FAVOR DE ALIMENTAR A HOLMES Y A HELSING, GRACIAS.



martes, 9 de marzo de 2010

Cap. 3 ¿PORQUE ME LO ORDENAN O PORQUE QUIERO?


-No deberías ser tan cruel con ella. -le espetó Watson.


-Ella se lo ha buscado, no debió comportarse así.


-Renata es... sonsa... lo sé, pero no es mala chica. Digo, a diferencia de otras...


-¿Ya vas a empezar con eso? ¡Dime que también te gusta y listo!


-Qué estupidez.


Sherlock miró de reojo a Watson y dio un largo suspiro.


-Lo haré, pero deberá prometerme no volver a hacer eso. ¿Sí?


Watson ni siquiera se dignó a mirarlo a los ojos. Se sumergió entre las sábanas y Sherlock caminó hasta el cuartito contiguo, donde dormía Renata. La joven seguía llorando la vergüenza y el miedo, y cuando vio a su patrón se puso de pie, amilanada.


-Siéntate. Renata -a Sherlock le estaba costando trabajo, no le era nada fácil disculparse con la gente, y menos si esta le desagradaba. -quiero decirte que... tu proceder fue... malo.


-¿Malo? -Renata no se atrevió a mirarlo.


-Sí, pero, estaba pensando que después de todo... ya que vamos a...


-¿Sí?


-Lo que quiero decirte es que lo... la...


De pronto se oyeron unos sollozos ahogados en la puerta. Sherlock salió del cuarto, seguido por Renata, y al llegar a la entrada vieron a...


-¡Serenity! ¿Qué...?


-¡Ay, Sherlock! -la delicada y agotada mujer hizo ademán de desmayarse, y Sherlock tuvo que arrastrarla al interior de la vivienda y acostarla en un sofá para que se recuperara. Watson salió de su habitación y, al verla, miró de reojo a Renata, que negó furiosamente con la cabeza.


-Serenity, ¿qué ha pasado?


-Lord... Lord Black...


-¿Tu padrastro? -Sherlock sintió que la sangre le hervía en las venas. -¿Qué ha hecho?


-Me ha seguido... me persiguió... como a un animal... eran muchos esbirros... -Serenity parecía al borde del colapso.


-¿Y cómo te libraste?


-Los perdí y cuando sólo quedaban dos, los ataqué y los dejé sin sentido.


-¿A poco sabes pelear? -preguntó Watson, incrédulo.


-Pues sí. ¿Qué otra cosa puede hacer una delicada e indefensa dama en éste mundo? -Renata la miró con cara de pocos amigos. Sherlock siguió consolándola tranquilamente hasta que Serenity suplicó: -Señor Holmes, se lo ruego, déjeme quedarme aquí, sólo por una noche.


-Ah... bien pero... no tenemos habitaciones... Tendrás que dormir conmigo.


Serenity sonrió apaciblemente, y Renata gritó de pronto:


-¡No! No es necesario. -todos la miraron. -Yo... puedo cederle mi habitación. -sonrió con inocencia mientras Serenity arrugaba la nariz.


-Creo que puedo dormir con el señor Holmes, "niña".


-Creo que no. -Renata miró a Watson y levantó discretamente un pulgar. Sherlock miró ya a una, ya a otra, y sentenció:


-De acuerdo. Ya que me queda. Renata, vete a dormir a la sala.


-¿Con el perro? -preguntó. Sherlock asintió brevemente. -Bien...


Serenity, con cara de pocas pulgas, desapareció en la pieza de Renata. Ella se hizo un ovillo en un sofá y comenzó a dormitar acariciando la cabeza del cachorro. De pronto, los ladridos del animal la despertaron y vio, en la penumbra, la silueta perfecta de Serenity deslizándose hacia la habitación de Sherlock.


"¿Y ahora qué hago?" se preguntó. Tomando una almohada, caminó hasta la puerta y, de pronto, dijo:


-¿Señorita Serenity? No puede pasar.


-¿Porqué no?


-Porque es incorrecto. ¿Una dama entrando a altas horas de la noche a una habitación de un hombre? No es bueno.


-¿Y qué más da lo que piensen? Yo me he cuidado sola y mi vida...


-Sí, su vida trágica. -dijo Renata. -Ah, como sea. Pues bueno, dormiré.


-Sí. ¡Pero no...!


Renata se instaló cómodamente frente a la puerta, seguida por el perro de Watson. Le mostró sus colmillos a Serenity y ésta, derrotada, partió a su habitación.


Renata durmió mal toda la noche, y al amanecer se encontró con Serenity en la cocina, cantando:


Cuando se tiene un gran amor,


Y tú lo amas


No debes mirar las nubes cubriendo el soooooool


Debes reír,


Nunca llorar,


Y a tu amor cuidar....


