos de dos días había vuelto a la normalidad.
DEPRESIÓN: Presente de los doce a los catorce años, visible únicamente para aquellos que presteran atención (o sea nadie, porque como he dicho, nadie tenía interés alguno en hablar conmigo). Vivir con las ventanas cerradas y tapadas para que no entrara luz, vestirme de negro, oír el réquiem a todas horas, comer poco y leer a Edgar Allan Poe como único medio de felicidad ahí existente eran señales muy claras de que me estaba pasando algo raro. ¿Diagnóstico? Ninguno en realidad, porque nadie se tomó la molestia de llevarme a terapia ni nada parecido, puede decirse que salí sola del problema, y con nota alta (el 70 porciento de los casos de depresión juvenil se detecta cuando el adolescente intenta suicidarse, y a mí nunca me atrajo la idea... como diría Watson: "Se quiere demasiado como para eso").


En fin que esa ha sido mi vida desde hace once años, y no le veo muchas ganas de cambiar. Quizá mañana alguien me diagnostique con Complejo Lolita o con Psicosis o Paranoia, quien sabe, yo estoy abierta a ayudar a la comunidad médica (mientras no me obliguen a enfrentar mi teratofobia).
Adiosito!!!

jueves, 20 de enero de 2011

Y EL GANADOR DEL CONCURSO ES...

... No tengo idea. ¡Todos me gustaron muchísimo! En uno, se notó la ironía, la comedia, la suave parodia halagadora (Nota mental: debo de dejar de leer Filosofía, ya estoy hablando raro de nuevo); en otro, la inspiración lleva fuera de su sitio original al poema y le da un giro feliz y dramático a la historia. Y finalmente, un ensayo crítico y analítico nos explica vivamente qué es ese "algo" que sentimos al terminar de leer una historia, porqué aún luego de acabar un texto más o menos científico (como el de Viaje a la Luna) seguimos meditando, o porqué al acabar un relato de misterio nos cruza un leve escalofrío o percibimos una sensación de inquietud y de duda, a tal punto que algunos (como yo) son incapaces de controlarse y no concilian el sueño con mucha facilidad, aunque hayan pasado horas desde que leyeron.

Así que los someteré a votación, querido público. Aquí les van:

1. De Gabriel Guerrero: Nunca Más, un relato sobre amor y muerte muy curioso de verdad, y con un final bastante distanciado del acostumbrado: http://www.discrecionmexicana.blogspot.com/2011/01/nunca-mas-homenaje-poe.html

2. De Frank Churchill: Allan Poe, explicándonos con lujo de detalle ésas emociones que el escritor nos transmite y que pone a sus obras punto aparte del terror convencional:

http://www.startingacult.blogspot.com/2011/01/cuando-un-animal-se-siente-amenazado-su.html

3. De Marcia, Ann, Karolina y La Voz: El Hambriento, una parodia de El Cuervo muy hilarante y tristemente realista para los amantes del complicado arte culinario y férreos detractores de la burocracia comercial: http://www.lalibreteca.blogspot.com/2011/01/el-hambriento.html

Si conocen a alguien más, pueden agregarlo, o si quieren, también pueden votar por el mío...

Nuncamás: Mira tú qué ventajosa.

¡OH! Les presento a mi cuervo Nuncamás, suplente de las voces de fondo.

Los dejo con un video, y les prometo que en cuanto esta cochinada de audio sirva les subo la

canción. Adiosito!!

miércoles, 19 de enero de 2011

FELIZ CUMPLEAÑOS EDGAR ALLAN POE

Lo prometido es deuda: aquí está mi tributo.

Por primera vez me costó trabajo dar con el post, debido a que no sabía qué hacer. Pensé en escribir una canción (salió pésima gracias a mi audio), en un cuento, en dibujos, en parodias, en un video.. en fin, hubo de todo, y decidí hacer dos cosas. La primera, ¡un dibujo!
La primera imagen habla de mis instrumentos de trabajo: las hojas, los lápices... Hmm, qué curioso, en la primera foto que tomé salía la cola de mi gata.





