FAVOR DE ALIMENTAR A HOLMES Y A HELSING, GRACIAS.



lunes, 8 de marzo de 2010

Capítulo 2. Creyéndose la heroína




Pues ahí les va la segunda parte, ¿sip?




A la mañana siguiente, es doctor Watson salió muy temprano luego de desayunar. Sherlock seguía muy dolido con él por interrumpirle el "momento de telenovela" con Serenity y además le guardaba rencor a Renata, que lo miraba de reojo con miedo. Ella no quería molestar a nadie, por lo que se comía las uñas ante la idea de tener que hacer de mosca con su nuevo patrón y la dama bonita.


-Y no sólo bonita, sino lista y valerosa. -admitió para sí misma mientras tomaba los restos del desayuno. Watson la alcanzó, la sostuvo de un brazo y le susurró:


-Recuerda mi orden, Renata. Te lo suplico, es de vida o muerte.


La joven asintió distraídamente, y continuó con los quehaceres de siempre mientras Sherlock se ponía a trabajar. De hecho, llevaba mucho tiempo sin trabajar: en realidad se encerraba en su laboratorio y probaba un montón de químicos que usualmente explotaban, pero le daba igual: Serenity ocupaba todo su pensamiento.


__________________________________________________________________


-Serenity, la joven más hermosa e inteligente de todo Londres. -suspiraba lord Black. Era un hombre alto, horroroso y de carácter hipócrita, pero solamente tenía una debilidad: Serenity Baudeleire. -¿Alguno de ustedes, tontos, ha averiguado dónde está?


-Aún no, amo. -admitió uno de sus esbirros. -Pero la encontraremos muy pronto. Sabemos qué lugares frecuenta.


-Y sabemos otra cosa. -dijo el otro. -Creemos que tiene ya un pretendiente.


-¿Qué? -la cólera de lord Black estalló repentinamente. -Eso sí que no, señores. ¿Quién se atreve a posar sus ojos siquiera en ésa magnífica criatura?


-Quién sabe, pero suponemos que debe de ser rico, porque le compró un hermoso vestido rojo.


-Hmm... vestido rojo, ¿ah? Tengo un plan... -lord Black sonrió malvadamente.


Mientras tanto, en el 221B de Baker Street, Renata se afanaba en las labores domésticas, cantando con voz chillona y desagradable que estuvo a punto de quebrar los vidrios, cuando escuchó unos gritos provenientes de la calle:


-¡Alguien está agonizando ahí dentro!


-¿Tienen un papagayo enfermo o qué?


-¡Vaya! -se lamentó la joven. -Oh, pues dejo de cantar y listo.


Unos golpeteos armoniosos y musicales (ash, qué flojera) se oyeron en la puerta. Renata dejó la escoba y corrió a abrir. Cual no fue su sorpresa al ver en la entrada a Serenity, hermosamente ataviada con un vestido color verde esmeralda que resaltaba sus atributos. Sonrió con delicadeza y preguntó:


-¡Renata, querida chiquilla! ¿Dónde está el señor Holmes? Me urge hablar con él.


-Eh... pues... -Renata recordó de sopetón las palabras de Watson y dijo, con su tono de voz más convincente: -Salió con el doctor Watson. Y van a volver hasta... hasta... dentro de... un día o dos...


Serenity giró los ojos con pesar y luego replicó:


-Escúchame bien, cuando vuelva el señor Holmes, dile que me busque.


-Uy, no puedo dejarle ese recado.


-¿Porqué no?


-Ah, pues porque no puedo pasar recados. -Renata sonrió con inocencia.


-¿Y porqué? ¿No sabes dar recados a qué?


-Sí, sí sé, pero... es que... yo... él... ellos... -Renata sintió cómo la lengua se le trababa y dejó de hablar, poniéndose roja como tomate.


Serenity, que tenía muy buena dicción, le dijo burlonamente:


-Pues le dirás. Le dirás que lo he buscado y que no quiero que juegue más con mis sentimientos.


-¿Sentimientos? ¡Ah, sí, eso! Pues debe saber que... eh... -a la joven no se le ocurrieron más mentiras y mejor cerró la puerta con un golpe. El grito de dolor de Serenity le pasó desapercibido.


Fue cuando Holmes se asomó desde su puerta y preguntó:


-He oído mal, ¿Renata? ¿Serenity estuvo aquí?


-¿Serenity? -Renata abrió mucho los ojos, acrecentando su aspecto de muñequita de tela mal hecha.


