-No deberías ser tan cruel con ella. -le espetó Watson.
-Ella se lo ha buscado, no debió comportarse así.
-Renata es... sonsa... lo sé, pero no es mala chica. Digo, a diferencia de otras...
-¿Ya vas a empezar con eso? ¡Dime que también te gusta y listo!
-Qué estupidez.
Sherlock miró de reojo a Watson y dio un largo suspiro.
-Lo haré, pero deberá prometerme no volver a hacer eso. ¿Sí?
Watson ni siquiera se dignó a mirarlo a los ojos. Se sumergió entre las sábanas y Sherlock caminó hasta el cuartito contiguo, donde dormía Renata. La joven seguía llorando la vergüenza y el miedo, y cuando vio a su patrón se puso de pie, amilanada.
-Siéntate. Renata -a Sherlock le estaba costando trabajo, no le era nada fácil disculparse con la gente, y menos si esta le desagradaba. -quiero decirte que... tu proceder fue... malo.
-¿Malo? -Renata no se atrevió a mirarlo.
-Sí, pero, estaba pensando que después de todo... ya que vamos a...
-¿Sí?
-Lo que quiero decirte es que lo... la...
De pronto se oyeron unos sollozos ahogados en la puerta. Sherlock salió del cuarto, seguido por Renata, y al llegar a la entrada vieron a...
-¡Serenity! ¿Qué...?
-¡Ay, Sherlock! -la delicada y agotada mujer hizo ademán de desmayarse, y Sherlock tuvo que arrastrarla al interior de la vivienda y acostarla en un sofá para que se recuperara. Watson salió de su habitación y, al verla, miró de reojo a Renata, que negó furiosamente con la cabeza.
-Serenity, ¿qué ha pasado?
-Lord... Lord Black...
-¿Tu padrastro? -Sherlock sintió que la sangre le hervía en las venas. -¿Qué ha hecho?
-Me ha seguido... me persiguió... como a un animal... eran muchos esbirros... -Serenity parecía al borde del colapso.
-¿Y cómo te libraste?
-Los perdí y cuando sólo quedaban dos, los ataqué y los dejé sin sentido.
-¿A poco sabes pelear? -preguntó Watson, incrédulo.
-Pues sí. ¿Qué otra cosa puede hacer una delicada e indefensa dama en éste mundo? -Renata la miró con cara de pocos amigos. Sherlock siguió consolándola tranquilamente hasta que Serenity suplicó: -Señor Holmes, se lo ruego, déjeme quedarme aquí, sólo por una noche.
-Ah... bien pero... no tenemos habitaciones... Tendrás que dormir conmigo.
Serenity sonrió apaciblemente, y Renata gritó de pronto:
-¡No! No es necesario. -todos la miraron. -Yo... puedo cederle mi habitación. -sonrió con inocencia mientras Serenity arrugaba la nariz.
-Creo que puedo dormir con el señor Holmes, "niña".
-Creo que no. -Renata miró a Watson y levantó discretamente un pulgar. Sherlock miró ya a una, ya a otra, y sentenció:
-De acuerdo. Ya que me queda. Renata, vete a dormir a la sala.
-¿Con el perro? -preguntó. Sherlock asintió brevemente. -Bien...
Serenity, con cara de pocas pulgas, desapareció en la pieza de Renata. Ella se hizo un ovillo en un sofá y comenzó a dormitar acariciando la cabeza del cachorro. De pronto, los ladridos del animal la despertaron y vio, en la penumbra, la silueta perfecta de Serenity deslizándose hacia la habitación de Sherlock.
"¿Y ahora qué hago?" se preguntó. Tomando una almohada, caminó hasta la puerta y, de pronto, dijo:
-¿Señorita Serenity? No puede pasar.
-¿Porqué no?
-Porque es incorrecto. ¿Una dama entrando a altas horas de la noche a una habitación de un hombre? No es bueno.
-¿Y qué más da lo que piensen? Yo me he cuidado sola y mi vida...
-Sí, su vida trágica. -dijo Renata. -Ah, como sea. Pues bueno, dormiré.
-Sí. ¡Pero no...!
Renata se instaló cómodamente frente a la puerta, seguida por el perro de Watson. Le mostró sus colmillos a Serenity y ésta, derrotada, partió a su habitación.
Renata durmió mal toda la noche, y al amanecer se encontró con Serenity en la cocina, cantando:
Cuando se tiene un gran amor,
Y tú lo amas
No debes mirar las nubes cubriendo el soooooool
Debes reír,
Nunca llorar,
Y a tu amor cuidar....
¡Que salga el sol!