En la segunda, vemos los bocetos de mi dibujo, algo torcido porque la cámara se me estaba cayendo, cortesía de Newton y su gravedad ¬¬ y esos fueron mi cinco minutos de ateísmo.En la tercera por fin se ve lo que es el dibujo: es Lobita sentada cerca de un escritorio y con la ventana abierta mostrando una tétrica noche de otoño (muy probablemente) con el cementerio de fondo. Es hora de ponerle colores y detallitos.Ahora, le puse colores y algunas sombras (que casi no se notan, de nuevo, la tecnología no me ayudó en nada). Pero aún le falta un detalle muy especial...¡Listo! A la imagen de Lobita tratando de escribir le agregué el fantasma meditabundo de Poe, que mira con gesto melancólico a la viva añorando el poder tomar papel y pluma, acompañado de su cuervo (por cierto, el cuervo me salió horible), y una nota que dice "All the things I've learned, can be tell in a simple word: Poetic," que quiere decir "Todas las cosas que he aprendido (de él) se pueden decir en una simple palabra: Poético."

Finalmente, aquí les presento lo que logré escribir luego de horas muertas en el camión, atrasada por culpa de los plantones del sindicato:


LA CARTA
Querido señor Poe… no, suena muy formal, mejor, Querido señor Edgar… no, eso se llama tutear… Querido señor Allan… bah, no me gusta como suena. ¡Rayos!
En fin, querido Edgar… no, tampoco… Estimado… no me gusta… Señor Poe… muy distante. Veamos… ¡ah, ya sé!
Mi muy apreciado señor Edgar Allan Poe (sí, así me gusta):
Sé que escribirle en estas circunstancias tan absurdas puede parecer inútil, incluso lunático, pero como usted dijo alguna vez, “nadie sabe si la locura es lo más sublime de la inteligencia”, así que, pretendamos que así lo es y continuemos con nuestros asuntos. Ahora que estoy en posición de escribirle, quisiera, en primer lugar, felicitarlo, porque su labor literario ha sido uno de los más importantes de todos los tiempos. Además, lo mejor de todo es que aún a estas fechas, es capaz de dejar en insomnio a algún incauto lector que la siente cerca… ¡no, perdón, eso es un mexicanismo! me refiero a que le dan escalofríos al leer alguno de sus relatos. Oh, sí, así es.
Debe saber que desde que era una niña, la noche me asusta, aún más cuando hay tormenta. Gracias a usted, ya no le tengo miedo a las tormentas, excepto cuando se va la luz, cosa que sucede muy seguido, porque la electricidad ahora no es un fenómeno curioso, sino algo tan cotidiano que aburre. Me gustaría usar velas, es más económico, pero me dicen que si uso velas me quedo ciega. Yo no lo creo.
Pero estoy divagando, me pasa muy seguido. ¿Es verdad que se comportó como un adolescente típico de Norteamérica en West Point? Digo, ahora es muy común que los estudiantes aparezcan desnudos en alguna ceremonia, pero… si supieran… Lo siento, me fui del tema otra vez. Quisiera también felicitarlo por tener el valor de plantarle cara a su tío, el señor Allan, y decirle que… cómo expresarlo… bueno, decirle que lo suyo lo suyo, no eran los estudios. Por cierto, quisiera comentarle con mucho tacto que discrepo con usted sobre lo que dice en su ensayo de "Notas Deshilvanadas sobre los Gatos”. Los gatos, señor Poe, son las criaturas más soberbias de todas, se sienten con derecho de mangonear a los humanos a su antojo, y cuando se les place pueden ser muy molestos. Esto lo digo, claro, con el debido respeto a su persona y a su gatita Catherina.
A propósito de animales, ¿porqué eligió un cuervo para el poema de “El Cuervo”? pudo ser cualquier animal: una paloma, un perro, un pato… ¿Abundan mucho los cuervos en Baltimore? Tengo entendido que la ciudad tiene un equipo de futbol que se llaman “Los cuervos de Baltimore”, pero no sé si tengan alguna relación. El futbol es un juego donde un grupo de brutos van tras una bola de cuero con forma de sandía, y ¡a romperse la cara por la pelota! ¿Le gustaban los deportes? Oí que cruzó a nado el río Hudson a los quince años, así que creo que sí. ¿Sabía que del cien por ciento de las mujeres en el planeta al menos un diez por ciento cree que usted es atractivo, tanto física como en el aspecto de inteligencia? Los hombres ya no son hombres, solo son… eso, animales. Qué mal, ¿no? La lenta extinción del género masculino por culpa de la mediocridad. Si viera usted cómo es el ahora, con reggaetón aturdiéndole las neuronas a la gente y la saga de Crepúsculo nombrada como “Mejor Libro de los últimos años” se vuelve a morir. De seguro que lo sabe y ahora mismo está llorando en su tumba. Quisiera acompañarlo, pero mejor no, soy algo claustrofóbica, y desde que leí “Entierro Prematuro” y me encerraron en el baño de los hombres en la secundaria ya no le tengo mucha confianza a los ataúdes.
Y por último, pero no por eso menos importante, quisiera entregarle un poema que escribí para usted. Lamento sinceramente los pormenores de su muerte y entierro y espero que ahora esté usted más tranquilo en el Más Allá, porque los del Más Acá poco a poco pierden el sentido de la cultura y el arte auténtico y compran libros de la WWE mientras usted y su literatura se quedan abandonados en los estantes.
“Dijo un cuervo, posado en mi silla
Que Leonora del cielo no ha de volver,
Que William Wilson es juzgado
Por lo mismo que Caín al matar a Abel.
Que Morella y Ligeia van rumbo al mar
Siguiendo un manuscrito hallado en una botella,
Que entre una cosa y otra, no hay más barriles de amontillado,
Y que Annabel Lee se ha curado de su tristeza.
El otro día he viajado a la Calle Morgue
Y Dupin me ha saludado muy gustoso
Hemos hecho una cita en donde está el Maëlstrom
Y me ha regalado un escarabajo de oro.
Mi gato negro observa atento
Al cuervo en mi busto de Palas
Me he mandado hacer un retrato oval
Para calmar un poco los ánimos de mi alma.
La Muerte Roja se ha alejado, gracias al cielo
Y duermo en un diván cubierto por seda roja
Pero mi corazón delator me ordena sin darme tregua
Que le diga al viento lo mucho que te quiero ahora.”
Me despido entonces, señor Poe, y que la pase estupendamente en su cumpleaños número 202.