-Sí.


-¿La muchacha bonita de pelo rubio y voz melodiosa que tanto le gusta?


-Este, sí.


-No la conozco. -sentenció ella, siguiendo con sus deberes. Otra vez se oyeron unos golpes en la puerta y Renata fue a abrir. Le sorprendió salir disparada a la pared cuando Serenity entró a la brava, con sangre saliéndole de su hermosa nariz y empapada de llanto. Aún herida y con la nariz rota, se veía encantadoramente hermosa.


-¡Niña mentirosa! -lloró, señalándola con un dedo. -¡Me ha dicho que no estabas aquí! -le gritó a Sherlock.


-¡No, no está aquí, él es... es... el doctor Watson disfrazado! -"Soy una estúpida", pensó poniéndose colorada.


-¡Y también me dijiste que el doctor Watson no estaba!


-¡Ups! -


-Ya me arreglaré contigo, Renata. -dijo Sherlock, y luego volteó a ver a Serenity. -Pobrecilla, lo lamnto mucho... no tengo la culpa de que sea una mentirosa, a ver, te curaré la nariz. Aunque no es necesario, se ve muy linda.


-¿Te complace mi dolor? -preguntó con voz mitad furiosa mitad seductora. Los dos entraron al laboratorio y Renata, inmediatamente, cumplió la orden al pie de la letra y entró tras ellos unos momentos después, en cuanto se recuperó del shock. Los encontró abrazados, con Serenity sentada en las rodillas de Sherlock mientras él trataba de curarla. Al verla, la joven y hermosa mujer dijo con voz molesta:


-¿Y porqué está esta chiquilla aquí?


-Renata, fuera. -ordenó Holmes.


-Lo siento, no puedo.


-¿Cómo que no puedes?


-Ay, señor es que...


Sherlock se puso de pie y jaló a Renata de un brazo hasta sacarla del laboratorio. Ahí, le preguntó con una voz amenazadora:


-¿Watson te ordenó hacer esto?


Renata negó con la cabeza, muy aterrada. Estaba de un espantoso color blanco.


-Bueno, ¿porqué no vas arriba a limpiar el cuarto de ls cachivaches?


-¡Ay, no! -Renata se mostró aún más asustada. -Está muy oscuro ahí, y hay bichos y... ¡no iré!


Detrás de la puerta, Serenity sonrió. Así que la nenita le tenía fobia a la oscuridad, ¿no?


-Sherlock. -salió exhibiéndose con su aspecto de musa adorable. -¿Pasa algo malo?


-Para nada, Renata estaba a punto de ir a arreglar un cuarto.


-¡Oh! Quisiera que me acompañana un segundito o dos afuera, creo que se me ha olvidado algo. -Serenity sonrió fascinada, dejando a Sherlock atontado. Tomó a Renata de un brazo y la arrastró al exterior. Ahí, le susurró al oído con malicia:


-¿Le tienes miedo a la oscuridad, criatura?


-¿Yo? No, para nada, ¿cómo cree? -pero ya había palidecido, y eso la delató.


-Bueno, entonces no te molestará abrir ése ático por mí. -Serenity señaló el ático al lado de la casa. Temblando, Renata abrió la oscura caja, al mismo tiempo que Serenity la empujaba al interior. Renata estaba fuertemente aferrada a ella, chillando:


-¡No, no! ¡Por favor, no!


-¡Adentro, entrometida mentirosa! -Serenity fue más lista y fuerte que Renata, y logró encerrarla. Renata vio con pavor cerrarse la puertecita y oír a Serenity alejarse. Comenzó a aullar, histérica y muerta de miedo.


-Bueno. -Serenity volvió al laboratorio. -¿En qué estábamos?


-Te deshiciste de ella, ¿cierto? -Sherlock sonrió, fascinado por la astucia de la dama. Ella lo miró seductoramente, como era la costumbre.


-Fue fácil, un gato sabe cómo quitar a un ratón de su camino.


La conversación siguiente fue la misma que de costumbre: era un tira y afloja imposible que usualmente culminaba en un beso apasionado con tintes de algo más, pero justo cuando Serenity había logrado someter a Sherlock a sus encantos, y ya estaban besándose, se oyó un golpe furioso de la puerta y, de la nada, el peso que Sherlock sostenía en las rodillas se duplicó. De la nada, Serenity cayó de espaldas en el piso y sólo era posible ver dos relámpagos (uno verde, otro negro) agitándose furiosamente. Por fin una vocecilla molesta se elevó en el aire:


-¡Eres una...! ¡Me encerraste en el ático! ¡Me encerraste!


