¿Alguna vez has pasado una noche en vela sin saber ni cómo dormir? Ya sabes, cuando sin razón aparente te sientes morir. Pues algo similar le estaba ocurriendo a Renata; se revolvía nerviosa en las sánabas hasta que no pudo más, se puso de pie y encendió una vela. Tomó un pedazo de papel arrugado y comenzó a escribir con letra dificultosa:
Querido Sr. Holmes...Lo borró y continuó.
Estimado Sr. Holmes...Otro tache.
Mi muy apreciado Sr. Holmes...Tachó nuevamente el escrito. tomó entonces un carboncillo y, silenciosamente, empezó a hacer unos trazos imposibles. Ni ella misma sabía de dónde le provino esa repentina inspiración, y cuando terminó, volvió a sujetar la pluma y escribió. Examinó su trabajo a la luz de la vela y sonrió con tristeza. Había dibujado con mucha dificultad el rostro de Sherlock, y abajo había escrito:
Sr. HolmesLo amo.Atte. RenataArrugó el papel con furia y lo acercó a la vela. Lo dejó sobre una pequeña flanera de cristal hasta que se hizo cenizas.
Cuando amaneció, Watson no dudó ni un instante en lo que se debía hacer. Llegó a espaldas de la joven y musitó:
-Renata...
La joven dio un respingo, pero por fortuna ya no tiraba las cosas como antes.
-¿Se le ofrece algo, doctor Watson?
-Quiero que hagas algo, escucha... es algo muy complicado, pero no queda alternativa, ¿sí? Quiero que vayas al 240 de la calle de Saint Bells, pero por ninguna circunstancia entres a la casa ni dejes que te miren. Hay una alcantarilla redonde enorme a los pies de la casa. Baja por él y síguelo hasta que veas luz.
-¿Para qué?
-Para que espíes. Sherlock cree saber quién está detrás de todo esto. Pero espiaremos, ¿sí? Para saber a qué nos enfrentamos.
-Yo... yo...
-Renata. -Watson la tomó fuertemente de los hombros. -Sé valiente, por todos los cielos, debes ser valiente por una sola vez. Se trata de nuestras vidas, ¿oyes? Tú vida.
El rostro de Renata se ensombreció.
-Hace algún tiempo decidí que lo que me pasara me daba igual. Hay cosas más importantes que mis propios deseos.
-Excelente.
Sherlock apareció. Seguía lastimado del brazo, pero su energía era casi la misma que en el pasado, cuando no le importaba tener que perseguir a un criminal hasta el fin del mundo; miró a Renata fijamente y preguntó:
-¿Ya te ha dicho Watson lo que debes hacer?
-Sí, señor Holmes.
-Perfecto. Ahora... Renata. -Sherlock enarcpo las cejas, posando su mirada en las ropas de la joven. -¿Y tu vestido?
-Se rompió. Odio esto...
-Se ve bien.
-Hmm... creo que es cómodo.
-Escuchen los dos. -miró a Renata y Watson. -Moriarty está detrás de todo esto. No dudo que el objetivo final es asesinarme, como ya lo ha demostrado. Pero aún existen algunas lagunas en esta historia. La más grande de ellas es cómo fue que nos estuvieron espiando y jamás nos dimos cuenta.
-Holmes, creo que cierta fina dama que te nubló la vista y te entibió la sangre es la mejor respuesta de porqué no nos dimos cuenta. -comentó Watson de forma mordaz.
-Es posible. -admitió Sherlock, como no queriendo hablar del tema. -Entonces, Renata, apenas den las tres de la tarde harás lo que se te ordenado.
Sherlock regresó a su laboratorio y Watson suspiró.
-Si tan solo fuera Adler y no Serenity...
-¿Quién es Adler?
-Irene Adler... La Mujer. Era la persona más inteligente con quien Sherlock se ha topado, y creo que estaba muy enamorado de ella. Era lógico, con lo astuta que fue... logró vencerlo dos veces.