¿Y? ¿Cómo quedó? Por cierto, gracias a Marcia, Ann, Karolina y La Voz por su poema, y a Guerrero por su relato. Veremos qué más sorpresas ocurren de aquí a mañana.

Y para los interesados en esto de tributos a Poe, les recomiendo buscar en Youtube la ópera rock titulada "Legado de una Tragedia" y oírla completita. Aquí están los nombres de las canciones y su orden:

1. Crepúsculo.

2. Gato Negro (señores españoles, va de nuevo: Poe se pronuncia "Pou", no "POEEE" ¬¬).

3. Atormentado

4. Preludios Nocturnos.

5. Encontrar mi Sangre (parece la típica discusión entre Mamá Loba y yo).

6. Delirios de Amor (cantada por Virginia).

7. Visionario (cantada por Dupin).

8. El Cuervo.

9. Mar Adentro (esta casi no me gustó, ¡y es la más optimista del disco!).

10. Falsas Esperanzas.

11. El Péndulo.

12. Reinando en su Propio Mundo (como diría Lucero, ¿y, y, y, y?).

13. Adiós Amor (qué voz tan chida tiene la tercera cantante... ah sí, yo lloré cuando la escuché).

14. No quiero Morir (alias "gánale al PRI", ¡qué necedad!).

15. Embriagado de Dolor (la letra más ruda que he oído en todo el disco).

16. Fe sin Dios.

17. Alma Errante (no sé si decir que es un final feliz o deprimente, juzguen por ustedes mismos).

A propósito... JÓDETE DICKENS!! (De todos modos nunca me gustaron sus libros, ahora, ¡menos!).

Adios y nuevamente:

Estas son las mañanitas que cantaba el rey David

Hoy por ser día de tu cumple te las cantamos aquí,

Despierta, Edgar despierta, mira que ya amaneció,

Ya los pajarillos cantan, la luna ya se metió.

Y los mexicanos ¡ya nos sabemos el resto!

lunes, 17 de enero de 2011

¿SE HABÍAN DADO CUENTA...?

En primer lugar, agradecimientos especiales a Guerrero por su promoción de mi proyecto Feliz Cumpleaños Edgar Allan Poe (alias Eddie, como diría el capitán de Pedro y el Capitán) y a la participación en su blog Tripolaridad de Marcia, Ann, Karolina y La Voz, deseándoles la mejor de las suertes porque su poema fue EPICO.

Ahora, volviendo al tema del día de hoy, quisiera hablarles de esas cosillas que, se vuelven tan comunes en nuestra vida que no nos damos cuenta de lo impresionantes o aberrantes que son en realidad. Así que aquí les van:

¿SE HABÍAN DADO CUENTA...

... que toda la música de reggaeton y banda/duranguense tiene EL MISMO RITMO?

... que cada día es más fácil hallar libritos de colorear de la WWE que libros de cultura en las librerías?