-¡Suéltame, escuincla!


-¡Ya las dos! ¡Basta!


Watson entraba justo en ese instante y, al ver la pelea de gatos, no pudo menos que farfullar:


-¿Pero qué... cómo...?


Por fin, Serenity le dio un puñetazo a Renata, que la lanzó lejos y se alzó del piso, con los hermosos cabellos revueltos y la cara manchada de polvo. Y, aún así... se veía preciosa. Renata, en cambio, estaba hecha un ovillo en la entrada, manchada de polvo, con el rostro horrorosamente crispado y sangre saliéndole de una ceja. Sherlock abrazó intensamente a Serenity y ella se alejó, chillando:


-¡Te lo juro, sólo le jugué una broma! ¡Yo no sabía que le tenía fobia a la oscuridad!


-¡Sí lo sabía! -chilló Renata.


-¡Tú, silencio! -Sherlock acompañó a Serenity a la salida y, cuando la despidió dulcemente, asegurándole que le creía ante todo, volvió. Watson estaba atendiendo a Renata, que seguía consternada por el episodio sufrido en el ático. Al ver el odio impreso en los ojos de Sherlock, se amilanó.


-Renata. Yo no sé qué mosca te ha picado, pero tu comportamiento el día de hoy... No sé si pueda seguir dándote trabajo.


-¡No! -rogó la joven. -¡Lo siento tanto, señor Holmes, pero ella...!


-Ella no te ha hecho ningún mal, en cambio tú...


-Solamente te recuerdo -dijo Watson, mientras le limpiaba la sangre a la chiquilla. -que yo pago la mitad de este lugar, por lo tanto, yo digo que se queda.


-¡Tú viste lo que hizo! -dijo Sherlock.


-Es que... reacciono muy mal si me enfado... o me asusto... ¡Ay! -Sherlock acababa de soltar un puñetazo en la puerta y Renata se espantó. -¡Basta, por favor!


Sherlock siguió mirándola con furia, y no sintió piedad alguna por ella al ver sus ojos llenarse de lágrimas. Por fin suspiró y dictaminó:


-Te puedes quedar, pero con una condición: que nunca más le dirijas la palabra a la señorita Serenity... ni a mí. Ni me mires. -añadió al ver los ojos de la joven clavados en él, aterrados. -Hasta que aprendas a ser más amable y respetuosa.


-Sñoer Holmes... -Sherlock salió del laboratorio mientras Watson seguía lavando y curando la herida. Ella le retiró suavemente las manos y musitó: -Lo siento mucho, doctor Watson, fallé.


-Ya me dí cuenta. Pero no importa, sigue esforzándote.


-Yo no sé... no sé porqué... -Renata comenzó a divagar, buscando las palabras para describir lo que sentía, le costaba más trabajo que a Serenity. -Cuando salí de casa, escuchaba historias fantásticas del señor Holmes... y... ahora...


-Por eso necesito que te esfuerces más. -le suplicó Watson. Por fin terminó de curarla y se puso de pie.


-Por cierto, doctor, ¿a dónde se fue usted hoy?


-¿Yo? Con Mary. Sherlock no me deja verla, ¡ah! pero él sí puede coquetear con Serenity, ¿no?


Y muy enfadado salió de ahí, mientras Renata seguía pensando.


Lejos de ahí, algo mucho más grave y peligroso amenazaba con cambiar las vidas de Holmes, Watson y Renata para siempre. Algo oscuro y fatal.




Siguiente capítulo: ¿Porque me lo ordenan o porque quiero?


Renata sigue atendiendo a la regla de vigilar a Sherlock y a Serenity, aunque le cuesta trabajo, porque ella llega de la nada y se refugia con ellos, echando a Watson, quien elige marcharse para siempre del 221B. Pero hay problemas más graves, pues Renata ya no sabe si obedece la orden porque Watson se lo pidió o porque de verdad odia a Serenity.








3 comentarios:

DigiL-Matt dijo...

como mencione con anterioridad me es muy dificil imaginarme a sherlock actuando de esa manera,
pero esto se pondra interesante ya que has metido a moriarty

Apolline dijo...

no he leido el primero aun ahora lo hago n_n

que estes muy bien

Guerrero dijo...

Como dice Digil no me imagino a sher actuado así =o