FAVOR DE ALIMENTAR A HOLMES Y A HELSING, GRACIAS.



domingo, 7 de marzo de 2010

CAPÍTULO 1. LA INTRUSA, NUESTRA SALVADORA




Fanfic: ¿Amor? Ya lo veremos.


Clasificación: apto para mayores de 10 años.


TIPO: Hurt/comfort ADVERTENCIA: Mary Sue vs Ana Sue


Bueno, aquí vamos con la historia, ¡deseenme suerte!




Para que sepan los preliminares, Sherlock se enamora "accidentalmente" de Serenity Baudeleire, una hermosa joven de 20 años, hija de unos nobles adinerados, que termina en la calle sobreviviendo sólo gracias a su maravillosa voz y magnífica belleza luego de una infancia atormentada. La descripción va así: una joven de rostro angelical, ojos azules y profundos como dos ventanas al alma, pelo largo, sedoso y del color del trigo, labios rojos y sencillamente perfectos, cuerpo perfecto, piel blanca, suave y perfecta, una inteligencia increíble y que sueña con encontrar a su gran amor. Y lo mejor es que... lo ha encontrado. ¡Es Holmes!


Ok, esta historia empieza durante uno de los múltiples intentos de Serenity de enamorar al detective (sé de buena fuente que no le faltan más de diez segundos para lograrlo ¬¬).


Sherlock miraba con los ojos como platos a la hermosa muchacha paseándose de arriba abajo con su vestido de seda rojo, que resaltaba aún más su belleza.


-Oh, Sherlock... -suspiró Serenity, posando sus encantadores y bla bla bla ojos azules en el cohibido detective. -Si tan solo supieras... cuánto te quiero...


Se le acercó con intenciones bastante obvias y, sonriendo con triunfo, lo abrazó apasionadamente y, cuando iban a besarse...


-Holmes, oye, ¡oh!


Era Watson. Serenity se enfadó y, fingiendo inocencia, dejó a Sherlock en paz, y éste, molesto porque le interrumpieron el "momento de la verdad", dijo:


-¿Ahora qué, Watson?


-Es que hay alguien buscándote, una señorita.


-¿Una señorita? -preguntó Sherlock, confundido.


-¿Una señorita? -dijo Srenity, poniéndose roja y con los celos hirviéndole en la sangre azul (sí les mencioné que es una noble, ¿cierto?).


Watson se retiró de la puerta y dejó pasar a una muchacha. De un solo vistazo, Serenity decidió que aquélla mocosa no podía ser enemiga: era delgada, más o menos alta, aunque más bajita que Serenity, con el pelo castaño oscuro corto y revuelto, ojos también castaños y llevaba una blusa blanca algo gastada debajo de un vestido azul claro sin mangas.


-Buenas noches. -le dijo Holmes a la joven, que hizo una breve inclinación. -¿Quién es usted?


-Me llamo Renata, señor, Renata Archer. -respondió la aludida. -Perdone que venga tan tarde, señor Holmes, pero he escuchado en la calle que usted necesitaba una sirvienta.


-¿Quién dijo eso?


-La señora... cómo se llama... Hudson.


-¡Yo no pienso volver a lavarle la ropa en toda mi vida! -chilló la señora Hudson, asomada en el resquicio de la puerta. Luego desapareció.


-Ah, bueno. -Sherlock miró con duda a Serenity, quien tenía la perfectamente esculpida nariz arrugada por el enfado. -Oh, lo siento, señorita... ¿cómo dijo usted que se llamaba?


-Renata.


-Renata, le presento a la señorita Serenity Baudeleire.


La joven Renata quedó al principio fascinada por la belleza imposible de Serenity, quien la saludó con una sonrisa que retendía ser encantadora, pero que lanzaba una clara advertencia: "Te le acercas y te juro que..."


-Mucho gusto... señorita Baudeleire. Y, ¿es hermana del señor Holmes?


-¡Hermana! -exclamó la mujer, escandalizada. -¿Qué acaso me veo tan vieja?


-Tú dijiste el otro día de mí que... -empezó Holmes.


-¡Esta niña no te conviene, Sherlock! -sentenció la taimada dama. -Y buenas noches, vendré a verte cuando haya menos pajarracos en el tejado.


Poniendo un gesto dramático en su hermoso rostro, Serenity desapareció tras la puerta, con lágrimas brotándole como cristales de sus magníficos ojos. (Ay, qué flojera describir una Mary Sue).


-¿Qué mosca le ha picado? -preguntó Renata, que no había entendeido ni jota de lo pasado.


-Pobre, ha tenido una vida dura. -le explicó Sherlock. -Cuando era niña, quedó huérfana por culpa de un hombre que asesinó a sus padres, los condes Baudeleire, y luego la adoptó un hombre bruto y cruel que pretendía explotarla y un montón de cosas más, y ahora sobrevive como puede cantando en las calles. Tiene una voz hermosa, ¿sabes? como el coro de los ángeles... y es tan hermosa y lista... ella es, definitivamente, la mujer perfecta.


-Este... sí. -Renata seguía sin entender lo que pasaba, era algo lerda cuando estaba conmocionada. -Pues como le decía, señor Holmes, necesito trabajo.


-De acuerdo. ¿De dónde vienes?