... que la burocracia es un arma de doble filo? Ayuda a muchos, y afecta a otros muchos más. De hecho, es normal que los mismos beneficiados sean los afectados.

... que las grandes ciudades tienen algún centro cultural callejero que parece una escena de teatro real? Extraño, pero cierto.

... que la gente suele rayar los baños públicos escribiendo las cosas más exóticas posibles? Algunos ejemplos:

* (inserte nombre aquí) TE AMOOOOO.

* P*** el que lea esto.

* Cristo te ama (es muy raro esto, digo, ¿porqué escribiría alguien esto en un baño?).

* No rayen PUERCOS (por si no lo has notado, héroe anónimo, tú también estás rayando).

... que los restaurantes chinos abundan y de hecho tienen verdaderos chinos trabajando ahí?

... que por cada esquina hay uno o más inválidos pidiendo caridad? Nadie sabe el verdadero motivo.

... que sólo de noche se pueden apreciar como Dios manda los monumentos históricos? Al menos yo lo creo así.

... que cruzarse en las esquinas es más peligroso que cruzar a media calle porque es muy normal que se te cruzen de la nada coches o motocicletas?

... que en las dependencias de gobierno te pasan a unas cinco oficinas y que a veces hasta te regresan a alguna antes de darte la negativa o de ponerte en lista de espera?

... que en los ciber cafés hay fotografías o afiches de personajes de videojuegos?

... que si le preguntas a una persona adulta, es muy difícil que te digan quién es Mozart pero sabrán decirte cómo va el fútbol?

... que la saga de Crepúsculo se vende como pan caliente mientras los relatos de Julio Verne se llenan de polvo en los estantes?

... que sí existe una manera infalible de obtener el verdadero amor, pero está en chino hallar quien lo corresponda?

Así que, ¿qué opinan?


P.D Y por favor, inviten a sus followers (o como se les llame en Blogger) para el Feliz Cumpleaños Edgar Allan Poe.

viernes, 14 de enero de 2011

NO TENGO NAAAAAAAAAADA QUE HACER...

¿Alguna vez han soñado con... ayudarme a escribir un post?
Voz de Fondo 9: ¡Claro que no! Tenemos mejores cosas que hacer.
¬¬
Voz de Fondo 9: ¡Sí ,claro que hemos soñado! Porque escribes pésimo...
Uuuuuuuy!! Se acabó!! (Entierra viva a la Voz de Fondo 9).
En fin... ¿en qué íbamos?
¡Ah, sí! El post. Verán... Este 19 de enero es el cumpleaños número 202 de Edgar Allan Poe (o Eddie, como le digo de cariño), y... ¡así es! ¡Ustedes querido público pueden participar en el... MEGA HOMENAJE DE "SON MIS ASUNTOS... ¿OK?" AL ESCRITOR!!!
Pueden participar con:
-Poemas
-Dibujos
-Ensayos
-Chistes (invéntense algo, lo que sea)
Y el 19 de enero ustedes postearán su dibujo/poema/ensayo/chiste en su blog y me darán a conocer su labor. Yo haré mi homenaje también y anunciaré a los 3 primeros lugares el 20 de enero sin falta.
OJO: Esta promoción (ah, perdón, no es comercial) no solo aplica a mis Hartitos, o sea a Guerrero, Ale-Chan, Digil_Matt y tooooooooodos los demás, sino también a blogs ajenos al mío que quieran hacer algo para conmemorar el nacimiento de uno de los mejores escritores del siglo XIX.
¡Los dejo!