¡La luna ya!
Para confesarte mi eterno y sincero amor...
-Pues sí canta hermoso. -pensó Renata, fascinada por las notas que Serenity alcanzaba con su suave y melodiosa voz. La joven miró a sus espaldas la puerta de la habitación de Holmes y, parpadeando, recordó la primera vez que lo vio. Sintió algo caliente subirle a las mejillas y, de pronto, adquirió valentía y caminó derecho a Serenity. Ésta la miró algo consternada.
-Hola, niñita.
-Sé lo que planeas. -dijo Renata. -Y te diré algo... y no voy a repetirlo dos veces... ¡desiste!
-¿Qué?
-Desiste. Mejor deja al señor Holmes en paz o si no...
-¿O si no qué? -Serenity era más alta que Renata, y pesta se echó para atrás, asustada. -Óyeme bien, toda mi vida he soñado con ser feliz, y ninguna mocosa caprichosa va a quitarme eso, ¿oíste?
-Yo... no lo creo así. -dijo Renata. -El señor Holmes es... muy listo y se dará cuenta de quién eres en realidad.
-Observa. -susurró. De pronto, comenzó a llorar muy histérica y a decir con voz acongojada: -¡No es justo! ¿Porqué, Renata? ¿Porqué me dices eso? ¡Tú... tú no sabes lo que ha sido mi vida!
-¿Qué? -Renata miró atrás y vio a Sherlock, observándola nuevamente con odio, y a Srenity llorando a lágrima viva.
-¡Oh, Renata, no todos pudimos tener una... una vida feliz co-co-como la t-t-t-tuya!
-¡Renata! ¿Qué ha pasado? -preguntó Sherlock.
-¡Renata me ha dicho...! -gemía Serenity, mostrando dotes de gran actriz. -¡Me ha dicho que... que yo no te merezco... que sólo soy una pobre callejera...! ¡Y yo... yo...!
Sherlock trató de abrazar a Serenity, pero ésta salió huyendo en cuanto Watson apareció en la sala, preguntándose porqué había tanto alboroto. Sherlock miró a Renata. Ella, desconcertada, tartamudeó:
-Y-y-y-y-yo no le h-h-h-h-h-he d-d-d-d-dicho n-n-n-n-n-n-nada. ¡Lo juro!
-Está mintiendo acaso?
-¡Sí! -dijo ella, palideciendo.
-No te creo.
-¡Holmes! Tú nunca le crees nada a nadie, ¡sólo le crees a Serenity! -dijo Watson. Renata, que temblaba de pies a cabeza, asintió.
-¿Y qué más da, Watson? ¡Ha sido la única sincera conmigo!
-¿En serio? ¡Mira lo que ha hecho contigo, no piensas, no trabajas! ¡Eres un maldito vegetal!
-¡Ah, eso crees tú!
-¡Y encima de todo, tú sí puedes coquetear con ella y yo no puedo ni visitar a Mary!
-Y tú te la pasas efendiendo a ésta... -Sherlock señaló a Renata, que dio un respingo. -a ésta mocosa. ¡Una tonta mentirosa!
-Se acabó, Sherloc, elige: o Serenity... o yo.
El rostro de Sherlock palideció un momento, y casi estuvo a punto de decirle algo a Watson. Pero lo pensó mejor y sentenció:
-Pues ve empacando tus cosas.
-¡No! -Renata vio a Watson asentir lentamente y echó a correr tras él.
Durante media hora reinó un silencio aplastante en toda la casa, y al final Watson salió del 221B, seguido por Renata.
-Tú debes quedarte aquí. Cumple la orden que te he dado. -le dijo Watson.
-Pero... yo... -Renata no sabía cómo expresar su sentir. Desde la noche anterior, la presencia de Serenity la molestaba como nada, y no era su simple presencia, sino... la razón por la que estaba ahí. -No sé si... pueda...
-Deberás hacerlo. Debes salvar a Sherlock. -dijo Watson. -Yo me iré al 36 de Fleet, con Mary. Búscame si quieres, pero mejor... no.
Watson tomó entre sus manos las manos de Renata, la besó en la frente y se despidió con un fantasmal:
-Te deseo suerte, Renata.
Sherlock, desde la ventana, miraba alejarse a su único amigo para siempre.
Siguiente capítulo: VALENTÍA
Gente extraña, oscuridad, intento de asesinato... Renata está sola y debe tomar una desición, seguir siendo la criatura miedosa que siempre ha sido o probar su valía a Sherlock antes de que sea demasiado tarde.
1 comentario:
Esa serenity... igual que toda las mujeres...
saludos
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