-Vaya. -Renata parecía sorprendida. -¿Cómo era?
-Era todo lo opuesto a Serenity. Sencilla, audaz, bonita, maliciosa...
-¿Y qué le pasó?
-Huyó a Norteamérica, y Sherlock le perdió el rastro. Nunca supimos qué fue de ella. Creemos que era doble espía de Moriarty.
-¿Y aún así la quería?
-Es algo masoquista, ¿no te has dado cuenta?
Renata miró fijamente la ventana, con cierta melancolía. Cuánto deseaba volver a casa y olvidarse de tanta bronca.
-Hubiera sido mejor -susurró. -que se quedara con Adler y no con Serenity.
-Lo sé.
Cuando sonaron las tres de la tarde, Renata se despidió de los dos hombres, asegurándoles que volvería en cuanto hallara algo extraño, y entonces echó a correr calle abajo. Le costó trabajo dar con Saint Bells, pero no fue lo mismo con el número. Era una mansión enorme, y Renata era incapaz de ver la parte trasera de lo grande que estaba. Luego, se puso a buscar la alcantarilla que le había señalado Watson y la retiró lo suficiente para bajar.
-¡Ay, no! -debajo, a casi dos metros, había un suelo lleno de barro y agua sucia, y el olor era desagradable. Haciendo de tripas corazón, Renata saltó dentro de la alcantarilla, y cayó semiparada en el agua. Aguantándose las ganas de vmitar y salir huyendo, comenzó a caminar buscando la luz. La oscuridad seguía poniéndola nerviosa, pero al menos ya no la paralizaba del terror como antes de mudarse a Londres. Siguió buscando la luz hasta que vio un haz dorado doblando la curvada esquina. Sintió gran dicha al ver al final del camino una especie de reja sobre su cabeza, y se quedó debajo de ella, de modo que no le diera la luz, pero sí con posibilidades de escuchar a los que andaban arriba. Había muchos pasos apresurados, y una voz siniestra que le heló la sangre habló:
-¡Rápido, todos! Quiero que mi trampa esté lista. Ya saben dónde colocarla, ¿no? Y tú, mi magnífica flor, ¿lista estás para tu gran debut?
No se escuchó ninguna respuesta, pero debió ser afirmativa, porque la voz volvió a hablar, muy halagada.
-Excelente, les recordaré algo: Holmes está débil, por lo tanto les ruego de la manera más atenta que sean gentiles con él. Pero déjenlo vivo: a su fiel mascota mátenlo, pero yo... me encargaré persnalmente de él.
Renata tragó saliva. Deseó que los hombres se marcharan para poder echar un vistazo. Por fin, todos los pasos se alejaron y Renata se aferró a las paredes de piedra suelta y, saltando, comenzó a trepar. Se le resbalaron los pies y terminó colgada de la reja. Entonces se apoyó firmemente en las paredes y miró hacia arriba. Era una habitación gigantesca y bien adornada, con algunos objetos extraños cubiertos por gruesas mantas sucias. De pronto, vio pasar una silueta paseándose por entre los objetos. Una voz suave, dulce y acariciadora anunció:
-Mi gran debut...
Renata se quedó fría al reconocer ésa figura escultural.
-¿Serenity? -musitó. Era realmente ella, con los labios más rojos que nunca y ataviada con un hermoso vestido violeta. Serenity pareció mirar hacia la alcantarilla y Renata, presa del susto, se soltó y cayó como fardo sobre el lodo.
-¡Aaaaagh, qué asco! -se lamentó. Oyó pasos sobre su cabeza y se puso de pie, echando a correr, pero no de regreso. Continuó así y vio dos o tres rejas más sobre su cabeza. Con la horrorosa sensación de que la perseguían, continuó su loca carrera, tropezando unas pocas veces y finalmente dio con una salida muy peculiar.