sábado, 8 de enero de 2011

UNA AVENTURA... EN UN PROBADOR ¬¬

Bueno, este post será muy cortito, porque en primera se me ha terminado la imaginación (¡milagro!) y en segunda no hay mucho que contar.
Verán ustedes: Mamá Loba me envió a hacer unos mandados, y como la verdad llegué y terminé pronto lo que debía hacer, se me ocurrió echar un vistazo en la sección de ropa. ¿Qué? ¡Soy mujer, a mi tambien me gusta perderme entre ropa y zapatos!
Así que vi unos jeans que me gustaron mucho y decidí probármelos. Pero como tengo tendencia psicopatologica a no probarme una sola prenda, sino varias, me metí al probador con cuatro jeans, dos blusas y unos cinco o seis sombreros. Total que lo primero que me puse fueron los jeans, los mas bonitos que encontré, medio bohemios pero sin tanto adorno (soy minimalista en cierto modo). Y entonces justo cuando me los empecé a subir... ¡uuups! se atoraron!!! Y ni pa'rriba ni pa'bajo. Literalmente habia quedado atorada en unos jeans del tamaño justo para una mujer que pese unos 45 kilogramos (yo peso 52, y aun asi soy muy flacucha). Total que me sumí en la angustia de no saber qué hacer, era un gran dilema: esforzarme por sacarlos y romperlos, o llamar a una empleada para que me ayudase, de cualquier manera todos me verían las piernas de pollo que tengo ¬¬ .
Finalmente (y como Dios es misericordioso) el jean bajó sin rasgarse ni romperse, y con un suspiro de alivio, busqué otro que fuera de mi talla y luego jugué 15 minutos haciendo combinaciones locas de jeans, blusas y sombreros. Salí con un jean, dos blusas de aspecto gótico y ningún sombrero (sólo me los probé por vanidad).
Esa fue mi aventura, ligeramente dolorosa, ligeramente hilarante, y cuando llegué me pusieron una regañiza, no por tardarme tanto rato y haber llegado cuando ya daban las tres de la tarde, sino... por la ropa.
Vamos, como si nunca hubieran hecho algo a escondidas en toda su vida.
Y en el misceláneo de hoy:
-¿Sabían que Edgar Allan Poe tenía ojos raros? No miren la foto detenidamente, en primera porque no notarán nada, y en segunda porque si pasas un minuto observando su mirada sentirás que se te sube el muerto o algo parecido. Me refiero a raros porque aparentemente no tenían un color fijo: a veces parecían azules (dijo en una carta su tío) y a veces, casi violetas (Baudelaire, otro escritor de la época, lo que se deduce que tenía ojos grises claros.
-Mi gatita tiene el comportamiento más extraño que nunca he observado en un animal. Tiene horarios para todo, hasta para dormir y acicalarse, siente curiosidad por mi laptop y encima de todo sólo puede dormir en ciertos lugares específicos en posiciones casi humanas. Hmmm...
Chao!!

lunes, 3 de enero de 2011

EDGAR ALLAN POE: SI LOGRÓ DOMAR A LA LOBITA...

Otra larga historia de mi vida... y según yo, es el primer post del año. ¿Lo es?

Como sea, permitanme contarles la historia, larga y ligeramente aburrida, de cómo es que conocí a este escritor, cuyo cumpleaños, por cierto, está muy cerca.

Edgar Allan Poe nació en Boston allá por el 19 de enero de 1809, y falleció en noviembre de 1849, o sea, a los 40 años. Como su padre murió cuando él era muy pequeño, adoptó el apellido Allan de su padrastro, y entre una cosa y otra, estudió para ser periodista, cosa que por lo visto no se le daba muy bien que digamos, y no por redacción, sino por ésa manera tan rara de pensar.

Su prima, Virginia, se casó con él cuando ella apenas tenía... adivinen.. ¡¡trece años!! claro, hicieron chanchullo para que todos creyeran que tenía dieciocho, y además eran primos lejanos (Lobita cree que de ahí salió la famosa frase "a la prima se le arrima", aunque según mis estudios de Historia Antigua, es muy probable que ése refrán tenga más de unos pocos cientos de años de edad). Su esposa se murió a los 27 años de tuberculosis, y Poe le siguió a la tumba tan solo unos pocos años más tarde, aunque, como Mozart, nadie está cien por ciento seguro de qué lo mató. Unos dicen que fue también por tuberculosis, otros, por alocholismo o drogadicción, (aunque como esa información fue proporcionada por un periodista que lo detestaba, hay mucha controversia de qué tan cierto es esto). Hay quienes usan el término "congestión cerebral", que en lo personal me parece cómico porque cuando acá en mi rancho decimos que a alguien se le congestionó el cerebro, una de dos: o se le trabaron las ideas y no pudo expresarlas bien, o comió muuuuuucha nieve y se le congelaron hasta las neuronas. El caso es que jamás lo sabremos, y como por desgracia el tipo éste vivía en depresión permanente, o al menos lo aparentaba así (el llamado carácter melancólico que según los psiquiatras indica una inclinación al suicidio, otra teoría de su deceso), quizá nunca tendremos una respuesta.