-Pues mi familia tiene una granja al sur del país. -dijo Renata. -Bueno, mejor dicho tenemos vacas y vendemos leche. Pero como yo era muy torpe para el trabajo, me mandaron a Londres para servir de criada. De lo que me paguen les mandaré una parte, digo, para los gastos.


-¿Tienes una historia triste?


-¡Para nada! -espetó Renata. -Siempre he vivido normal, ni muy rica, ni muy pobre, no tengo parientes adinerados o importantes ni nada de eso.


-¿Tienes alguna habilidad especial? -preguntó Sherlock, recordando la bellísima voz de Serenity.


-No. Bueno... sé leer y escribir. Y me gustan los caballos y los perros.


"En definitiva es una completa doña nadie", pensó Sherlock, recordando a Serenity.


-Entonces, ¿sí me da el trabajo?


-De acuerdo. Pero debes trabajar duro.


-¡Sí, por supuesto, y de inmediato! -Renata se puso de pie y corrió hacia la cocina para preparar la cena, pero se tropezó y se dio en la nariz con el borde de la puerta. Era bastante sonsa.


-¿Estás bien? -le preguntó Sherlock.


-Sí, es que soy algo corta de vista... -Renata rió con una risa algo chillona, nada que ver con la melodiosa risa de Serenity. Luego se puso como tomate y siguió hasta la cocina.


Watson entró y se puso a hablar con Sherlock.


-¿Qué estabas haciendo con Serenity?


-Yo... estaba...


-Déjame adivinar, intentó provocarte otra vez. ¿Cuántas veces lleva, cuatro?


-Cuatro y medio, como nos interrumpiste...


-Oye, creo que urge más darle sustento a una chica que besuquearte con otra.


-Pero si conocieras a Serenity... -Sherlock sonrió como tarado. -Es tan hermosa... pobrecilla, ha sufrido tanto...


-Sí ajá. ¿Acaso no ves qué está haciendo contigo? -preguntó Watson. -¡Está volviéndote un deserebrado! Ya no atiendes crímenes ni piensas con lógica ni nada. Dile que se vaya al...


-¡No puedo decirle eso! -gritó Sherlock. -Caray, es imposible. Imposible olvidarse de ella...


-Es un caso perdido. -se lamentó Watson mientras Renata, silenciosamente, servía la cena.


-¿Desean algo más los señores?


-No, para nada. -dijo Watson, mientras Sherlock tarareaba una cancioncilla tonta. -Sí, algo más, señorita Renata, venga...


Watson le susurró algo al oído, de modo que Sherlock no oyera. Renata frunció el ceño.


-¿Que quiere que haga qué? -Watson volvió a decirle. -Pero, ¿para qué?


-¡Solo hazlo si!


Renata se encongió de hombros, sostuvo la tetera llena de agua hirviendo, se acercó a Sherlock y le vació el agua en la cabeza.


_¡Ay! ¡Ay! -gritó él, muy molesto. Miró a Renata y a Watson. -¿Porqué lo hiciste, niña?


-Pues... el señor Watson... -Renata tartamudeó y salió huyendo, con la tetera todavía en las manos.


-¡Watson, idiota! -chilló Sherlock en dirección suya. -Hazme el favor de no volver a ordenarle cosas a Renata, ¿sí?


-Solo hasta que recuperes la razón. -sentenció Watson. Se puso de pie y dejó a Sherlock farfullando. Alcanzó a Renata en la cocina, quien ofrecía un gesto triste.


-¿Pasa algo, Renata? -le preguntó Watson.


-Es que... me sentí mal por lo que le hice al amo. -dijo ella sencillamente.


-Es por su bien. Escucha. -Watson bajó la voz. -La señorita que tú viste, Serenity...


-¿La rubia bonita con el vestido rojo?


-Ésa misma, está jugando con Sherlock de la manera más vil que se te ocurra. Por eso te voy a dar una orden, y sólo una: nunca permitas, bajo ningún concepto, que Sherlock y Serenity permanezcan mucho tiempo a solas. Y tampoco menciones que te lo ordené a nadie, ¿sí?


-Bien. -Renata asintió y sonrió. Como consuelo había que admitir que, con todo y que Renata era una persona común, algo tonta, asustadiza, sin mucho mundo y con una voz chillona algo desagradable, tenía algo bueno: un corazón de oro oculto bajo la máscara de la estupidez. Y no solo eso, tenía una mirada amistosa.




Próximo capítulo: Creyéndose la heroína.


Renata sigue al pie de la letra las instrucciones de Watson, pero le cuesta mucho trabajo. Su cobardía no alcanza límites y termina revelándole sin querer su mayor fobia a Serenity, quien decidirá utilizar ésa arma para alejarla definitivamente de Holmes.




¿Cómo me está quedando? ¿Bien? ¿Mal? Los dejo. Adiosito!!

2 comentarios:

DigiL-Matt dijo...

es tan dificil para mi imaginarme a sherlock de esa forma, el mejor detective de todos los tiempos se contradice al principio de esta historia, sherlock quien solo ha amado a una mujer a la que le teme solo por ser mas lista que es cae de rodillas de una tonta superficial
tealmente espero a que esto cambia a bien

Guerrero dijo...

Está genial, creo que como siempre con una otra cosa que puede mejorar y no dudo que lo hagas y mejoré cada vez.

saludos y te dejo por ahora que se me olvidó mi montón de tarea y a estudiar para mis exámenes =(