-¡Aaaay! -gimió al ver a sus pies y frente a ella (se entiende, ¿no?) una alcantarilla por la que fluía agua sucia. Renata sostuvo con fuerza la reja de la alcantarilla y tiró de ella angustiadamente. No se zafaba, y lo peor de todo era que entre más jalaba, más parecía atorarse. Por fin, sintió un cosquilleo de placer al ver soltarse el círculo de metal y asomar su cabeza al exterior... sólo para descubrir que estaba a casi tres metros sobre el Támesis.
-¿Porqué no me regresé por dónde mismo? Soy una tonta. -se lamentó. No se atrevía a saltar, bajo ningún concepto lo haría... ¿O sí?
Le entró el pánico y gimió, derrotada:
-¡Ay, ya qué! -se lanzó por la alcantarilla y cayó con violencia sobre el agua. Era pésia nadadora, y le costó trabajo volver a la helada superficie. Pero ya estando a flote, se aferró a las rocas y vadeó el camino hasta el pequeño puente de al lado. Sosteniéndose con los dedos entumecidos, Renata salió de su húmeda trampa, empapada y cubierta, además, de barro apestoso. Definitivamente los últimos días habían sido los peores de su vida, pero había algo más urgente. Anduvo con paso veloz de vuelta a Baker Street, pero al doblar la esquina se detuvo en seco. Serenity... ¿qué iba a decirle a Holmes? ¿Que acababa de ver a su amada del lado de los malos? Y no sólo eso... tenía la sensación de que ella era la espía. ¿Cómo explicarle tranquilamente a Sherlock la descabellada teoría?
-Le voy a romper el corazón. -se lamentó Renata.
Entró a la vivienda y recibió el cálido abrazo de Watson.
-¡Renata, has...! -inmediatamente se apartó de ella. -¡Aaaaagh, Renata!
-Lo siento.
-¿Y? -preguntó Sherlock, sosteniendo en su mano una pipa. -¿Qué descubriste?
-Ah, pues yo... yo... -tragó saliva, mirando de un lado a otro con aprensión.
-¿Qué?
-Los oí discutir sobre... una trampa.
-¿Y mencionaron acaso dónde está la trampa?
-Esto... sí. Dijeron que estaría en... en... Picadilly. ¡Sí! En Picadilly.
-¿Estás totalmente segura de eso, Renata? -preguntó Watson. Ella asintió, con la mejillas encendidas.
Pues no hay tiempo que perder. Iremos a Picadilly. -anunció Sherlock, apagando la pipa y tomando su sombrero. -Renata, ¿quieres acompañarnos?
-Este, ¿yo?
-Creo que te lo has ganado. -aceptó Sherlock. Renata sonrió.
-¡Claro!
Los tres salieron con las luces del crepúsculo sobre sus cabezas. Renata llevaba el corazón en un puño, pues le angustiaba la idea de que descubrieran su mentira; fue todo lo que se le ocurrió para que Sherlock no se enterara de lo de Serenity.
Llegaron a Picadilly. Sherlock miraba de un lado a otro, escudriñando la nada y buscando algo que no estaba ahí. Watson también estaba alistándose para la pelea, y Renata permanecía pegada a los dos, temblando de pies a cabeza.
-Renata. ¿segura que era aquí? -la cuestionó Sherlock.
-Sí... claro.
-Pues yo no veo nada. Pero descuida, Moriarty es muy astuto.
-Ah, pues eso espero. -susurró Renata para sí.
-Shh, oigo algo. -Sherlock sacó un revólver, Watson hizo lo mismo, y Renata simplemente levantpo los uños, aunque no tenía ni idea de cómo se hacía eso de pelear; imaginó que era algo parecido a lo que hizo la noche pasada, pero mucho mejor. Los tres miraron a todos lados, cuidándose las espaldas mutuamente, y entonces, un golpe en el callejón los alertó.
-¡Están dentro! -susurró Watson. Sherlock se acercó a la abertura, con el arma en las manos, y entonces...
-¡Ah!
-¡Holmes! -gritaron Watson y Renata al mismo tiempo. Hubo un segundo angustioso de silencio y entonces, Sherlock salió.