¡Que salga el sol!


¡La luna ya!


Para confesarte mi eterno y sincero amor...


-Pues sí canta hermoso. -pensó Renata, fascinada por las notas que Serenity alcanzaba con su suave y melodiosa voz. La joven miró a sus espaldas la puerta de la habitación de Holmes y, parpadeando, recordó la primera vez que lo vio. Sintió algo caliente subirle a las mejillas y, de pronto, adquirió valentía y caminó derecho a Serenity. Ésta la miró algo consternada.


-Hola, niñita.


-Sé lo que planeas. -dijo Renata. -Y te diré algo... y no voy a repetirlo dos veces... ¡desiste!


-¿Qué?


-Desiste. Mejor deja al señor Holmes en paz o si no...


-¿O si no qué? -Serenity era más alta que Renata, y pesta se echó para atrás, asustada. -Óyeme bien, toda mi vida he soñado con ser feliz, y ninguna mocosa caprichosa va a quitarme eso, ¿oíste?


-Yo... no lo creo así. -dijo Renata. -El señor Holmes es... muy listo y se dará cuenta de quién eres en realidad.


-Observa. -susurró. De pronto, comenzó a llorar muy histérica y a decir con voz acongojada: -¡No es justo! ¿Porqué, Renata? ¿Porqué me dices eso? ¡Tú... tú no sabes lo que ha sido mi vida!


-¿Qué? -Renata miró atrás y vio a Sherlock, observándola nuevamente con odio, y a Srenity llorando a lágrima viva.


-¡Oh, Renata, no todos pudimos tener una... una vida feliz co-co-como la t-t-t-tuya!


-¡Renata! ¿Qué ha pasado? -preguntó Sherlock.


-¡Renata me ha dicho...! -gemía Serenity, mostrando dotes de gran actriz. -¡Me ha dicho que... que yo no te merezco... que sólo soy una pobre callejera...! ¡Y yo... yo...!


Sherlock trató de abrazar a Serenity, pero ésta salió huyendo en cuanto Watson apareció en la sala, preguntándose porqué había tanto alboroto. Sherlock miró a Renata. Ella, desconcertada, tartamudeó:


-Y-y-y-y-yo no le h-h-h-h-h-he d-d-d-d-dicho n-n-n-n-n-n-nada. ¡Lo juro!


-Está mintiendo acaso?


-¡Sí! -dijo ella, palideciendo.


-No te creo.


-¡Holmes! Tú nunca le crees nada a nadie, ¡sólo le crees a Serenity! -dijo Watson. Renata, que temblaba de pies a cabeza, asintió.


-¿Y qué más da, Watson? ¡Ha sido la única sincera conmigo!


-¿En serio? ¡Mira lo que ha hecho contigo, no piensas, no trabajas! ¡Eres un maldito vegetal!


-¡Ah, eso crees tú!


-¡Y encima de todo, tú sí puedes coquetear con ella y yo no puedo ni visitar a Mary!


-Y tú te la pasas efendiendo a ésta... -Sherlock señaló a Renata, que dio un respingo. -a ésta mocosa. ¡Una tonta mentirosa!


-Se acabó, Sherloc, elige: o Serenity... o yo.


El rostro de Sherlock palideció un momento, y casi estuvo a punto de decirle algo a Watson. Pero lo pensó mejor y sentenció:


-Pues ve empacando tus cosas.


-¡No! -Renata vio a Watson asentir lentamente y echó a correr tras él.


Durante media hora reinó un silencio aplastante en toda la casa, y al final Watson salió del 221B, seguido por Renata.


-Tú debes quedarte aquí. Cumple la orden que te he dado. -le dijo Watson.


-Pero... yo... -Renata no sabía cómo expresar su sentir. Desde la noche anterior, la presencia de Serenity la molestaba como nada, y no era su simple presencia, sino... la razón por la que estaba ahí. -No sé si... pueda...


-Deberás hacerlo. Debes salvar a Sherlock. -dijo Watson. -Yo me iré al 36 de Fleet, con Mary. Búscame si quieres, pero mejor... no.


Watson tomó entre sus manos las manos de Renata, la besó en la frente y se despidió con un fantasmal:


-Te deseo suerte, Renata.


Sherlock, desde la ventana, miraba alejarse a su único amigo para siempre.




Siguiente capítulo: VALENTÍA


Gente extraña, oscuridad, intento de asesinato... Renata está sola y debe tomar una desición, seguir siendo la criatura miedosa que siempre ha sido o probar su valía a Sherlock antes de que sea demasiado tarde.




1 comentario:

Guerrero dijo...

Esa serenity... igual que toda las mujeres...


saludos