Su tumba, por cierto, fue trasladada hasta Boston, donde ahora sus restos mortales languidecen junto a los de su esposa y su suegra (¡qué horror, qué castigo tan inhumano! ¿Se imaginan pasar la eternidad al lado de la suegra?), pero eso no le quita el pseudónimo de leyenda viviente. ¿Porqué? Miles de razones. La primera, y más importante, son sus relatos. Para muchos, Poe inició formalmente el género de novela policiaca con su personaje detectivesco, Auguste Dupin, acompañado de su leal amigo...

Voz de Fondo 9: ¿Watson?

¬¬ Nop. De hecho, ahí viene el misterio: el ayudante y confidente de este precursor de Sherlock Holmes JAMÁS habló en toda la historia y JAMÁS se mencionó su nombre. Aparece por primera vez en 1841 en "Los Crímenes de la Calle Morgue", y al parecer, fue fuente de inspiración para Arthur Conan Doyle, aunque, si leen "Estudio en Escarlata", Holmes desprecia a tal punto a Dupin (y en consecuencia a Poe) que parece mentira tanta arrogancia, pues dice que usaría sus relatos como manual de "lo que no hay que hacer" para los detectives novatos. Pues si él lo dice...

Lo segundo es que dicen las malas lenguas que el fantasma meditabundo de Edgar (o Eddie, como lo llamaba cariñosamente Virginia) sigue rondando por los pasillos de su casa; los que dejan volar de más su imaginacion casi afirman haber visto la sombra del poeta rondando con un cuervo en el hombro, sin saber que hace ya muchas décadas que se murió. Seguramente el pobrecillo anda buscando a su gato (hay hombres que se encariñan demasiado con sus mascotas) o un pedazo de papel para escribir algún cuentito que quedó incloncluso en su cabeza. Sea como sea, el misterio sigue vivo ahí, tan vivo y tangible como las habitaciones que no se han movido en absoluto.

Pero la importancia personal que tiene para conmigo, es el haber sido mi única compañía durante casi dos años de secundaria. Oh, sí, en la secundaria yo era el bicho raro, y simplemente nadie tenía interés en comunicarse conmigo de uno u otra forma... que no fuera lanzándome bolitas de papel ¬¬. Y en uno de ésos arranques de tristeza me metí a la biblioteca y, sin mucho interés, agarré el primer libro de terror que me hallé, y el primerísimo relato que presentaba era... El Corazón Delator.

El resultado fue... hmm, cómo describirlo... mágico, fantástico, casi irreal. Me quedé prendada de él (o sea del cuento), y cuando por casualidad me hallé otro libro con relatos únicamente exclusivos de este tal Poe, ¡menos me podían sacar de la biblioteca! y durante largo tiempo devoré esas lecturas macabras haciéndole caso omiso a las pesadillas (luego descubrí que podía manejarlas a placer, y terminé metiendo al dichoso cuervo que dice "nunca más" en el refri), y por fin me aventuré a conocer un poquitín más al sujeto este y me encantó. Fin del caso.

NOTA: ¡Ah por cierto! Quizá Poe influyó también en mi interés por Robert Downey Jr, debido a que el rumor de que éste pudiera interpretarlo en una película sonó fuerte, y ahora... estamos con las dudas.





Así que, ya saben: si quieren hacer feliz a la Lobita, simplemente háblenle de relatos de Poe, y yo estaré en mi aire que semeja a la sombra de la noche plutónica (ups!! eso lo leí).


RELATOS QUE RECOMIENDO (PARA SIMPLES INTERESADOS EN LA LECTURA):


1. El Cuervo (no leer este cuento se considera prácticamente herejía en el ámbito literario).


2. El Corazón Delator.


3. Los Crímenes de la Calle Morgue.


4. El Pozo y El Péndulo.


5. El Gato Negro.


RELATOS PARA LOS QUE SE SIENTEN MUY GALLITOS (A VER SI DUERMEN LUEGO DE LEERLOS):


1. Manuscrito Hallado en una Botella.


2. Morella.


3. Berenice.


4. Retrato Oval.


5. El Rey Peste.


6. La Verdad en el Caso del Señor Valdemar.


7. El Entierro Prematuro (con el puro nombre ya se presentó).


RELATOS PARA LOS MASTERS (SI YA SUPERASTE EL PAVOR DE LOS RELATOS ANTERIORES):


1. William Wilson.


2. El Tonel del Amotillado.


3. La Caída de la Casa Usher.


4. Los Anteojos (tráumate en la casa de tu abuelita).


5. Hop -Frog (suena cómico, pero aguas...).


Esto, aunado a una tarde o noche lluviosa, y con media luz, te garantizará dulces sueños... muajajajaja.