Renata se puso lívida ante la visión. Sherlock llevaba en los brazos a...
-¡Serenity! -exclamó Watson.
La joven llevaba el mismo impactante vestido que le había visto Renata, pero roto en algunas partes, y el cabello revuelto. Parecía estar a punto de desmayarse, pero la joven ya conocía la verdad. Sabía que algo malo ocurriría...
-¡Señor Holmes! ¡Sherlock! -gimió con agonía. -¡Gracias al cielo que lo he encontrado! Estaba tan preocupada... ¡Tan preocupada!
-Tranquila, Serenity, ¿qué te ha pasado?
-¡He durado más de un día buscándolo para... para advertirle...!
Renata no comprendía. ¿Acaso Serenity era espía doble o algo así? Pero, levemente, notó un destello cruel en los ojos de la mujer, y un miedo atroz se le introdujo en el cuerpo.
-Señor Holmes. -lo llamó. -Mejor vámonos. ¡Vámonos!
-¿Qué te pasa, Renata? -ke preguntó mientras ella lo jaloneaba con la intención de apartarlo de Serenity, que comenzó a llorar más sonoramente.
-¡Se lo suplico, señor Holmes, vámonos!
-¡No! ¿Porqué?
-¡Suéltalo! -Serenity empujó violentamente a Renata, y dirigió a Sherlock una mirada sumisa. -Ay, Sherlock... lo siento tanto... tanto...
-¿Qué?
-¡Ay! -Watson gritó dolorido y se oyeron dos golpes. También Renata chilló. Sherlock se dio la vuelta y miró a sus dos amigos atrapados por dos gorilas de rigos, que lo iraban con burla a la vez que un tercero le daba alcance. Sherlock intentó dispararle, pero no tuvo tiempo alguno de reaccionar. Serenity se apartó de él, llorando, mientras los tres se agitaban intentando ilerarse de sus captores.
-¡Serenity! -llamó Holmes.
-¡Señor Holms, es una trampa! -lloró Renata.
-¿Qué es esto?
-Lo siento mucho. -dijo Serenity. Una carcajada glaciar sonó a sus espaldas, y una sombra enorme salió de la penumbra, abrazándola de los hombros. Sherlock lo reconoció al instante, ése andar, ésa cara, ésa presencia era imposible de olvidar.
-Moriarty. -dijo Sherlock. Renata palideció al ver, por fin, al desconocido criminal que tantos pesares les había estado provocando.
-Sherlock Holmes. -saludó. -Ya veo, hoy tenemos tres preciosas presas. Watson, su fiel mascota. Y, ¿qué tenemos aquí? -señaló a Renata. -Pero si es la niña de la que me hablaste, ¿cierto, Serenity?
-¿Qué? -preguntó Sherlock.
-¡Oh, Sherlock! -Serenity se soltó de Moriarty y se lanzó al frente. -¡Perdóname, te lo juro, nunca quise hacerte daño, pero... pero... Moriarty es... es mi tío!
-¿Qué? -dijeron los tres al mismo tiempo. Serenity asintió lentamente, con los ojos llenos de hermosos diamantes liquidos, suplicando perdon en silencio. Para Renata, ya era suficiente. Un coraje mayor que nunca le nació del corazón, y no se amilanó en ningún momento al gritar:
-¡Mentirosa! ¡Señor Holmes, se lo suplico, no le crea nada!
-¿Qué quieres decir, Renata?
-¡Yo la he visto! ¡La he visto con Moriarty, hoy mismo, cuando me envió a espiarlos! -dijo ella. -¡Le preguntó que si estaba lista para su gran debut, y creo que se refería a esto!
-¡Sherlock, no la escuches! -gimió Serenity.
-¡Vamos, no mientas! ¡Eres una farsante, una víbora infeliz!
-¿Y tú qué? -le gritó Serenity. -¡Vamos, Renatita, dile la verdad a Sherlock! ¡Dile lo que has ocasionado!
-¡Yo no he hecho nada malo! -pero Renata temblaba de pies a cabeza.
-¡Quiero que se lo digas ya! ¡Dícelo!
-¡No!
-¡DILO!
-¡Ya, ya! ¡Le mentí, señor Holmes! ¡La trampa no debía estar aquí! ¡Estaba en...!
-¿Lo ves? -la cortó Serenity. -¡Te ha mentido! ¡Te mintió para que cayeras en la trampa!
-¡No, eso nunca, señor Holmes! ¡Por favor, créame, sí, le mentí, pero lo de Serenity es cierto!
Sherlock las miró a las dos, muy desconcertado. Watson no soportó más.
-¡Holmes! Renata cometió un grave error, pero debes creerle. ¡Créel por una sola vez, Sherlock!
Holmes tragó saliva, miró a Serenity y anunció con voz suave:
-Entiendo.
Hubo un golpe, y el hombre que sujetaba a Sherlock cayó al suelo, inconsiente. Watson zafó un brazo y comenzpo a pelear contra su captor, y Renata no dudó en morderle los brazos al suyo. Comenzó una fiera disputa, en la que llovieron golpes, patadas y gritos de agonía, y por fin, Sherlock, Watson y Renata (esta última con sangre en el labio) se pusieron de pie, victoriosos.
-Esto todavía no termina, Sherlock. -le susurró Moriarty. Al momento siguiente, desapareció.
-¡No! -bramó Sherlock. Renata se acercó a él, mirándolo con tristeza.
-Señor Holmes, ¿está bien?
Pero él miraba a Serenity, que había dejado su fingido llanto y lo observaba con odio.
-Empiezo a entender muchas cosas. -susurró Sherlock. -Una de ella es que las mujeres no son de fiar, mucho menos cuando te dicen que te aman.
-¡Pero yo sí te amo, Sherlock! -Serenity intentó lanzarse a sus pies, pero la fría expresión de Renata le heló el gesto.
-Quizá lo hayas hecho alguna vez, como yo contigo. -dijo Sherlock. -Pero me queda claro de qué lado estás. Adiós, Serenity, intentaré olvidarte.
-No podrás, ¿cierto? -lo cuestionó coquetamente. ÉL, dándole la espalda, asintió brevemente y caminó, seguido por Watson y Renata.
Cuando llegaron a Baker Street, Sherlock se dejó caer de rodillas en la entrada.
-¡Holmes! -chilló Watson. Entre él y Renata consiguieron ponerlo de pie y lo llevaron casi a rastras a su habitación. Cuando lo colocaron en la cama, Sherlock musitó, mirando a su amigo:
-Watson, creo que tenías razón. Al menos sobre Serenity.
-No importa, amigo, me alegra tenerte de vuelta. -Sherlock miró a Renata, que tenía los ojos llenos de angustia.
-Renata...
-¿Sí?
-... Creo que escuchaste lo que dije, ¿cierto?
-¿Qué?
-Que las mujeres no son de fiar. Bueno... resulta que tenía razón, ¿no?
Renata palideció de golpe. Estaba recriminándole la mentira.
-Señor Holmes, yo...
-Te lo advertí, Renata.
-¡Señor Holmes! Lo hice porque... porque no quería que supiera lo de Serenity. Tenía miedo de que...
-¿De qué? ¡Dime de qué, Renata! -le gritó. La joven tartamudeó y luego cerró la boca, con las mejillas rojas.
-Lo siento. -musitó por fin.
Sherlock se dio la vuelta y, desde ahí, susurró:
-Renata, quiero que hagas una cosa por mí.
-¿Qué?
-Empaca todas tus cosas y mañana mismo vuelve a tu casa. Y no quiero volver a saber nada de tí jamás.
Siguiente capítulo: LA BATALLA DE LONDRES (1° PARTE)
Holmes y Moriarty deberán enfrentarse por fin. Pero mientras tanto, Serenity está dispuesta a vengarse de cierta chiquilla campesina antes de que la última batalla comience.